A comparación de sus compañeros, a Terence le encantaba relacionarse con niños. Por suerte, a algunos de esos preescolares les conocía de la iglesia. Así que cerrando su grande mano, en su puño, manitas más pequeñas se fueron chocando conforme el grupo, en fila, hubo ido ascendiendo al autobús que ya estaba en función y yaciendo su elegante chofer al pie de una puerta y ofreciéndoles una amable bienvenida.
Los menores fueron los primeros; los tutores en segundo lugar, oyéndose a algunos inconformes de los asientos ocupados por sus críos y que por nada del mundo quisieron cambiar.
Al ser ventanillas fijas, las cortinas, sin permiso del "dueño", fueran rápidamente corridas. Y desde ahí se les veía a todos diciendo adiós: o a mamás que se quedaban al ir otro familiar a la excursión o a papás que no pudieron acompañarles debido al trabajo que no se podía faltar.
Ya estando cada uno en sus lugares, fue el turno de la maestra. No obstante, ella se acomodaría en el asiento copiloto. Algo incómodo para su edad, pero que no le importaría ir haciéndole compañía al guapo conductor que se le veía de buen humor.
Por estar estacionado en el número cuatro, una salida se aguardó por minutos. Una vez iniciada la marcha del primer bus, Terence se preparó para unirse a la caravana sonriendo, segundos después, de la escandalosa algarabía de los pequeños al sentirse en movimiento, notándose millas más adelante el silencio al habérseles puesto... una agradable película.
Así mismo se la pasarían en todo el trayecto; interrumpiendo sus proyecciones al arribarse a los parques recreativos. En cada uno, era una diversión diferente; viéndose a Terence participar con ellos en sus juegos u otras veces asistiéndoles cuando llegaban a accidentarse a pesar de ir a su lado un familiar. Sin embargo éste por estar con los demás adultos, poco caso prestaban a los menores, sobretodo al ser los accidentes: caídas sin la mayor importancia. Aunque podría decirse que para las mujeres, era un plan con maña. La presencia y atención del chofer no muy fácil conseguían siendo ese el modo de obtener de él: una palabra, una sonrisa o simplemente su cercanía al ir a hacérseles la entrega de sus respectivos hijos llorones. No obstante, aquellos volvían a dar lata; e iban en su búsqueda para atacarlo con una y mil preguntas que Terence, muchas veces y con paciencia, les respondía; y más cuando alguna de ellas tenía que ver con – ¿Eres casado? –, y que sin discreción se gritaba fuertemente: – ¡Dice que no!
Lógico que quienes en secreto las habían formulado eran fácilmente identificadas y expuestas a la vergüenza. Lo malo que él, de tanta insistencia o propuestas hechas por hijos sin padre, primos de primas sin novio o sobrinos de tías divorciadas, ya se estaba sintiendo incómodo.
En su asiento y burlona, la copiloto sonreía. El sonrojo masculino era para catalogarlo de:
– Encantador.
Desviando fugazmente su mirada del frente, Terence decía:
– ¿Disculpe?
– Dije que eres encantador –, contribuyeron a los halagos, – y no sólo de niños –. No hubo necesidad de hacer específica mención de quién más; y lo reemplazaron por saber: – ¿Tienes hijos?
– No – él respondió mirándosele ya concentrado en manejar.
– Sin embargo, ya se te nota lo buen padre que serás cuando los tengas.
– Gracias –. Terence, añorándolo, sonrió del reconocimiento hecho.
– ¿Cuánto falta por llegar? – se preguntó porque una puesta de sol ya estaba en el horizonte.
– Tres horas más.
– Entonces... ¿habrá tiempo para otra película? –, y es que los chiquillos atrás todavía traían cargadas las baterías.
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Destino: tu corazón
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO. (Escrita y primera vez publicada Septiembre, 2014) Nadie sabe lo que depara el destino; y el suyo la conducirá a un corazón.