Capítulo veintiuno

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✶ ASFIXIA ✶

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ASFIXIA ✶


Negué con la cabeza.

Alguna vez escuché decir que podríamos tener un semejante, un gemelo que no es específicamente nuestro hermano, que tampoco comparte ningún tipo de conexión sanguínea pero tiene ese gran parecido físico. No tenía conocimiento de todo lo que abarcaba el tema, y aun así, amargamente creí en esa escasa posibilidad, pero no hasta este punto. El parecido perfecto; un caso de diez.

—Tiene un gran parecido a mí —formulé incrédula.

Casi dejo caer la caja musical de mis manos. Seguía sosteniéndola con la extraña ilusión de que habría de esconder algún secreto. De otro modo, ¿para qué dármela?

Retrocedí balanceándome y a duras penas conseguí mantenerme de pie cuando me detuve. Sentí como si hubiera recibido un gran golpe en la cabeza.

No podía creer que la razón del silencio de Ashton estuviera enterrada bajo polvo en este mismo sitio. ¿Pero qué iba a sospechar yo, cuando él mismo me había traído la primera vez? Comenzaba a preguntarme si esas habían sido sus intenciones en un principio. Tal vez, si aquel hombre no hubiera aparecido, la hubiese logrado ver, ya que en realidad, no estaba muy lejos del mismo vagón en el que había visto el retrato de su padre.

—Lo sé mejor que nadie. Pero entenderás que no era algo fácil de explicar... Al principio me sorprendió. Cuando te vi la primera vez dudé bastante, el parecido es increíble, son como dos gotas de agua. Luego, te mostraste reservada y después estuvo el carácter. Por fuera son prácticamente irreconocibles, pero por dentro son dos personas distintas. —Se detuvo durante un instante, y al ver que no existió reacción alguna en mí, continuó—. Quise mostrarte y no pude. Tenerte con la duda no fue a propósito...

—Te disculpabas constantemente —interrumpí—, no solo mediante un «lo siento», también estuvieron los repentinos abrazos. No querías esconderme esto sabiendo que algún día iba a enterarme, ¿cierto? —Ironicé, sin la menor reserva de gracia—. Lo entiendo.

—¿En verdad? —No pareció seguro. ¿A quién iba a engañar?, yo tampoco lo estaba. Y quería confiar que sí. No pude evitar sentirme de algún modo desilusionada.

—No del todo, pero qué prefieres: ¿un cuarto oscuro a solas?, o ¿el mismo lugar pero con alguien haciéndote compañía?

—Compañía, la tuya —respondió al instante. Levanté una ceja y lo miré abstraída. Sonrió abiertamente, helándome hasta los huesos. Toda la sangre de mi cuerpo fue a parar directo a mis mejillas.

—Eso no cambia el hecho de que esperaste a que lo viera. Es... importante.

Su gracia se esfumó y preferí mirar de regreso al vagón.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora