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Cierro la puerta tras el último invitado. Algunos han querido quedarse a hablar pero les he asegurado de que lo haremos en otro momento, sin que todo el mundo esté delante, cuando haya decidido a quién puedo invitar y a quién no. Hoy ya hemos tenido suficientes emociones y he descubierto que no todos se caen bien. No soy yo contra los demás, hay casi un bando por persona. 

Remi se ha quedado a ayudar, o esa ha sido su excusa. Y, como no, a Tessa eso no le ha gustado nada. No sé si Tessa está medio enamorada de Remi o si solo le gusta tener el control sobre él. 

-Dijiste que nadie estaba en contra de mí por culpa de Sam -acuso a Remi por lo que dijo hace unos días mientras lo señalo-. Y sí que lo están -señalo hacia más o menos donde está la puerta de entrada. 

-Si te refieres a Tessa, ella te odia por otras razones y de hecho odia a Sam como alcalde, pero solo porque cree que no es lo suficientemente fiel al proyecto. 

-Vale, gracias. Eso me tranquiliza un montón-suelto con sarcasmo. 

Dejo la silla en la parte trasera de la casa. El sol me calienta un poco la cabeza y pienso en casa. Estaría llevando un chaquetón y un gorro de lana para salir al jardín. Nunca habría conocido a ninguno de estos chicas y chicas si estuviésemos fuera de aquí y, lo siento pero preferiría no hacerlo. Lo que nos ha "unido" no ha sido un concierto, sino un secuestro. Y sí, puede que el tiempo sea genial, que como dice Jenna, la pescadora, el agua de aquí sea turquesa como la de Bora Bora pero esto no es un resort de cinco estrellas al que hemos venido de luna de miel para hacer snorkel y retozar en grandes camas dobles. 

-Remi -lo llamo, más calmada-. Voy a hacer una cosa pero... no puedo contártela. 

Suspira. 

-Si no vas a contarmela, ¿para qué demonios me dices nada? -pregunta indignado. 

Deja la otra silla en el exterior con tanta fuerza que una de las patas de hierro se hunde un poco entre la hierva. 

Me encojo de hombros. 

-Para que estés preparado para lo que sea. Para que no entres en pánico cuando algo ocurra -explico-. Aunque, ¿quieres hacer una excursión al colegio? Tengo ganas de averiguar algo sobre este lugar. Y... necesito llevarme uno de los relojes. 

-Bueno, supongo que habrá en el colegio, ¿no? -pregunta. 

Chasqueo la lengua dándole la razón. ¿Y se supone que yo soy la doctora inteligente de por aquí? 

De camino al colegio, Remi y yo nos encontramos a mis vecinos sacando la basura. Ese es uno de los aspectos para los que están menos preparados en esta isla. El tratamiento de los residuos orgánicos, que son la mayoría de los que producimos, le han sido asignados a los agricultores, quienes convierten esa basura en fertilizantes naturales para nuestras plantas. El problema se presenta cuando lo que tienes que desechar es papel higiénico o los cristales de uno de los botes que se te han roto al caer de la encimera de la cocina. El proceso de "sacar la basura" es un poco pesado. Tienes que llevar el saco de arpilla reutilizable hasta la granja para dejar allí lo orgánico y después debes caminar hacia la entrada de la vaya para dejar lo no orgánico en un contenedor gigante que ahí allí. 

Según las leyes, si te pillan echando residuos que no corresponden ahí: te castigan. 

El lugar está tranquilo. Somos muy poca gente y cada vez que nos dispersamos casi podemos imaginar que estamos solos. De hecho, es fácil sentirse muy solo en este lugar. 

Golpeo una de las puertas dobles del colegio con los nudillos. En los casi tres meses que llevamos aquí no he visitado el lugar. Supongo que tengo miedo de volver a ver un aula, miedo de recordar el secuestro, miedo de revivirlo. Bueno, supongo que tantos miedos forman un único pánico. 

LA NUEVA SOCIEDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora