Capítulo: 25

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A pesar de habérsele pedido comunicarse con Poncho, Terence no lo hizo. Hubo sido Mark, quien después de haberle localizado Bobi, les informara del paradero del joven amigo.

El tráfico en la autopista Indiana-Chicago se tornó pesado, tomando Doug, el conductor de una Van, las vías alternas. Éstas los conducían por las áreas comerciales y lugares exclusivos. Pero así como ellos, otros tantos vehículos hubieron seguido la misma ruta. El lento avance los estaba poniendo más tensos de lo que estuvieron por haber andado buscando, preocupados, a su cuate en los lugares que juntos frecuentaban. Sin embargo lo que sus ojos distinguieron, principalmente a uno... lo puso de extremísimo mal humor.

Metros adelante, sobre la banqueta y "en dirección" a ellos, venía una pareja caminando y tomados de la mano. El local más próximo era... un hotel, donde casi en la entrada se detuvieron. Ella decía adiós con su mano libre. Él no tenía intenciones de soltar la que sostenía a pesar de que la joven se alejaba y su brazo se estiraba. Más al no ser liberado, el hombre dirigió sus pasos hacia la fémina que se dio la media vuelta seguida por aquél.

Justo cuando el carro pasó, las dos humanidades en el interior del establecimiento se perdieron, preguntando uno de dos:

– Era ella, ¿verdad? – Poncho por la ventanilla derecha captaba a la perfección el área.

– No lo sé –, increíblemente respondió el conductor.

– ¡Vamos, Doug! –, el mexicano se giró a verlo para afirmarle: – Era Candy.

– Poncho – y éste...

– ¡Pinche vieja! – le dedicó con amor; y con rabia su puño estampó en el marco de la ventanilla.

– No hagas especulaciones que no son.

– ARE YOU SHITTING ME?! – espetó gravemente el paisano; y el tranquilo panadero...

– Quizá... era otra persona muy parecida a ella.

– ¡Entonces párate! – se ordenó.

– ¿Cómo? – se expresó; y porque se hicieron los desentendidos a la petición se diría altísonamente:

– ¡Detén el maldito carro porque voy a ir a cerciorarme de que efectivamente no era ella!

– Sólo te conseguirás problemas si...

Debido a la velocidad y a la incredulidad del mayor de los cinco amigos, Poncho no lo pensó otra vez y se bajó del auto. Sus intenciones eran serias; y si descubría que era ella... a alguien ya le iba jurando por lo más sagrado lo que era capaz de hacer. Ah, sí. A su amigo del alma ninguna infeliz mujer le iba a ver la cara, no importaba que ya juntos no estuvieran. Bien o mal él la seguía queriendo y ella al parecer...

Con cada paso dado, las entrañas de Poncho se le apretujaban con mayor fuerza; lo mismo sus puños que estamparía en un mostrador al no dejarlo entrar ni proporcionarle información el recepcionista que al guardia de seguridad llamó al notar al intruso tan agresivo. Así o peor que búfalo embravecido el mexicano salió de ahí divisando a cierta distancia a Doug quien de inmediato se hubo comunicado con Mark y éste con Bobi para informarse lo que apenas había acontecido.

Compartida la negativa dada, Doug le sugirió a Poncho retirarse. Además el guardia que lo guiara a la calle, se le veía afuera hablando con otros dos y mirando hacia ellos. Por supuesto la sangre caliente del paisano azteca no demostró amedranto y desde su lugar los instaba a ir por él.

Por su parte, Doug luchaba por serenarlo, sin embargo el panadero también hubo sido víctima del enojo que se había adueñado del ser de Poncho quien de su lado se pondría: Bobi. Éste no tardó en llegar por estar cerca de ahí, hallándolos Mark, minutos después, discutiendo acaloradamente con los vigilantes que de mil maneras les pedían se fueran o se verían en la necesidad de pedir el auxilio a las fuerzas policíacas.

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora