Capítulo 48

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Una decena de encapuchados, después de que uno de ellos escucha y cuelga su celular, se introducen al alcantarillado. Recorren un camino húmedo y oscuro. Toman entre todos un poste metálico grueso y pesado que estaba en el piso de la alcantarilla. De pronto se ubican frente a ellos Virginia y Clarisa acompañadas por al menos de una decena de estudiantes mujeres. Todas ellas comienzan a desvestirse frente a ellos.

Mientras tanto, en la vía principal interna del campus universitario, desde los restos de sillas y mesas que habían conformado la segunda barricada, que habían puesto los estudiantes para frenar el avance de los antimotines, el coronel, el líder de los antimotines, observa cómo se acercan el grupo de estudiantes en calzoncillos rojos y con el torso desnudo.

Yo miro en el asfalto la tapa metálica de alcantarilla que me indica que debemos detenernos.

Mi pequeño ejército, esos estudiantes disfrazados, observan con preocupación el nutrido grupo de antimotines que tenemos al frente. El nerviosismo es tal, que parece sacarnos a todos, de entre las panzas anti-sexis, unos abdominales latentes por el mero esfuerzo de parecer valientes.

El asistente del coronel se acerca hasta él.

—¡Coronel, y ahora con qué nos van a salir estos revoltosos!

—Traigan la tanqueta —contesta sonriente saboreando un futuro que se inventa.

— Águila imperial a águila 1. ¡Acerque el dragón! —dice el asistente por su intercom.

En la primera barricada: La tanqueta ruge. Sus grandes llantas comienzan a rodar.

Tarot se acerca a mí, que apenas logro mantenerme en pie mientras miro hacia los anti-motines con prepotencia troyana fingida.

—Son muchos. Y el jefe de ellos parece salido de una película —me dice de pronto Tarot.

—¿Y se supone que yo qué parezco entonces?

—¡También pareces salido de una película... por supuesto que sí! Sólo que él parece de una película de mayor presupuesto —me contesta apenado.

Observo a Tarot con cierta furia troyana, verdadera, y, éste me esquiva la mirada. De pronto suena mi celular, que lo tenía sujetado a la cintura por el calzoncillo.

—¡Perfecto, nosotros ya estamos en posición! —informo, y luego me dirijo a mis hombres—, ¡ya están abajo!... ¡TROYANOS, LLEGÓ EL MOMENTO, TENEMOS QUE CUBRIR LA TAPA!

Inmediatamente los cuarenta estudiantes disfrazados se acurrucan de una forma específica, armando con sus escudos un caparazón gigante, como en la película "300".

—¡Coronel observe! —dice el asistente anti-motin.

El coronel observa el caparazón que hicieron los estudiantes.

En ese momento llega la tanqueta y se estaciona al lado de él.

—¡TRANQUILOS TROYANOS, RECUERDEN QUE DEBEMOS PROTEGER ESTE PUNTO HASTA EL FINAL. NO OLVIDEN, YO LES AVISO CUÁNDO SE MUEVEN! —digo con una tranquilidad que no me conocía, mientras miraba por un agujero en el caparazón de escudos improvisados.

Giro y miro la tapa de alcantarilla que está justo en el centro de la formación, y un tic-tac empieza a retumbar en mi cabeza.

Tarot libera una de sus manos y toma las carátulas de DVD que tiene sujetadas a la cintura. Lanza al asfalto tres de ellas, volteadas, como si fueran cartas de tarot, las gira para apreciar el frente y, se entera de que en dos de las carátulas hay muertos y la tercera es la de la película "El diablo sobre ruedas" de Spielberg, con la imagen del gran camión amenazante.

Ruge la tanqueta fuertemente. El coronel se coloca su casco de anti-motín que se diferencia en algunas formas de los cascos de sus hombres, y luego se introduce en ella.

Entonces la tapa de alcantarilla se mueve.

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