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Tres horribles pitidos penetran por la ventana de la habitación principal de nuestra casa. Sam se incorpora de golpe a mi lado y mira a todos lados con cara de asustado. 

-¿Qué ha sido eso? -le pregunto a Sam mientras me incorporo a su lado y salgo de la cama. 

-El despertador -responde Sam, frotándose los ojos, estirándose y bostezando-. Suena todos los días a las ocho de la mañana-. Si Davis estuviese aquí... 

Davis es el hermano mayor de Sam. Recuerdo a su hermano defendiendo a Sam en el patio del colegio cuando estábamos en primaria. 

-Pero no está -objeto antes de salir de la habitación. 

Será mejor que enfrentemos la realidad cuanto antes. Esto es todo lo que tenemos ahora. No hay padres, no hay hermanos mayores que se encarguen de ti, no hay hermanos pequeños de los que debas encargarte... 

Lágrimas ruedan por mis mejillas mientras trato de prepararme en el baño. Madison, mi hermana pequeña. ¿Qué estará haciendo ahora? ¿Habrán mamá y papá hablado con la policía? ¿Estarán interrogando a los alumnos y profesores? ¿Tal vez, revisando las cámaras de seguridad? 

Sam golpea la puerta. 

-¡He preparado unos cereales deliciosos que te esperan abajo! -grita desde el otro lado. 

-Gracias, Sam -susurro cuando abro la puerta del baño y salgo. 

-No hay de qué. No estés triste, Kate. Todo saldrá bien -asegura mientras me aprieta el hombro con suavidad y me mira a los ojos-. Nadie ha venido a buscarnos por lo de ayer y los trabajos que nos han tocado no suenan nada mal, ¿verdad?

Niego con la cabeza y bajo la mirada hacia mis pies descalzos. 

-No hemos venido a jugar a «Mamás y papás», Sam. Esta es nuestra vida. No somos adultos. 

Las palabras casi se me quedan atascadas en la garganta. 

-Perdóname por intentar ser positivo -suelta a la defensiva antes de entrar en el baño y cerrarme la puerta en las narices. 

Aguanto la respiración durante diez segundos antes de bajar las escaleras y sentarme en el salón para tomarme mis cereales. No ha pasado por alto el darme cuenta de que la comida no tiene marca. Los paquetes que envuelven la comida que nos han proporcionado están en latas sin etiqueta, en bolsas sin etiqueta... Todo sin ningún dibujo del logotipo de la marca o el nombre de la misma. 

Nos han desprovisto del capitalismo. Ahora todos los trabajos valen lo mismo. Todo el mundo gana lo mismo. Todos tenemos la misma casa. Todos tenemos la misma ropa. Lo único que nos falta es que nos restrinjan el número de peinados que podemos hacernos como si esto fuera Corea del Norte... 

-Tenemos que irnos -anuncia Sam mientras baja las escaleras-. Todos debemos estar en el trabajo a la misma hora. 

-¿Y después? -pregunto mientras tomo el libro de las «Leyes para el ciudadano de L.N.S» de la mesa. 

-Si tienes trabajo que hacer debes quedarte en el trabajo pero puedes ausentarte un rato si necesitas hacer algún recado -explica mientras salimos de casa. 

-¿Te has empollado todo el libro? -le pregunto entre risas. 

-No quiero cagarla y que me maten -responde con tono serio. 

Me aclaro la garganta. Sam tiene toda la razón. No sabemos lo que significa romper una regla aquí. 

Somos veinte chicos y chicas en total. Esa no es una cantidad tan grande como para que te encuentres a todo el mundo a la vez en la plaza, ¿verdad? 

LA NUEVA SOCIEDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora