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Llego al departamento y me quedo en sofá solamente gesticulando pensamientos casi sin coherencia. Mi necesidad de que la mente no esté en este plano va creciendo pero hay días que no soporto la ambigüedad creada en el entorno y que encima es generada por mí. Quisiera decirle a la pelirroja pero no sé qué pasaría más allá de eso, me carcome la cabeza porque en un momento así no sé cuál sería su manera de reaccionar y si le digo, va a estar obligada a saber algo que debe haber estado evitando porque nunca hablamos de los terceros. Y en ningún instante le hicimos frente a nada, nos dispusimos a huir de los problemas y todo va cambiando para bien o para mal pero deberíamos pararnos a pelearla.

Suspiro profundo y arrastro los pies hasta el borde del cama para poder tirarme boca abajo. Que difícil que es la vida cuando de fuerza se trata y ni se sabe de dónde viene toda la valentía para sacar a flote lo que uno lleva adentro y que a veces lo hundimos más pero eso no es lo malo. Lo malo es tocar fondo y ahogarse, lo realmente copado es saber que yendo a fondo es el último paso para salir hacia la superficie y emerger renovado de miles de cosas.

Me envuelvo un poco con las sábanas que contienen el perfume de Madison. El solo hecho de reconocerlo hace que mi cabeza explote en un sinfín de recuerdos plagados de besos, caricias, piel y su mirada... Esos ojazos tan azules como el mar que me hacen ver mi reflejo desde otra perspectiva como lo haría el agua y también como el cielo que siempre me recuerda que necesariamente mis pies están sobre la tierra pero no mi mente.

Aprieto las colchas con mi mano deseando que esos ojos me observen con dulzura siempre porque no requeriría de nada más sabiendo que tengo el amor cómo estructura en mi vida. Los párpados me pesan tanto ya pero quisiera seguir soñando despierto para saber qué sigo en la realidad.

La suavidad de las manos de la pelirroja me sacan de mi descanso, me toma por la cintura y comienza a repartir ínfimos besos por mi espalda. Arde en cada parte que deja una estela de su cariño y me hace querer que momentos así nunca terminen.

-Amo tu piel - murmura antes de clavarme los dientes en el brazo y sus dedos se escabullen por debajo de mi boxer haciéndome estremecer. Su toque tan magnífico que me electriza.

Enrolla mi erección, me pone boca arriba para deshacerse de la ropa y su boca a tientas se embriaga de mi abdomen yendo por los oblicuos y pasando a la parte más alta de todo mi cuerpo. Su lengua se retuerce en mí para después presionar con su garganta en profundidad y dejarme muy loco de anhelo.

Se coloca de espalda y sentada sobre mí comienza a moverse aún ritmo delicioso y pausado que me deja ver esos atisbos de coordinación en sus gemidos. Entro y salgo como si fuera por fuerza mayor que esto nos llevara hacia el espacio con el vaivén de sus caderas en las mías mientras la agarro por la cintura y me enfundo más en su delicada estrechez.

No sé si es que estoy muy desesperado o Madi, muy lenta a propósito por sus rebotes tan dolorosamente ínfimos que causa una combustión realmente increíble y esplendorosa en mí que soy incapaz de contenerme al orgasmo antes de que sus uñas se aferren a mis muslos y sienta todo tan húmedo que la sensación de saciedad es indescriptible cuando sé que he logrado lo que me he propuesto.

Se recuesta a mi lado y me zambullo en sus tetas solamente para quedarme escuchando su corazón, dejando que cada uno de los sentimientos que he guardado hasta ahora salgan hacia afuera. Siempre voy a ser este pibe pintando ser un campeón pero no y la seguridad de su abrazo me hace saber con certeza que no estoy del todo solo. Lo único que he hecho hasta ahora en mi vida es perder y siempre por no intentar fluir para que nadie entrará en mi coraza y me lastimase...

-¿Alguna vez pensaste que quizás el destino se inventó para irnos descubriendo a nosotros mismos y no a las demás personas? - indaga en un susurro casi inaudible mientras me acaricia mechones de mi cabello transmitiéndome paz.

-Quizás sí, pelirroja... Quizás todo es parte de un destino para armarnos del todo en algún momento cuando conocemos a los otros - exclamo con la nariz hundida en sus pechos y provocándole la piel de gallina - vamos a dormir bonita, quiero que estés descansada así me contás cómo te fue con tus cosas y hablamos.

Se coloca en mi pecho robándome un suspiro cuando me aprieta por el abdomen y consigo pasarle el brazo por la espalda para acercarla más hacia mí. Su coronilla roza con mi mentón y ya no sé si soy parte de los sueños calados en el abismo de la realidad o del presente oscuro plagándose de matices de luz...

Nocivo engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora