PARTE XII

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—Quiero follarte.

Roland abrió los ojos dándole a Archer una mirada asustada.

—Cuando dije que no me he acostado con ningún tipo, lo dije en serio. —Recordó.

Archer tragó una risa. Estaba ebrio, pero no lo suficiente para perderse la nota de miedo detrás de esas palabras.

—Puedo hacerte pasar un momento increíble, créeme. —dijo saboreando el cuello de Roland. Sabía a sudor y colonia. —Pero no soy un idiota, no voy a hacértelo aquí. —El cuerpo de Roland se relajó considerablemente bajo sus manos. —Tú me lo harás.

Sin darle tiempo a pensar, Archer se le subió a las caderas a horcajadas. Llevaba un delgado short de jeans gastado y se arrebató de un tirón la playera polo por encima de la cabeza.

En la poca luz, Roland apreció su cuerpo bronceado, el pecho con escaso vello; el vientre plano, a lo sombra de estar marcado, oblicuos profundos y la línea oscura que iniciaba en su ombligo y se perdía en el interior de la pretina de sus boxers. Archer soltó el botón de su short y bajó el cierre. Entonces le sostuvo la mirada.

—Wow —articuló embelesado. Roland se inclinó sobre sus codos, lamiéndose los labios de pronto secos. —Eres...

—Lo sé.

Archer tomó el rostro de Roland y lo acercó al suyo para que le mirase y no hubiese duda de que escuchaba lo que tenía para decir.

—Te vi el primer día que llegaste. No sabía nada sobre ti, aun sé muy poco y me interesaste. —Roland abrió mucho los ojos, sorprendido, maravillado y perdido. Archer contoneó las caderas, arrancándole un gemido que recibió sobre su boca suspendida a centímetros. —Quise tenerte justo como ahora. Eres hipnotizante de alguna manera.

Roland tragó.

—Si no quieres esto, habla ahora o calla para siempre. Una vez que se empieza, no hay vuelta atrás.

La respuesta que recibió fue un ardiente beso.

Archer gimió fuerte. Él era ruidoso, le gustaba expresar lo que estaba sintiendo a cada momento, así es como vivía su vida. No iba a controlarse en el sexo. En especial en el sexo. Se fijó en que Roland llevaba una goma en el cabello que le sujetaba una pequeña coleta, la soltó y se aferró a los cabellos. Eran gráciles, suaves, perfumados. Un ancla perfecta para que el mundo dejase de girar tanto. Roland le estaba besando con fervor, sorbió su lengua, lamió sus labios, chocaron sus dientes.

Ellos iban a ahogarse así. Y qué mejor manera de morir.

Roland le sujetó por la espalda baja. Archer se peleó con la camiseta de Roland, sacándola a tirones de su cuerpo. Le besó la frente. La sien. La mejilla y el punto dulce detrás de la oreja. Él estaba jadeando. Roland le presionó hacia abajo y Archer tuvo que moverse. Él necesitaba moverse. Necesitaba roce. Fricción de cuerpo a cuerpo.

Archer colocó una mano a cada lado del cuello de Roland para mantenerse besándolo mientras lo montaba con la ropa puesta. Podía sentir la considerable erección de Roland dura contra sus nalgas. Podía sentir su propia erección palpitante presionándose contra el abdomen de Roland. Él estaba tembloroso, dolorido, acalorado.

Roland ancló sus caderas hacia arriba buscando acompañar los movimientos de Archer.

—Eres tan caliente —Archer dijo rompiendo el beso. Él sonaba ronco y desordenado. Él era un desastre y aun no empezaba lo bueno. —Necesito ir más rápido.

Y entonces Archer se enamoró #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora