Capítulo cinco

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✶ SOMBRAS ✶

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SOMBRAS ✶


Horridos sonidos repiquetearon cuando varios objetos volaron por los aires para segundos después caer al suelo, provocando todo tipo de estruendos.

Sombras en la oscuridad, no era siquiera posible.

Nunca me había aterrado tanto. Tuve la impresión de que los segundos empezaron a transcurrir como horas.

Rápidamente intenté apartar los pupitres, pero el hecho de que estuvieran enredados unos contra otros, dificultaba bastante mi miedo por terminarla aplastando más.

Di varios pasos hacia atrás cuando todos los pupitres de pronto se alzaron hasta golpear la pared con brusquedad. Conseguí ver a Natale y sin pensarlo siquiera, quise acercarme. Pero poco antes de alcanzarla, mis ojos se clavaron estupefactos en la gota de sangre que resbaló por su frente y la sombra deslizándose en el techo, sobre ella.

Descendió, y de repente, la puerta a mis espaldas se abrió de golpe, permitiendo que la escasa luz del atardecer se filtrara. Soltó un estridente alarido —o tal vez fue mi grito— poco antes de esfumarse, dejando como evidencia un vapor negro que al par de segundos desapareció.

—Zara.

Vacilé al escuchar su voz y tambaleante volteé hacia una esquina, en donde la oscuridad todavía se hacía presente. Mis labios temblaron al verlo. ¿Cómo sabía mi nombre?

—Lo siento —se disculpó. Lucía apesadumbrado y yo ni si quiera sabía el por qué—. Hay que irnos.

—Pero Natale... —Sentí cómo las lágrimas amenazaron por empezar a salir. No pensé en por qué de repente, después de una semana, había decidido aparecer tan solo para decir que me fuera con él. ¿A dónde?

—Ella estará bien —aseguró. Le miré, porque de alguna forma su apacible expresión me resultó tranquilizante—. Pero siento decir que volverá.

Se me heló la sangre.

—¡Qué! ¿Por qué?

—Por ti. —Frunció el entrecejo, como si pensar en eso hubiese logrado molestarle.

Sentí los ojos hinchados y un nudo en la garganta que se estremeció ante el miedo. Pero no me echaría a llorar.

—¿A qué te refieres? —musité con la voz áspera.

—No debí haberme ido en primer lugar.

Arqueé una ceja, sin entender el significado exacto de sus palabras.

Las persianas volvieron a levantarse solas, poniéndome los pelos de punta.

—Corre, ve por tus cosas. —Su voz se volvió dura. Logró hacerme dudar todavía más, sobre todo, después de que varias bolsas se arrastraran por el suelo y sin que nadie las tocase si quiera.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora