Capítulo 53

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¿Qué pasó con Karenino? Pues, para responder la pregunta habría que retroceder, llevar mis recuerdos para antes del disparo. Habría qué hacer un flash back, uno grande, el segundo en esta historia.

Cuando llegamos a la casa del Pipicaso, ocurrieron más cosas... cosas importantes que ahora cuento.

Yo vi la casa en medio del bosque, y entonces hice una señal con mi brazo para que todos se acercaran. Habíamos llegado al final de nuestra búsqueda, habíamos encontrado al protagonista de nuestro documental en ciernes.

Mi recuerdo dicta lo siguiente: Estamos los siete sentados al borde de una gran mesa de madera. El Pipicasso se acerca y desocupa la mesa de una gran cantidad de artículos. Todos nos miramos un poco desconcertados. Entonces el Pipicasso comienza a servirlnos el almuerzo, pero trastabilla. Yo me paro a ayudarlo, lo mismo hace Clarissa, pero el Pipicasso insiste en servirnos. El señor tiene tufo a licor, situación que todos confirmamos al ver que cada vez que deja un plato sobre la mesa bebe de una botella de licor que extrae de su saco.

Al rato, estamos todos bajo la sombra de un árbol, excepto Drugo.

LAURA: ¿Qué creen que dirá?

VIRGINIA: No lo sé... la verdad me parece que no podemos esperar mucho de él.

CLARISSA: ¡Se abrió la puerta!

En ese momento sale de la casa Drugo, y se dirige hacia nosotros. Karenino está particularmente tenso.

CLARISSA: ¿Qué pasó muchachos?

DRUGO (Visiblemente apocado): Dijo que no.

KARENINO (Después de un extenso silencio): ¡Y usted aceptó ese no!

DRUGO: ¡La verdad es que ese cucho ya no sirve para nada... apenas si se sostiene en pie... mal haríamos grabándolo así!

TAROT: De hecho sería peor para la leyenda del mural que se mostrara como un borrachín.

CLARISSA: Pues es cierto... ya Laura tiene algunos planos... de pronto con ellos podemos terminar el documental.

KARENINO (Visiblemente molesto y con los ojos vidriosos): ¡Cuál documental... ustedes aún creen que vinimos a hacer un documental!... ¡Acaso no les dijo nada esos teatros cerrados que vimos!

DRUGO: ¡Por favor Karenino... no hay nada que hacer... el cucho dice que ya no le incumbe lo que pase con su mural... que eso es un asunto nuestro... que él ya hizo lo suyo y que ahora nos toca a los jóvenes hacer lo nuestro!

No recuerdo haber intervenido en esa conversación, sólo haberme limitado a observarlos, pero, principalmente a detallar cómo Karenino parecía transformarse con cada segundo que pasaba. Por eso fui el primero en ver cuando las lágrimas se soltaron de sus ojos.

KARENINO (LLORANDO): ¿Recuerdan cuando fuimos la envidia de todo el sector alterno y cine clubista del país?... (LUEGO LES HABLÓ SOLO A LAS MUCHACHAS): ¡Se programaron dos funciones a la media noche, exclusivas, de dos obras fílmicas dirigidas por Andy Warhol. Eran las películas "Sangre para Drácula" y "Carne para Frankenstein" en formato de cine de 35 mm. Esas copias de coleccionista estaban en un estado tan delicado, que no las habían podido proyectar en variaos intentos hechos en otras ciudades, y fue sólo en los fantásticos proyectores de Filmspotting, que se pudieron pasar completas!

Laura, Clarissa y Virginia se conmovieron instantáneamente, casi lloraron. Nosotros seguimos ensimismados escuchando.

KARENINO: ¡Siempre supe que ese lujo que nosotros y las personas que llenaron el teatro a la media noche, incluso sentadas en los pasillos, nos lo pudimos dar, no precisamente por los delicados piñones y la velocidad variable de las máquinas, sino, y de esto estoy seguro, porque tenemos el poder de inventarnos el final. Así que después de ver esos teatros muertos que nos guiaron hasta acá, como si fueran espíritus asesinados que quieren su venganza... qué claman por el entierro digno que no tuvieron... el qué se merecían maldita sea... no vamos simplemente a darnos la vuelta y a regresarnos con las manos vacias!

DRUGO: ¡Pero qué quieres que hagamos!

KARENINO (Gritando): ¡Lo que nos toca... defender ese mural... esa pared que es el nacimiento de tantas historias... esa leyenda que hace a nuestro público en la universidad... esa metáfora... es que no lo ven!

Entonces, contagiados de repente, todos nos animamos ante las emotivas palabras.

KARENINO (Dirigiéndose con decisión a Tarot): ¡Tarot... tira las carátulas!

Tarot dudó un poco y, comenzó a barajar.

KARENINO (Gritando): ¡Tíralas ya!

Ante la emoción de todos cae primero la carátula de "La Naranja Mecánica" de Kubrick, luego la de "Ocho y medio" de Fellini, y por último, la de "Persona", de Bergman.

KARENINO (Suspirando con gran satisfacción): ¡Hablaron los grandes!

Y ahí ocurrió lo impensado.

Karenino, ante el asombro de todos, caminó con decisión hacia la casa del Pipicasso. Entró y cerró la puerta tras de él. En ese momento todos corrimos hacia la casa. Alcanzamos a escuchar ruidos de cosas que caían. De pronto se abrió de nuevo la puerta. Y salió Karenino arrastrando al Pipicasso.

KARENINO (Mientras arrastra al Pipicasso con gran decisión): ¡Ya tenemos el final... nos devolvemos!

Nosotros aterrados le gritamos que se detuviera, que pensara mejor lo que estaba haciendo. El Pipicasso apenas si lograba emitir unos ruidos guturales por su borrachera.

KARENINO (Ordenándonos): ¡Traigan todas sus cosas para pintar con el pene!

Tarot no lo pensó ésta vez, corriendo se introdujo en la casa. Virginia animada por él también lo hizo. Drugo decidió alcanzar a Karenino y le ayudó con la carga ebria.

De la casa del Pipicaso se recogieron diferentes artículos: chalecos y artefactos de cuero, arneses, lazos, poleas, brochas, pinturas, y todo objeto que correspondía con la posibilidad de servir para pintar un mural con el pene.

Cuando al fin llegamos al microbús escolar, las palabras se extinguieron. Todos viajamos callados, pensativos. Pero en la parte trasera del microbús sí había ruido. Dormido plácidamente, el Pipicasso roncaba con fuerza, sin saber que se dirigía de retorno a la ciudad, secuestrado por cineclubistas que tenían mucha experiencia viendo secuestros en las películas.

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