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El tiempo siempre pasa en una rutina entre estas vallas de metal. Hasta ahora. Sam ha hecho un discurso mañanero y yo he estado agradecida de no ser considerada como una especie de Primera Dama o algo así. Como es habitual últimamente, su discurso ha estado lleno de promesas vacías de un futuro mejor, de más prosperidad, más salud, más sostenibilidad... Los chicos y las chicas sin embargo, no parecen todavía tragarse su palabrería. Algunos están felices de estar aquí, como si esto fueran unas vacaciones, pero los que ya lo tenían todos antes, quieren escapar cuanto antes. De todas formas, es fácil controlar a las masas siguiendo la táctica de aterrorizarlos hasta someterlos. 

Andrea, la sustituta de Violet, resulta ser, además de nuestra nueva incorporación a nuestra sociedad, la más fiel al regimen, y a Sam. Parece que le da igual que Brandom sea su pareja asignada, ella va  a donde Sam vaya después del trabajo. Si Sam está dando un discurso, ella está en la primera fila. Si Sam necesita comprar huevos es ella quien se los vende, y no Brandom, el tendero. Si soy yo quien aparece para comprar leche, ella pregunta por Sam. 

Ahora, sin embargo, intentan comprarnos a todos. Es lunes, y hoy se inaugura el nuevo Edificio de Esparcimiento. Lo han colocado en medio del pequeño bosque tropical con el que contamos. Han construido caminos de madera para llegar hasta él y cascadas artificiales. Sam está frente al edificio, construido con ladrillos sobre una base de madera anclada al suelo con cables de tensión, y junto a las puertas de entrada, dos vigilantes. Sam, con quien no hablo demasiado últimamente, despliega un pequeño trozo de papel y lee. 

-Toda sociedad necesita su tiempo de disfrute, y para que esto sea una garantía, L.N.S inaugura oficialmente el Edificio de Esparcimiento al que se podrá acudir cada lunes después del trabajo. Todo aquel sujeto que se encuentre en el interior del edificio fuera del horario establecido, será castigado severamente. 

La voz de Sam carece de emoción. Sus palabras no reflejan el verdadero horror que siento dentro. Puedes disfrutar, pero si lo haces demasiado serás castigado. A continuación, Andrea es la primera que rompe el silencio con un fuerte aplauso, y los demás... bueno, hay quien aplaude y hay quien permanece inmóvil. Supongo que debemos estar agradecidos por no estar obligados por ley a aplaudir. 

-Andrea -llamo mientras me cuelo entre la multitud que quiere explorar el interior del nuevo edificio e intento llegar hacia ella. 

Detengo a la chica agarrando su hombro. 

-¿Podemos hablar? -pregunto con calma. 

Ella da una mirada entusiasmada hacia más allá de las puertas. 

-¿Puede espera? -pregunta molesta-. Quiero ver el nuevo edificio. 

-Está bien -asiento-. Te buscaré más tarde. 

El pelo negro de Andrea desaparece entre los demás chicos. 

El Edificio de Esparcimiento cuenta con casi todo lo que cualquier chico de nuestra edad pudiera desear. Sofás, sillones y puffs, alfombras de colores neutros pero que parecen agradables, un futbolín, un tocadiscos que me llama la atención. Y todo esto sólo en la sala principal. Otras de las salas es un pequeño gimnasio con bicicletas estáticas, cintas de correr, algunos aparatos para musculación y pelotas de pilates. Y, por último, sin contar los baños unisex, una sala infantil. Sí, lo que digo, una sala llena de bloques grandes de plástico, pelotas, material para pintar, una casita, muñecos... y de más. 

-Esto se está yendo de las manos -digo para mí misma. 

-¿Tú crees? -pregunta Martha tras de mí-. Esto se pasa de la raya -asegura mientras niega-. El suelo es acolchado, ¿sabes? -pregunta mientras lo demuestra con la punta del pie. 

Hago un movimiento para comprobarlo. 

-Claro, tiene cuidado de que los niños no se partan la cabeza pero... ahhh, si haces algo malo... 

-A la jaula de cabeza -termina por mí. 

Suspiro. 

-¿Te has dado cuenta de algo? -pregunto mientras señalo la sala principal-. No han puesto un billar. 

-¿Y? Lo mismo se les acabó el presupuesto. -Martha espera un segundo antes de reírse-. A estos gilipollas nunca les cortarán el grifo. 

-Tampoco hay pesas sueltas... 

-Espera -me interrumpe-. Ya entiendo a lo que quieres llegar. ¡No hay armas! 

-Exacto -señalo-. Además, ¿a qué viene lo del tocadiscos? ¿Acaso alguno de nosotros es un genio de las comunicaciones o algo? Podrían haber puesto una pantalla de cine con Netflix. 

-Seguro que eso causaría la primera guerra civil -señala entre risas-. Pero unas palomitas no hubiesen hecho nada malo. 

-¿Seguro? -pregunto mientras entrecierro los ojos hacia ella-. ¿Y si eso causa la segunda guerra civil? -pregunto de broma. 

-¿Qué causará la segunda guerra civil? -pregunta Remi mientras entra en la sala infantil. 

Se detiene, dando una vista completa a la habitación mientras silva. 

-¿Han metido Disneyland aquí dentro? -pregunta Jenna mientras comienza a toquetear todos los juguetes-. ¡Ojalá hubiese tenido todo esto de pequeña! -exclama mientras le da un suave puntapié a un coche de carreras para que se deslice por el suelo.

-Las futuras generaciones lo tendrán -asegura Sam mientras hace su aparición. 

Da igual que siga vistiendo nuestro mismo uniforme, sus aires de superioridad son difíciles de ocultar incluso tras los chandales sin gusto alguno. 

-Jamás me habría creído lo tuyo, Sam -suelta Martha, en toda su altura y amplitud a mi lado. 

-¿El qué? -pregunta Sam interesado. 

-En lo que te has convertido aquí dentro. Llegaste asustado como cualquiera de nosotros y ahora eres su... portavoz -digo yo-. No valoras tu libertad ni la de los demás. 

-¿Para qué quiero libertad cuando puedo vivir una vida llena de comodidades? -pregunta Sam, con Andrea ahora apostada junto a él. 

-Quizás tendrías que preguntarle a los presos de la cárcel -señala Remi. 

-¿Supongo que entonces debería darme una vuelta por tu barrio? 

Sam termina la frase pero no dice nada más cuando me coloco frente a él. 

-No volverás a decir eso, Sam. Jamás mientras yo esté entre estas vallas -le aseguro-. No sé cómo has podido olvidarte de tu hermano y de tus padres -escupo-. Seguro que están hartos de buscar por cielo y tierra a un desagradecido y a un traidor como tú. 

Nadie dice nada durante unos segundos. No hasta que Sam se abalanza sobre mí. Caigo de rodillas y después completamente al suelo acolchado. Los demás chicos y chicas intentan sacar a Sam de encima de mí, pero él no me está haciendo realmente nada. No me está atacando. 

-No puedo creer que pienses que soy un traidor, cuando yo tengo más ganas que nadie de salir de aquí, Kate. Llevamos años en la misma clase, pensé que tú, de entre todos, eras la que más me conocía. 

No digo nada. Me he quedado paralizada y demasiado saturada de información repentina. Son demasiados sentimientos para un sólo cuerpo. 

-¿Estás bien? -pregunta Remi mientras un vigilante se lleva a Sam. 

-¡Todo el mundo fuera y a la plaza principal! -grita el vigilante restante en todas las habitaciones. 

Asiento con seguridad. Sam no quería hacerme daño físico, aunque me ha dejado muy confundida. 


NUEVO CAPITULO. NO PUEDO CREERLO. ESTOY QUE ME SUBO POR LAS PAREDES. MADRE MIA QUE ACABO DE TERMINAR OTRO CAPITULO DESPUÉS DE 84 AÑOS!!!! 

LA NUEVA SOCIEDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora