Capítulo: 11

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Como sería cosa de nada lo que Terence iba a entretenerse en la oficina, allá y con él, Candy fue; habiendo ocupado un asiento de dos de una banca que yacía afuera. Luego lo vio aparecer muy sonriente e indicándole que podían irse.

La joven raudamente se puso de pie, corrió a su lado para tomar la mano que le extendieron y platicar en dirección al auto el lugar adonde la llevarían a probar una muy buena comida. Pero por haberse optado ir después de haber hablado con una madre...

Sin cena y sin más de la compañía de su novio, Candy se quedó no habiendo de otra más que meterse a la cama (tres horas más tarde de haber estado aguardando por él frente a la laptop donde nada encontró en sus buzones) y siendo el insoportable ruido de una aspiradora, la que la despertara.

Era Leonor quien aseaba los pasillos ese día lunes por la mañana; y que en fin dueña absoluta de su casa, abría una puerta que no se aseguró ya que Terence había prometido regresar por su novia seguido de arreglar el asunto que le llevó a la habitación de su progenitora.

Ésta, aprovechándose de que su hijo la visitaba para hablar, perdonar y olvidar el incidente suscitado, lo acaparó demasiado ganándole a él el sueño sobre el lecho maternal y levantándose ya casi de madrugada. Hora que no le pareció correcta para visitar a Candy; además lo menos que quería eran más disgustos inútiles con su madre la cual prometió no inmiscuirse más en su relación ni comportarse como la suegra anteriormente descrita. Así que...

– Buenos días – deseó una muy contenta Señora Grantham.

– Buenos días – respondió Candy habiéndose levantado rápidamente al notar que la puerta de su habitación era abierta.

– No te he despertado, ¿verdad?

La limpiadora se daba paso con todo y equipo. Y a lo que era obvio ya que la joven se tallaba los ojos, se respondía:

– No, señora –, e yéndose en una dirección.

– ¿Entrarás al baño?

– Sí, claro –, pero después de haber revisado sus correos en el computador.

– Entonces en lo que tú te aseas, yo limpio bien rápido aquí. Además ¿qué te gustaría para desayunar?

Para esa mañana no importaba mientras fuera suculento, como por ejemplo...

– ¿Terence se ha ido? – preguntó Candy al haberse cerciorado de una hora en su celular donde había dos mensajes.

– Salió muy temprano. Pero ha prometido estar de regreso a más tardar a las cuatro de la tarde.

Así exactamente él se lo informaba en el segundo mensaje que incluía estuviera lista a su llegada. En el primero le ofrecía los buenos días y mil disculpas por "el plantón".

Candy lo comprendió al haber mucho de qué tratar con Leonor quien parecía, ahora sí, volver a ser la más agradable de las anfitrionas y que justamente ese día se comportaría, un poquito lambiscona y otro tanto celestina ya que...

= . =

Aseada, vestida y lista para el día, Candy apareció por la cocina. Sobre la mesa ya estaba servido su desayuno. Leonor la esperaba sosteniendo en sus manos un vaso con jugo de naranja. Sin embargo los ojos claros de la joven estaban puestos en un precioso ramo floral que ocupaba gran parte de la mesa.

– Es muy hermoso – expresó la inquilina.

– ¿Te gusta? – indagaron.

– Por supuesto. Las flores tienen ese pequeño don de alegrarle a una toda una vida. Además... –, se acercaron para oler una rosa de color rojo, – ¡huelen tan bien!

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora