Capítulo catorce

28K 2.6K 351
                                    


 ✶ INCÓMODO  ✶

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 ✶ INCÓMODO  ✶


Cualquier rastro de esperanza en torno a suponer que estaría bien, terminó por impedir que mis piernas se movieran. No lograba persuadirme de sí era lo correcto.

—¿Estás seguro de que estará bien? —Lo miré de reojo. Parecía imperturbable, pero molesto por alguna razón.

—Si se va ahora, confía en que estará bien. Mejor antes de que regresen.

Asentí con la cabeza. El punto es que dudaba mucho que fuera a irse. Y otra circunstancia muy aparte resultó ser que debido a lo mucho que desconocía del tema, mi confianza parecía desesperada por aferrarse a la fachada más justa en apariencia. Ashton encabezaba esa lista. Pero Thomas era mi mejor amigo.

«¿Qué es lo mejor para él?», pensé.

Sacudí la cabeza y sentí molestia.

—¿Crees que regresarán?

—Quieren el medallón, así que está confirmado. Pero todavía hay tiempo.

—¿Tiempo? —Hice una mueca.

Empecé a ser consiente de una sensación punzante en las sienes. Tenía la impresión de que si algún otro cristal se partía en la cocina, mi cabeza también se haría añicos.

Su silencio de nuevo me preocupó. Lo miré y su expresión me hizo percatar del pequeño y casi traslúcido rastro de duda. Seguía existiendo esa posibilidad de que hubiese algo más, algo que se me estaba escapando y, que así mismo, él parecía ocultar. Es en lo que su sigilo me hacía pensar, y claro, tampoco sabía nada de su historia, tan solo lo que Thomas me había contado.

¿Era Thomas en quien más podía confiar? Cada vez me convencía más de que así era.

—¿Qué sucede? —cuestioné.

No hubo respuesta.

Lancé una queja y me volví hacia la puerta, pero él se atravesó poco antes de que mi mano lograse rozar la perilla.

—No la abras.

Sus cetrinos se oscurecieron, destacándose rígidos al igual que sus hombros. Empezaba a delatar su ansiedad.

—Thomas es mi amigo desde pequeños, no voy a perderlo a él también.

Esa palabra dolía, y no quería pensar que había perdido a mi familia, deseaba descartar esa posibilidad y buscar manera alguna para traerlos de regreso, fuera cual fuera. Pero no sabía cómo. ¡No sabía casi nada!

Lo vi presionar los labios y mirar hacia la puerta con desdén.

—No creo que él...

—¿Que él qué? —intervine.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora