PARTE XIX

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Como todo tiene que tener un fin en algún momento, las vacaciones lo hicieron.

Archer se preparó a sí mismo y se prometió que, sin importar nada, aquel sería su mejor año. Y que no tendría distracciones innecesarias.

Durante el descanso, se dio el tiempo de caer en cuenta de sus propios errores al tratar con sus amistades, su padre y como no, sus relaciones amorosas, incluso si estas tomaban solo un par de encuentros.

Se dijo que cumpliría con sus estudios y no más. Que buscaría un empleo para llenar el tiempo vacío y si es que no tenía suerte en ello, se la pasaría con sus amigos, devolviéndoles la mano por todas las veces en que no había sido el mejor amigo del mundo.

Todo estaba claro.

Todo estaba muy bien.

Hasta que llegó a la facultad y al pasar por el pasillo de los lockers lo primero que vio fue a Roland Booth.

—Oh mierda —Paúl chocó con su espalda al no notar que se detenía. —No otro año de esto. Por favor, te lo suplico, necesito bajarle al drama que me rodea, me siento como en telenovela mexicana.

David, que se había aguantado varias semanas del constante parloteo de Archer sobre Roland, se rio y siguió de largo. Para él, el año no iba a cambiar. Barbie le siguió y gruñendo bajo, Paúl también.

Archer se quedó muy quieto, hasta que Roland cerró su locker y lo notó.

Sus ojos se abrieron en grande. Ambos se congelaron por el tiempo de un latido, y entonces Roland sonrió.

Archer era un tipo follable. De buena imagen. La fantasía de muchos en la universidad, de algunos profesores incluso. Era difícil mirarle y no imaginarse sobre él, detrás de él. Dentro de él.

Roland en cambio, era corrompible. Su rostro inocente y su cuerpo de chico dulce daban la idea de hacer toda clase de cosas sucias con él. De doblegarlo. Ponerlo sobre su estómago y follarlo hasta el cansancio. Hasta que su tentadora boca estuviese enrojecida y seca de gemir.

O al menos eso era lo que Archer pensaba.

Y lo pensaba mucho.

Llevaba pensándolo exactamente un año.

Pero en ese preciso momento, no pensó en ello. Solo en lo mucho que desearía ser capaz de abrazarlo.

—Hola —Roland se acercó hasta él. Llevaba un libro bajo el brazo. Tenía unas arruguitas en los ojos al mirarle. Su rostro sonrosado y los labios enrojecidos. Se veía como un encanto.

Archer se tomó un momento para que, sea lo que fuese que había comenzado a aletear en su estómago se calmase.

—Hola. —dijo al fin. —Te ves diferente. ¿Fueron buenas tus vacaciones? —Se mordió la lengua por no peguntar lo que quería saber.

—Lo fueron. No estuvieron tan terribles. —Él le miró cuidadosamente, tomándose su tiempo de absorber su imagen. —Me siento diferente.

—¿Cómo es eso? —Archer tomó un paso hacia él y el timbre sonó. Él maldijo entre dientes, pero Roland tocó su brazo llamando de vuelta su atención. Su tacto se sentía diferente.

—Te lo diré luego, primer día no puede comenzar con atrasos. —Y se fue. Archer le miró extrañado. Roland actuaba casual, libre de tensión. Libre de todo.

Archer se sacudió.

—Nuevo año, nuevo todo, nuevo año, nuevo todo —Comenzó a caminar, repitiendo aquello una y otra vez en voz alta. Se ganó un par de malas miradas a lo largo de los pasillos a las que les enseñó el dedo medio. —Nuevo año, nuevo todo, nuevo año... ¡a la mierda todo! —Sacó su celular y llamó a su amigo Cameron de Lacrosse. —Fiesta de inicio de año en tu casa, llama a todos. —Y colgó.

Y entonces Archer se enamoró #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora