Tu sonrisa

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Iban a ser las tres de la mañana y yo aún no podía dormir. Ya estaba acostado en mi cama, pero había una luz que entraba por mi ventana que no me permitía cerrar los ojos. Llevaba más de dos horas tratando de dormir, pero resultaba en vano; cada vez que cerraba los ojos la luz me obligaba a abrirlos.

Frustrado, decidí levantarme e ir a investigar qué provocaba esa luz. Salí de mi habitación y volteé hacia todos lados buscando al culpable, pero no encontré nada. Desesperado, alcé mi cabeza y grité: ¿Pueden apagar esa maldita luz de una vez? No obtuve ningún resultado, incluso parecía que la luz había aumentado.

Cansado, al ver que no iba a poder dormir, subí al techo de la casa y decidí tumbarme a ver el cielo. Cuando lo hice, pude distinguir quién era el culpable de generar esa cosa. Aunque no era quién, sino qué. Pues el objeto que proyectaba esa luz era la luna. Levanté la cabeza aún más y grité: ¡Hey, estoy tratando de dormir! ¿Puedes apagar esa luz? La luna se volteó y se movió de izquierda a derecha, indicándome que no lo haría. ¿Por qué?, le pregunté. Porque estoy compitiendo, me contestó con una mueca. ¿Contra quién? Tal vez fue a causa del sueño, pero me pareció ver que se molestó e hizo otra mueca. Me di por vencido y me resigné a no dormir esa noche.

Pasó una semana y cada día la luna iba brillando más y más. Traté de tapar mi ventana con miles de sabanas, pero nada funcionó; cuando más trataba de ocultar el brillo de la luna, éste aumentaba más y más. Agotado y enfurecido por la falta de sueño, me dirigí una vez más al techo de mi casa a encarar al astro. ¿No vas a dejar de brillar? ¿Cuándo se acaba esa estúpida competencia?, le lancé con gritos. Cuando dejes de traerla, me respondió. No entendí su respuesta, ¿acaso se refería a una persona? ¿Traer a quién? ¿Con quién compites? Le echo la culpa al sueño de nuevo, pues me pareció ver más muecas en la cara de la luna. A ella, me dijo con un sollozo. A la que traes todos los días. Repasé a todas las personas a las que había invitado a mi casa y caí en la cuenta de a quién se refería. ¿A Sor?, pregunté confuso. ¿Estás compitiendo con ella? El astro se movió de arriba hacia abajo asintiendo. ¿Por qué compites con ella? Tomó unos segundos para responder, como si tomara aire, y me dijo: ¿Por qué compito con ella? Porque su sonrisa, cuando está contigo, es enorme. Por más que trato de brillar, no me puedo comparar con el destello de sus ojos. Lo que irradia en ti es enorme. ¡No puedo dejar que alguien se robe mi trabajo! Soy yo quien debe iluminar a las personas cuando estén en lo más oscuro.

La luna se veía muy afligida, quería decirle que se equivocaba, que estaba mintiendo; pero no era así. Tu sonrisa es lo que me levanta todos los días, tus ojos son los que me inspiran a ser mejor cada momento, la energía que transmites es más fuerte que la cafeína de las mañanas, tú eres la razón por la que mejoro todos los días, y sin dudarlo tú eres mi luz favorita para vencer a la oscuridad.

Lamento mucho esta situación, pero la luna debe aprender que nunca será más brillante que tu sonrisa.

-Soplar. 

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