Puede que Remi tenga razón. Nos han seleccionado a todos pero no creo que estos tipos sean como los nazis. Sino, tanto Remi como otros chicos de razas super dispares no estarían aquí. Creo que este grupo de... inversores o lo que sea quieren que existan comunidades igual de diversas. Es un punto a favor para ellos pero... lo bueno se acaba ahí.
-¿Has pedido ayuda por telefono? -le pregunto a Sam cuando lo alcanzo en la puerta del ayuntamiento.
Sam niega con cara de disculpa.
-Es un tipo extraño de teléfono -explica con pesadez mientras me aprieta el hombro-. Solo permite llamar a un número de teléfono y a la oficina principal de los guardias de la valla.
-¿Estás de coña? -pregunto enfadada mientras me alejo de su agarre.
-Ojalá -murmura-. Pero es la pura verdad. Da igual todos los número que conozco a los que llame. Ninguno hace llamada. Están restringidas las llamadas.
-Ese número de teléfono al que te deja llamar, ¿cuál es? -pregunto intrigada.
-Douglass Owen. Y, ¿adivina qué? Parecía muy contento por mi llamada -explica de camino a casa. Aunque antes tenemos que pasarnos por la tienda de alimentos.
-¿Te ha dicho algo interesante? ¿Le has... dicho lo que ha pasado hoy?
Sam se encoge de hombros.
-Dice que la gente que incumple las normas debe ser castigada por ello. Incluso se ha atrevido a decir que tienen suerte porque serán liberados esta noche -responde Sam incrédulo.
-¿Les van a dar comida y agua? -pregunto preocupada.
Sam niega.
-Es parte del castigo.
-Ser alcalde no sirve de nada -bufo-. Es un falso cargo -admito.
Sam se limpia una lágrima y mira hacia abajo.
-Tengo el cargo más importante y resulta que es una farsa -admite antes de sorber.
Le paso un brazo por encima de los hombros y lo aprieto contra mí.
-Todos tenemos unos trabajos de pega -le animo-. Yo voy a ser una doctora de pacotilla que se pasaba las clases de biología con la mirada fija en el desconchado de la pizarra.
Sam suelta una amarga carcajada.
-Tú siempre tan negativa, Washington.
-¡Capital de Estados Unidos! -grito en medio de la plaza.
La tienda de comida es pequeña y sencilla. Se parece más a la tienda de una gasolinera que a un supermercado real. Las cosas se venden por unidades.
-¿Por qué se venden las legumbres al peso? -le pregunto al tendero, un chico que sufre de acné con el pelo negro y hasta los hombros.
-Según la política de... la tienda seguimos una estrategia «Zero Waste» para cuidar del medio ambiente. Se reduce el uso de plásticos que generamos y de papel.
Asiento incómoda.
-Te has estudiado bien el manual de la tienda -apunta Sam mientras vierte algunas lentejas en una bolsa pequeña de tela.
-Me aburría -murmura el chico con vergüenza.
-No te preocupes -le digo al chico mientras sonrío y busco la sección de higiene corporal.
Al parecer el programa «Zero Waste» se extiende también a los periodos femeninos. Te ofrecen dos opciones: compresas de tela o la copa menstrual. Por suerte ya sé usar la segunda opción.
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LA NUEVA SOCIEDAD
Teen FictionUn día estás haciendo tu vida normal y al siguiente estás siendo secuestrada. Bienvenidos a «La Nueva Sociedad». 20 chicos y chicas de entre 16 y 18 años han sido trasladados a un lugar recóndito del planeta, en el que tendrán que dar su vida, in...