Capítulo once

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✶ SORPRESA ✶

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SORPRESA ✶


Contuve el aire en mis pulmones.

Su hablar era respetuoso, no siseaba, lo decía todo con tanta naturalidad. ¿Yo, su privilegio? ¿Cómo debía tomarme eso, cuando evidentemente había algo más de por medio?

Volví a respirar, percatándome de que me hacía falta el aliento.

—Hay algo que no entiendo —confesé—. ¿Por qué el medallón se queda conmigo?

—La verdad es que todavía no sé cómo funciona. Por razones que desconozco, regresa a ti cuando en realidad el sucesor de él resulto ser yo. Así que si no puedo llevármelo, tú vendrás conmigo.

—¿Ir a dónde?

De pronto insinuó una sonrisa que me hizo sentir el suelo vibrar bajo mis pies.

—¿Puedo? —preguntó. Y sin saber por qué, accedí.

Asentó su mano en mi cintura provocándome escalofríos y como si se tratase de una elegante danza, caminó a mí alrededor hasta detenerse justo detrás. Con sencillo vigor me abrazó la cintura, juntándola contra su cuerpo glacial.

Me tensé.

—A todas partes —agregó—. Conocerás el mundo desde otra perspectiva, la mía. Además, francamente quisiera evitar otro encuentro desagradable con aquel espantajo exhibicionista.

No pude evitar soltar una risilla a causa del sarcasmo egocéntrico fingido y mis nervios por tenerlo demasiado cerca.

—¿No es normal ver a personas semidesnudas en los circos?

—No lo niego, exceptuando que la presentación conlleva mucha más elegancia. No vamos corriendo en pantalones fuera del escenario —ironizó.

Mis mejillas enrojecieron al imaginar esa escena con Ashton. Sacudí la cabeza al disimulo.

—¿Nunca has asistido a uno?

—Para ser sincera, hoy era mi primera vez.

Cuando me di cuenta, lentamente volvimos a levitar en el aire. La sorpresa me invadió y como efecto lo abracé. La vergüenza quiso hacer de las suyas, pero no iba a correr el riesgo de soltarme.

Escuché su débil risa mezclarse con el sonido del viento, casi parecían campanadas graves. Y, sin embargo, mi mayor atención fue redirigida hacia la feria debajo de nosotros.

La aflicción volvió a dominarme al pensar en qué podría hacer yo para sacar a mi familia de ahí.

—¿Te dan miedo las alturas? —Lo escuché dudar. Tuve la sospecha de que la pregunta iba en referencia a mi última reacción vergonzosa, cuando salimos disparados de aquella bodega con cimientos sintéticos y yo había cerrado los ojos cual niña pequeña.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora