La esencia del ser

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La luna comparte el mismo espacio con el sol y dudo que sean amigos. El mar y la arena están en constante contacto y dudo que mantengan alguna comunicación. El blanco y el negro son colores que por más comparados que sean guardan muchas diferencias. El lunes y el domingo son cercanos pero terminan estando muy alejados.

El punto no es qué eres, dónde o con quién estás, el punto es que sepas bien lo que transmites, lo que puedes llegar a ser y lo que representas. No importa el color de tus ojos, sino la intensidad con la que miras. No importa el grosor de tus labios, sino el sabor de tus besos. No importa el tamaño de tu pecho, sino lo que irradias con el corazón. No importa el color de tus manos, sino el calor que proporciones con ellas. No importa a qué hora te duermes, sino los sueños que consigues. No importa de dónde vienes, sino hacia dónde vas.

Démosle mayor importancia a lo que podemos transmitir, a lo que tenemos para dar; dejemos a un lado lo material, lo subjetivo. Enfoquémonos en lo que podemos llegar a ser con lo que tenemos. Tengamos claro que la esencia de nuestro ser es única, que por más cosas que le añadamos o quitemos ésta nunca va a cambiar y siempre nos va a acompañar. Démosle un mejor uso para que aclaremos qué es lo que somos, sin importar qué es lo que tenemos. 

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