Capítulo: 5

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¿Por qué motivo, razón o circunstancia querría Tom Stevens boicotear a la recién llegada de su prima política Candy? A la que por medio de pláticas con su esposa Patty había conocido y tomado un cariño especial. ¿Para que volviera a su casa donde su madre, podía decirse, no se soportaba ni a ella misma? Y por lo mismo...

Candy no era la primera ni sería la última persona que durara en aquella residencia más de cuarenta y ocho horas. No, no; porque así como ella, empleadas eran injustamente despedidas dizque por haber quebrado algún cristal fino que ni con diez años de trabajo o cárcel pagaban o por haberse atrapado: o robando algo o comiendo a escondidas lo que no debían, en fin, cuanta cosa insignificante y a la vez perjudicial de las cuales Tom, por tener sus propios asuntos, no se involucraba por no tener tiempo para la cuestión doméstica como tampoco lo hubo hecho Patty por estar al tanto de la salud de sus hijos.

Dos meses antes del nacimiento de sus nietos, la Señora María llegó para poner el orden que no había en aquel hogar; así que muy a pecho se tomaba sus quehaceres. Y a quien no le pareciera su exigente carácter, una puerta estaba muy ancha para salir por ella. Pero eso sí; la distinguida "ama de llaves" tenía que darse el lujo de correrlas y ponerlas de patitas en la calle; y porque con la "mal agradecida" de Candy no tuvo la oportunidad, ésta llegó al sonar un teléfono, escuchar detrás de una línea el motivo de la llamada y así difamar a la jovencita que no se despidió de ella al saberlo por la boca de su hijo al que se observó venenosamente –después de haber asistido a misa y hacer las compras– no verla cerca de los niños en sus clases de piano.

Para Allen y Art no fue algo que les extrañara. Ya se habían acostumbrado a ver todos los días nuevas caras; entonces la de Candy no sería la excepción. Sí, hubieron preguntado por su tía; pero al decírseles con tono hostigoso la urgencia que tuvieron por correr detrás del novio, los chiquillos, entendiéndolo poco mas imaginándose a la chica yendo detrás de un chico, se concentraron en lo suyo ya que aclaraciones nunca se les daba a las muchas preguntas que en sus mentecitas se formulaban. Bueno, quizá algún día ella lo atraparía y descansada volvería para que les explicara eso y otras cosas más que no adquirían ni por su padre ni mucho menos por la "tengo jaqueca; y por el momento no puedo resolver tu duda" abuela.

= . =

¿Qué tanto estaba pasando en la mente de su amigo que lentamente iba dirigiéndose a una salida y sin despedirse de ellos? Bobi y Mark no lo sabían. Lo que sí reconocían al intercambiar miradas sorprendidas entre ellos, que era la primera vez que notaban en el guapo rostro de Terence la violenta lucha que se había producido en su interior.

¿Enojo, impotencia o qué sentía para que su mano, al sostener el celular, lo apretara a tal punto que el artefacto, si hablara, lo hiciera para pedir ayuda del sofocamiento que estaba siendo víctima? A su auxilio Bobi fue. Y poniendo una mano en el hombro de Terence, éste se detuvo girando su rostro a su amigo el cual cuestionaba:

– ¿Está todo bien?

La voz del mecánico sacó al guapo chofer de su profundo pensamiento y lo relajó respondiendo del mismo modo:

– Sí, claro. ¿Los veo después?

– ¿Te vas? – preguntó Mark; y en él posaron una mirada lacerante.

– Presiento que... Candy estará mal. Voy con ella.

– Hazle llegar nuestros ánimos, por favor.

– Sí, por supuesto – dijo Terence y retomó su andar.

Acelerado, fue en busca de su auto; y mientras llegaba allá, mirándose nuevamente entre sí los amigos quienes se quedaban a solas, extrañado uno inquiría:

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora