Capítulo veintisiete

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✶  PÁNICO ✶

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✶  PÁNICO ✶


Seguí desorientada cuando me incorporé de golpe. Se me dificultó distinguir qué era real o cuáles se presentaron como memorias ajenas, porque todas sucedieron ante mis propios ojos como retazos. Pero de alguna forma conseguí distinguirlas al final.

Milo lo mencionó claramente, que iba a ver todo con ojos de quien había contemplado antes de sumergirme en su memoria. Era aterrador. Sobre todo esta última, porque no hacía más que provocarme un frío desgarrador en el pecho y un agudo dolor de cabeza. Invadir su memoria había sido como ingresar en un congelador falto de luz y sondear a ciegas, sin saber con qué cosas o... cuerpos podría encontrarme en el camino.

En medio de todo el grupo de imágenes hacía acto de presencia algún tipo de oscuridad de la que no lograba ser consiente, como si gran parte de cada suceso me enviara directo a un vacío. Tal y como ver una cinta antigua que por tan vieja se saltaba de una escena a otra, plasmando manchas en gran parte de la imagen.

Ignoraba la posibilidad para poder fisgonear en las sombras y evidentemente, podía efectuarse.

Tantos recuerdos en tan solo un momento hicieron que mi cabeza diera vueltas como un trompo... Haber visto al padre de Ashton entregarle el medallón a Renzo, ser ejecutor de lo sucedido con Ashton en el incendio, alcoholizarse durante lo que pareció ser bastante tiempo, escapar del sitio con el medallón aun sabiendo que había sido la causante del apagón. Todo desde una perspectiva completamente distinta. Y me inquietaba aún más preguntarme: ¿quién fue esa sombra realmente?, ¿por qué habría de haber hecho todo eso?

Cuando al fin la oscuridad se desprendió de mi vista, me sorprendió percatarme de que, en realidad, durante todo el tiempo mantuve los ojos muy abiertos. Nunca me desvanecí como había sucedido veces pasadas.

La sombra se alejó de mí, quedando suspendida mientras parecía inspeccionarlo todo con sumo cuidado.

El plano se abrió ante mis ojos, permitiéndome ver a Ashton esquivar al grupo de sombras prácticamente humanas que ya estaban sobre él. Eran veloces y mucho más amenazantes de lo que recordaba. Todas tenían un gran parecido, excepto una, a la que pude reconocer al instante. Y resultaba ser la misma que se había abalanzado sobre mí y casi mató a Natale: el trapecista.

Ashton se balanceó en el aire con agilidad, tratando de alcanzarme. No obstante, percibí un reconocido olor a quemado y tanto calor que por simple intuición le grité que no se acercara.

Respiraba con fuerza, su pecho siguió moviéndose agitadamente aún después de detenerse en seco.

Algo me calentó la espalda. Me sentí sofocada para el momento en que me vi ingresando en un túnel que parecía estar hecho de magma. El fuego subía, aproximándose a él e iluminándolo todo.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora