Capítulo: 10

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La anteriormente formulada cuestión de Candy "¿Adónde vamos?" la pusieron en espera por varios segundos. Los que Terence empleó en subirse en lo que fuera otro auto de Bobi.

Estando en su interior el guapo hombre se giró hacia la linda chica. Ella imitaba su movimiento quedando sus rostros de frente; y que a la aproximación de una boca, otra menos ansiosa fue a su encuentro.

Con honestidad, Candy debía aceptar lo bien que le sabían sus labios aunándose a ellos ese saborcito etílico que estaba tornando su beso en uno embriagadoramente excitador. Además una lengua buscaba la suya; y porque ponía resistencia en cederla, dos grandes manos se adueñaron de una esponjada cabeza, la sujetaron con fuerza y sin consideración se profundizaron hasta que las femeninas manos puestas en el varonil pecho lo empujaron ordenándole, con dificultad, detenerse.

Inmediatamente Terence lo hizo, sonriendo en los labios de Candy quien no podía controlar el borbollón de emociones que él le produjera en el interior con su voracidad. Sin embargo, ella, habiéndolo mirado, cerró los ojos y se alejó; preguntándose gracias a lo percibido:

– Nada va a detenernos ahora, ¿cierto? – él tomó su rostro e hizo mirarlo.

– No, por supuesto – dijo ella firmemente.

– ¿Entonces?

Con su mano derecha Candy agarró la izquierda de Terry. Se la llevó a los labios; y sobre su piel le diría:

– Si todavía seguimos aquí... ¿por qué no subes a ver a tu mamá? La pobre ha llorado mucho y no me parece justo.

– ¿Quieres que haga eso?

– ¿Lo harías?

Como paso uno, Terence inhaló y exhaló hondamente. Como dos contestaba:

– Si tú me lo pides.

– Más me gustaría que naciera de ti –. Candy colocó su palma izquierda en el pecho del castaño, respondiendo él:

– Entonces no esta noche –, la espalda de Terence fue a dar a un respaldo, sorprendiendo a ella su resolución.

– ¿Por qué?

Él giró su cabeza a la joven. Por ende ella oiría:

– Porque... ni siquiera dudes, Candy, de cuánto quiero a mi madre. Pero ella, también me debe respeto.

– Lo sé, pero... yo no quisiera que por mi culpa...

... la muchachita volteó su rostro a la ventanilla derecha escuchando demandantemente:

– ¿Lo ha hecho? ¿te ha responsabilizado?

– No, no, no. Sólo que –, Candy se devolvió para mirarlo y aclararle: – no quiero causarte problemas con ella.

– Si los tengo, van a hacer porque yo los provoque, no tú. – Terence colocó su mano izquierda en el femenino mentón. – Leonor está tan acostumbrada a tenerme todo el tiempo a su lado que...

– Una intrusa como yo la ha puesto celosa.

– Al principio lo creí; después no. Sin embargo... no es eso lo que me tiene enojado con ella.

– Entonces reconoces que lo estás.

– En este momento sí. ¿Y sabes por qué?

– No.

– ¡Porque está a punto de echarme a perder mis planes! –. Candy rió de lo que le parecía un tierno berrinche de su parte. – Y si mi madre se ha atrevido a catalogarme de irresponsable, hasta miedo me da al pensar que ella vaya a resultar ser la típica intransigente suegra que ninguna nuera soporta.

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora