Capítulo 26

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Un gran número de policías antimotines se ubicaron en el perímetro de la entrada de la universidad. Se bajaron de grandes camiones y empezaron a irrigarse por el sector. Con ellos llegó una ambulancia. Noté a un anti-motines que sobresalía porque daba instrucciones con sus brazos al tiempo que hablaba por su intercom.

La multitud de estudiantes se ubicó a prudente distancia de donde se instalaron los antimotines y, comenzaron a gritarles.

Nosotros, presentes, pero en la parte de atrás de la multitud, nos mirábamos intentando darnos la confianza necesaria para unirnos en el alegato. Entonces un estudiante se acercó.

—¿Hey, usted es el del cineclub? —me dijo.

Yo le respondí titubeando,como si necesitara tiempo para sopesar las consecuencias de mi respuesta.

—Bueno lo que pasa es que...hablamos de que ustedes podrían ayudar.

Miré a mis compañeros quienes ya se habían acercado al estudiante.

—Por supuesto que sí, de hecho queremos ayudar —respondí con mayor seguridad.

—¡Qué bien!... lo que pasa es que... como pueden ver esto apenas comienza y pues... pensamos que es necesario retener a los estudiantes en el campus, y consideramos que unas funcioncitas de cine ayudarían —nos contó el estudiante,hablando fuerte, acercándonos con sus brazos para que sus palabras nos llegaran a pesar del griterío circundante.

—¡Claro que sí... esa es una buena idea! —dije ante el silencio de mis compañeros.

Drugo y Tarot hicieron gestos de aprobación mientras Karenino se quedó indiferente, y las cineclubistas escuchaban con evidente emoción.

—¡Excelente!... entonces no es sino que digan si necesitan ayuda. Ya conocen al Representante estudiantil... —Esperó a que confirmáramos con gestos—Perfecto... yo trabajo con él, no es sino que nos pidan cosas y nosotros ayudamos, además... —Hablando en voz más baja— Es importante convocar el mayor número de estudiantes porque así... no se aparecen los capuchos.

No le contestamos nada más,nos limitamos a hacer gestos confirmando que habíamos entendido.

El estudiante finalmente se alejó introduciéndose entre la multitud y sus gritos para los anti-motines.

—¿Los capuchos? —nos preguntó Clarissa.

—Los encapuchados...espantos de universidad pública... ¡pero claro, si tú vienes de una universidad privada!... siempre aparecen con estos problemas —le contestó Drugo.

—Sí... y aparecen para aumentarlos —complementó Tarot.

—¡Hey pilas que pueden estar ya acá! —les previne.

—¡En serio!... ¿reconocen a alguno?... —intervino Laura con entusiasmo y mirando hacia varias partes.

—Imagina la elegancia de Drugo y, agrégale un horrendo pasamontañas y ahí lo tienes—sentenció Karenino irónicamente.

Todos nos reímos menos Drugo, y cuando éste iba a responder apareció Virginia, con su novio.

—¡Hola muchachos... los estaba extrañando!

—Quien la manda a perderse—le dije.

—¡Sí... somos nosotros los que tenemos que decirte eso! —le reprochó Clarissa.

—Con unos amigos de la facultad de administración vamos a inundar las redes para que se venga el resto de la universidad —mencionó Virginia a modo de excusa y tratando de sacudirse los reproches.

—¡Nosotros vamos a proyectar cine! —le dijo Tarot con suficiencia.

—¡Sí sí, vamos a dar buen cine! —precisó Clarissa.

—¿Y eso de qué sirve?—sorprendió el Novio de Virginia con gesto petulante.

Se hizo un silencio de hierro entre nosotros, rodeado del griterío de la multitud que no bajaba su intensidad. Y antes de que el hierro se comenzara a oxidar por nuestra rabiecita, Virginia pasó a mirar a su novio con gesto de censura, mientras Clarissa volteó sus ojos y labios a Laura a Tarot y a mí, comunicándonos con ello su grado de fastidio.

—Bueno eso depende del punto de donde se mire —finalmente dije, con mi eterna vocación diplomática.

—Ok... si usted lo dice—mencionó el Novio de Virginia con una sonrisa impostada.

—¡Y yo también lo digo!—dijo Drugo mirándolo con aire retador.

—¡Y yo! —se unió Laura con una sonrisa igualmente impostada.

—¡Bueno... nosotros ya nos vamos... en un momento les caigo!... ¿dónde van a estar? —intervino Virginia apretando el brazo de su novio.

—Haciendo cosas que no sirven...—dijo Clarissa con aplomo— Creo que en el auditorio sacando los equipos... y de ahí... —mirándome a mí— De ahí ala plaza.

Yo le confirmé su idea con una franca sonrisa, mientras Virginia junto a su novio se alejaba introduciéndose entre la multitud.

—¡Como maluquito ese man!—dijo Drugo gesticulando.

—¡Maluco y medio! —confirmó Clarissa.

—¡Es odioso... no sé qué le ve Virginia! —mencionó Laura.

—Debe ser un amante de Steven Segal —lo definió Karenino, provocando de nuevo nuestras risas.

—¡O de Jean Claude VanDame! —quiso ampliar Drugo.

—¡O del cine de Jenifer López! —me uní a la inquisición cinéfila.

—¡Pero sin La Célula! —me censuró Karenino con mirada rabiosa.

—¡Sí La Célula es excelente! —celebró Laura abrazando a Karenino quien, de todas formas la miró por encima del hombro.

—¿Y tú qué piensas Tarot?—preguntó Clarissa con evidente doble intención.

—Pienso que... la idea de la plaza es excelente, allá debemos proyectar —contestó sagazmente,cambiando el curso de la conversación.

—¡Claro... proyecciones al aire libre! —volvió a celebrar Laura.

—Usemos la pared del mural del Pipicasso de pantalla —propuse.

—¡Buenísima idea! —me secundó Clarissa.

—Y así demostramos que el cine sirve para algo —pontificó Tarot.

Todos lo miramos y aprobamos gustosos su punto de vista. Nos fuimos rumbo al auditorio, con la persistencia de los gritos de la multitud para los anti-motines.



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