—Adoro estar soltero. Adoro mi libertad, el sexo, el coqueteo sin culpa. Tengo tantas opciones. Esto es vida.
Archer estiró los brazos por encima de la cabeza dejando que la playera sin mangas se le subiera por el estómago exponiendo su piel bronceada. Las miradas del grupo de chicas a las que había estado echando el ojo toda la tarde se acompañaron de sonrisas lascivas en su dirección.
—Sabes que el rollo se te cortará en algún punto, ¿no es así? —Su amigo de conquistas Paul negó a su lado siguiendo su mirada. —Vas a enamorarte tanto, tan mal. De alguna chica de mente estrecha, de seguro.
—Bien puede ser de algún tipo bien parecido. —Archer le siguió la corriente, recordándole de paso su gusto por ambos sexos.
Paul le miró enfadado. Archer era todo risas, jamás tomando los asuntos con seriedad.
—Entonces de algún tipo que esté profundamente en el closet, uno que no te reconozca. Que rompa tu corazón, que te haga maldecirlo.
—Vaya, gracias por tus buenos deseos. Pensé que eras mi amigo.
—¿Lo soy? Así es como funciona el amor. Es algo asqueroso de presenciar.
Se quedaron en silencio unos minutos dándole sentido a esas últimas palabras. El entrecejo de Archer se frunció, marcando una profunda "V" que le hizo lucir confundido. Odiaba tener que darles profundidad a las cosas, le hacía ponerse de mal humor.
—Eres un aburrido. ¿Es que el vendedor escupió en tu helado? —dijo mirando con intención al conito de chocolate que su amigo lamía con calma. Al ver que había conseguido picarlo, Paul sacó excesivamente su lengua para completar la acción y lamer las gotas que se derramaban. Archer se alejó en dirección a las chicas que miraban abiertamente hacia él. Necesitaba despejarse y él conocía una muy buena manera para hacerlo.
El recuerdo de esa tarde, de aquella charla, se alejó de Archer junto con la respiración lenta que dejó salir para no despertar al chico que dormía acurrucado apretadamente contra su costado. La cabeza castaña, de pelo largo enmarañado tras una sesión de besuqueo pasando las manos por él, se removió con lentitud al inquietarse su dueño. Roland habló en sus sueños, su mano serpenteó por el pecho de Archer hasta aferrarse a la tela por el frente de la camisa, atrapándola en su puño. Siguió dormido.
¿Cómo había llegado a eso? ¿A compartir una cama en vez de tener relaciones en ella? ¿En qué momento había comenzado a sentirse cómodo con ser usado como almohada? Peor aún, a disfrutar serlo. A atesorar las respiraciones emitidas por su compañero y preocuparse de no importunarlo con tal de poder apreciar su rostro relajado, y considerarlo dulce y hermoso.
Jodido cristo, estaba tomado por las pelotas.
Si alguien se enteraba de tal cosa, se reirían a su costa. Sus amigos, por encima de todo el mundo, se lo restregarían en el rostro. Él, que rehuía de todo aspecto de las relaciones, que se horrorizaba de solo oír hablar de emociones. Que apenas podía formula la palabra sentimientos sin morderse la lengua, estaba ahí... enamorado.
Había pasado.
En sus cortos diecinueve años de vida.
Había pasado al fin.
Qué putada.
Roland volvió a removerse, esta vez estirándose, despertando de su sueño de media tarde.
Archer se volvió a mirarlo ofreciéndole una sonrisa de inmediato. Una que ni siquiera sabía de dónde provenía, pero que no podía contener.
—Hola, dormilón. ¿Qué tal esa cabeceada? Creí que me habías llamado para terminar el trabajo de algebra, no para escuchar tus adorables ronquidos.
Las mejillas de Roland se sonrojaron. Él no roncaba realmente, pero con tal efecto, Archer se negaba a desmentir sus palabras.
—Te llamé para algebra, sabes que se me da fatal. Pero estabas aquí y... comenzaste a besarme, entonces... solo me sentía tan mareado...
Sí, yo también. Archer pensó, inclinándose para besar las acaloradas mejillas del otro chico. Yo también me siento mareado. Encontró sus labios y los rozó con devoción. Definitivamente mareado. Le tomó el rostro con delicadeza, para inclinar su cabeza y hacer más intenso el contacto. Debo de sufrir de vértigo. Sus piernas se enredaron, las manos se deslizaron por sus espaldas, sus abdómenes, bajo la tela de sus ropas...
Un golpe en la puerta los sobresaltó a ambos, Roland salió fuera de la cama en un parpadeo, y su hermanito asomó la cabeza.
—Chicos, mamá dice que la cena está servida. —anunció pasando la mirada de Roland a Archer. —¿Todo bien?
—Claro, ¿por qué? —Su hermano contestó pasándose las manos por el pelo. —Solo estábamos estudiando un poco.
Archer miró el edredón revuelto, negándose a ver la expresión de Thomas cuando se diera cuenta de que los libros de estudio y los cuadernos estaban cerrados sobre el escritorio a una distancia considerable de ellos.
—Luces... extraño.
Roland dejó escapar un risa torpe.
—No sé de lo que hablas. Anda, dile a mamá que ya vamos. Necesito usar el baño.
Thomas dio otra mirada curiosa, encogiéndose de hombros.
—Correcto.
Tan pronto la puerta se cerró, Roland cayó contra la cama de nuevo, buscando el torso agitado de Archer, restregando su rostro contra él, como si de un cachorrito en busca de atención se tratase.
—Eso estuvo cerca. —habló desabotonando la camisa para pegar sus labios a la piel que descubría. —No debe atraparnos, ¿te imaginas el desastre que sería?
Archer se quedó allí, recibiendo las atenciones y sintiéndolas a medias. Lo cual era simplemente perfecto, ahora su cuerpo estaba atado a su mente. Y su mente era un torbellino.
Sí, de seguro que sería un desastre ser atrapado besando al chico que le gustaba.
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Y entonces Archer se enamoró #2
RomanceTodos hemos escuchado de algún pobre baboso; hermoso, pero corto de luces, que va por la vida a sus anchas, hasta que se ve reducido a menos que un gusano de agua puerca cuando el amor lo golpea arrojándolo a sus rodillas. Esta es la historia de uno...