PARTE XIII

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—Excelente señor Booth, —Una mano cayó sobre su pupitre sobresaltándolo. —a este ritmo conseguirá reprobar mi clase.

El profesor Martz se alejó dejando atrás su examen, Roland miró sin impresionarse el brillante rojo en la esquina de la hoja. Él se había esperado aquello. Si antes era pésimo, ahora ni siquiera lo intentaba.

El maestro se paseó entre los puestos entregando el resto de los trabajos y haciendo comentarios mordaces. Roland quiso arrugar su hoja y tirársela en la cabeza. Dos puestos más abajo, siguiendo la misma fila en la que él se estaba sentado, el pupitre estaba vacío. El puesto de Archer, por las ultimas dos clases había estado ausente.

Roland sabia que la clase para Archer era pan comido, tenia una buena asistencia y sus notas eran un relajo, así que podía darse el lujo de no estar presente pero el faltar a clases no era cosa de él. Mucho menos cuando era una que se tomaba solo una vez a la semana.

Roland no quería pensar que su ausencia era una cosa por evitarlo. Aun cuando ellos no se habían visto, quería pensar que Archer no llegaría tan lejos.

Él no podía haber dicho en serio aquello de no conocerse, era ridículo, sobre todo porque en algún momento ellos no habían querido salir del radar del otro.

—Eres tan adorable. —La voz rasposa y somnolienta de Archer susurró en su oído. Él había gemido hasta venirse, hasta que Roland le hizo venirse. Se acurrucó mas estrechamente entre sus brazos apretados sonriendo orgulloso por ello.

—No lo soy, ya deja de decirlo.

—El hecho de que te pongas todo mimoso después del sexo no ayuda a tu causa —Archer se burló. Restregó su nariz contra le mejilla de Roland solo respirándolo. Olía a sexo, sabía a sexo, estaba pegajoso por el sexo.

—Adoras mofarte de mí.

—Te adoro a ti —Archer hizo énfasis. Los dedos de los pies de Roland se curvaron con satisfacción. Él no necesitaba decirle, pero estaba desarrollando alguna clase de necesidad por escuchar de los labios de Archer cuanto le gustaba. Varias veces a la semana, al día, se encontraba buscando las palabras y cuando estas llegaban era como un perrito a quien le tocaba salir de paseo. Si tuviese una cola, esta se estaría agitando como una condenada enérgica.

Roland respiró en el cuello de Archer.

Llevaban un rato abrazados, ya habían tenido sexo tres veces ese día, en esa tarde y la ultima sesión había ocurrido hacía solo unos minutos. Había sido demoledora. Porque con el afán de no dejar a Archer demasiado dolorido, las caricias lánguidas habían sido quienes comandaran el acto. Roland había besado la nuca de Archer, entrando y saliendo de él tomándose su tiempo, sintiéndolo y amando la forma en que le sostenía. Como si calzara allí, como si no quisiera dejarlo ir. Los músculos internos de Archer siempre estaban a la espera por él y se adaptaban con tanta facilidad ahora que el sexo era regular.

Archer siempre estaba listo.

Roland suspiró.

—Deja de suspirar, suenas a un enamorado. —Una de las manos de Archer jugó con su cabello. —No es que fuese una mala cosa, me sentiría alagado como la mierda.

—No estoy suspirando —dijo Roland dejando salir su respiración lentamente, contradiciendo sus palabras.

Archer hizo un ruidito de incredulidad, sin acotar nada. Llevó sus atenciones a la sensible espalda de Roland, marcándolo con sus uñas romas arriba y abajo en cómodo silencio. Roland se estiró, arqueando su columna al borde del sueño.

Y entonces Archer se enamoró #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora