Capítulo dos

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✶ EXTRAÑO ✶

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✶ EXTRAÑO 


Me trastorné a causa del enfado, y tan pronto, la sensación de miedo se convirtió en un cabreo casi inexplicable. No tenía ni si quiera palabras para objetar.

Estaba más que convencida. Thomas había escondido el medallón en mi morral cuando estuvimos de regreso, no podía darle más vueltas al asunto. Tampoco pude encontrar ningún otro discernimiento por mi parte.

—Deja de jugar. —Colgué el teléfono y con hastío lo arrojé sobre la almohada.

Después de los minutos que me tomó volver a mis sentidos y vestirme con el pijama, avancé de regreso a la cama e intenté ignorar el vivo deseo por querer lanzar aquel espantoso objeto por la ventana.

Mi mente alcanzó a debatir en cuál resultaría ser un buen método para vengarme de Thomas, pero tan solo pude optar por dejarlo sobre el pequeño aparador arrinconado en una esquina de mi pieza. Tampoco tenía planeado devolvérselo, iba a hacer que me pagara con un buen susto, mas no sabía qué debía exactamente hacer. Tal vez buscaría consejo alguno de Connor y Gabe.

Abrí la puerta con un sonoro clic y salí al pasillo. Pensaba mejor con el estómago lleno.

Bajé por las escaleras, saltando una grada o a veces hasta dos. Mis piernas eran largas y debía agradecer ese aspecto. Mi altura remarcaba presencia y nada más que eso, aunque físicamente no había resultado un punto a favor en cuestión de conseguir novio.

Por suerte, las únicas dos personas con las que había logrado formalizar una relación, resultaron ser de mi altura o un par de centímetros más. Pero de todas formas, mi record no logró sobrepasar las dos semanas de aguante.

Había algo en ellos que no lograba comprender, o era muy posible que fuese yo quien desalineaba. No sabía si debía acercarme o esperar, qué debía decir, y es que no era muy buena con las palabras, pero sí que se me era mucho más fácil escribirlas, aunque lamentablemente en tiempos presentes eso ya no estaba bien visto. Es decir, muchas personas, incluyéndome, no son capaces de creer en otra cosa más que en lo que está frente de ellos, así que no sabía qué hacer, ni tampoco conocía nada del tema.

Simple y sencillamente, me hacía desconocedora de noviazgos y todos sus derivados.

Me detuve en seco al pie de las escaleras y observé con angustia las hojas de roble esparcidas sobre el suelo de toda la sala.

Mi madre iba a matarme.

Desplacé la mirada entre los sofás hasta dar con la puerta abierta a plenitud. El fuerte viento invernal se colaba de por medio y esparcía todavía más adentro las hojas humedecidas por culpa de la tormenta.

Me estremecí ante el frío y la conmoción mientras me abrí camino hasta la entrada. Tenía la impresión de que había cerrado la puerta con pestillo, entonces ¿cómo?

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora