Gardenias

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El viento empieza a correr más rápido, el cielo empieza a oscurecerse y la luz empieza a cambiar de color. Estás sentada a mi lado y no puedo evitar sonreír al verte, llevo mi mano a la tuya y siento cómo se eriza tu piel.

De pronto, como si fuera obra del destino, suena nuestra canción. Aquélla que nos unió hace meses y que nos recuerda lo que fuimos y seremos. Tus dedos empiezan a moverse y tu boca a tararear la canción, inconscientemente le subes el volumen y empiezas a bailar. No sé qué pensar, no sé adónde nos dirigimos y no sé cómo llegamos a coincidir, solo sé que estamos aquí y eso es lo que importa; que tu cabello sigue soltando ese aroma a gardenias que tanto me gusta, que tus labios se mueven como solo tú sabes hacerlo y que el camino es lo de menos si sé que vas conmigo.

Cuando termina la canción paro el carro, no quiero que esto termine. Quiero verte cantar nuestra canción una y otra vez, quiero que sonrías sin pensarlo y que bailes sin temor. Volteas a verme, en tu mirada hay curiosidad y un universo que apenas voy descubriendo.

Reinicio nuestra canción, porque mientras pueda hacerlo seguiré teniéndote aunque vayamos en direcciones opuestas, seguiré sintiéndote aunque nos separen los kilómetros, seguiré oliéndote aunque aumenten los vientos y seguiré amándote aunque el destino ya no quiera.

Parece que llamamos a la Luna, aunque el Sol aún no quiere irse; ambos quieren ser testigos de nuestro amor. Ambos tienen curiosidad por ver qué haremos, si regresaremos o nos aventuraremos a lugares que no conocemos; me da gusto no saberlo, porque estoy seguro que pase lo que pase te recordaré por este momento y no por lo que llegue a pasar.

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