PARTE III

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Desde aquella primera vez que ambos se besaron, Roland había tenido que admitir —al menos para sí mismo— que no era indiferente a Archer. Para nada.

El chico no solo sabía besar, sino que lo hacía de tal manera que Roland quedaba mendigando por más. En cada ocasión.

—Oye, ¿dónde tienes la cabeza esta mañana? —Archer llamó su atención golpeando una pata de su silla.

—¿Qué?

—Estás distraído. El profesor ha borrado dos veces el pizarrón mientras te encuentras perdido en Nunca Jamás.

—No, no puede ser... yo estaba... —Revisó sus apuntes y luego a la materia estipulada al frente. Aquella era la única clase que él y Archer compartían juntos y una de las que más le costaba. Era simplemente humillante quedar como un bobo frente al chico. Tener que pedirle ayuda en el resto de las materias, aun cuando fuese solo la excusa para conseguir pasar más tiempo juntos ya era suficiente. Su cejo se frunció. —Solo estoy un poco atrasado, pero tengo lo mismo...

—Caíste. —Se rio. —De modo que sí estás en otra parte. ¿En qué piensas? ¿Piensas en mí? ¿Te tengo distraído? —Arrimó su silla más cerca con tal de pincharlo. Inmediatamente su perfume entró en la nariz de Roland y se fue directo hasta su cerebro, friéndolo en el proceso. Amaba como el tipo olía.

—Basta. —Se separó mirando al frente. Necesitaba mantenerse concentrado. Ojeó a su alrededor. Bien, nadie prestaba atención. —No me jodas.

—Mmm, no es eso lo que me decías anoche.

—Eres un odioso.

—Pero me amas.

Roland apretó el lápiz con la suficiente fuerza para romperlo. Gracias a las compañías de útiles escolares por hacerlas tan resistentes. Se pasó la siguiente media hora completando los ejercicios que el maestro les había dejado. Ignoró con éxito los intentos de Archer por distraerlo; fingió que no tuvo que aferrarse al pupitre cuando le enseñó una fórmula que había olvidado y su boca estaba a solo centímetros de la suya.

Volviendo a aquella noche de aquel primer beso, Archer no había besado a nadie en el juego de la botella. Él se había desplomado aturdido contra el piso. Sus amigos se habían movido para alzarlo por los brazos de inmediato.

—Estoy bien, esto—y bien —aseguraba con la lengua rasposa mientras le enderezaban sobre sus dos piernas. Dio un paso hacia adelante y casi se va de bruces contra el piso nuevamente. Por instinto, Roland se había puesto de pie para atraparlo, quedando con Archer en un abrazado entrecruzado. —Hola a ti de nuevo.

A pesar de sus protestas, le trasladaron a un dormitorio vacío y le dejaron con una botella de agua para que aclarase la mente antes de que se perdiese del resto de la fiesta. Sin conocer a nadie más allí, o al menos, eso es lo que se dijo, y no porque le preocupase su estado y quisiese comprobarlo, Roland se quedó con Archer.

El mayor abrazó a su botella de agua como si de un salvavidas se tratase y cerró los ojos apoyando la cabeza contra la cabecera de la cama. De manera torpe, Roland se sentó a sus pies a esperar.

Había sido una velada extraña. Un poco surreal cuando pensaba en ella y con todo, no se arrepentía de ningún punto. ¿Cómo podría? Había sido su inicio. Aquella noche había aprendido todo lo que necesitaba saber de Archer. Que era un tipo increíble, con una pésima tolerancia al alcohol. Divertido, arriesgado, sin miedos. Y con una boca que...

—¿Nivel de virgen? —Archer preguntó en la oscuridad.

—Yo... —Espera, ¿qué?

—Ni siquiera intentes mentirme —Archer se anticipó a sus pensamientos. —Lo tienes escrito por todo el rostro. Cuando me acerqué a ti casi creí que me lo negarías, el que te atraen los chicos quiero decir, hasta que soltaste el comentario sobre mi elección de carrera.

Bueno, eso había sido un cortocircuito en su cerebro más que nada. Roland le miró en la penumbra. Apenas podía divisarlo por completo. Solo que, si encendía la luz, le iba a molestar la sensible vista de borracho. Quizás fuese mejor así, nadie podría ver su nerviosismo al contar algo tan privado. Pero estaba alcoholizado y su lengua se sentía floja y laxa, al igual que su mente. Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya estaba derramando todos sus secretos.

—He realizado algunas pajas y me he besado un montón con otros chicos... lo anal, por otro lado...

Hubo un silencio —tanto como era posible dada la música y el ruido proveniente del otro lado de la puerta del cuarto— solo roto por el susurro de ropa contra ropa.

—Eso será mío. —Roland escuchó a Archer declarar antes de que una mano lo atrapara por el frente de su ropa y le jalara hacia delante. Él debería sentirse insultado. Por lo menos, reírse. En su lugar, se encontró ahogando una exclamación sorprendida al caer contra un torso desnudo, cálido y duro.

Archer lo besó de manera directa. Su lengua buscó la suya y se enredaron. Casi como una lucha. Un barrido y Roland sintió que toda la sangre corría al sur por su cuerpo. Una mordida y su polla saltó alegremente ante la atención. Él gimoteó ante las reacciones de su cuerpo.

—Mm —Archer aprobó saboreando sus labios. —Sabes divino.

Roland había aprendido hacía mucho tiempo que sus gustos iban por ambos sexos. Al entrar en la pubertad, se había enganchado de su profesor de historia. Tan solo unos meses después, dio su primer beso a una compañera de clase. Y así se había llevado, saltando de uno a otro mientras exploraba sus opciones. Mientras se decidía por cuál le gustaba más y luchaba internamente por aceptarlo.

La verdad era, que aún no sabía nada.

Quedó recostado, sin aire y sintiéndose torpe al ver a Archer ponerse de pie entre sus piernas.

—¿Nervioso? —El chico preguntó retándolo con la mirada.

Roland se relamió los labios.

—Ni un poco —dijo solo por aparentar.

Escuchó más que ver a Archer reír. En la posición que se encontraba, apenas podía distinguirle los rasgos. Estaba un poco bebido, aunque no lo suficiente como para solo dejarse hacer. El problema era, que él lo quería.

Sus manos sudorosas se aferraron al edredón en busca de un ancla a tierra.

—Suenas muy confiado —retó.

—Me tengo fe. Un montón de fe.

Archer posicionó sus manos por encima de la cabeza de Roland, sin dejar que sus cuerpos se tocasen. Solo sus respiraciones bailando en la burbuja del otro. Sus intenciones contenidas en sus miradas. Bajó sus labios para un nuevo beso. Más calmado que el primero. Destinado a deleite, más que probar resistencias. Roland tenía labios gruesos. Una boca como la de un pez. Humedeció uno y luego el otro. Los succionó dentro de su boca.

Roland alzó su cuerpo en busca de contacto, de fricción para quitar la picazón que se extendía por sus miembros.

Cuando se trataba de chicas, a Roland le gustaban menores. Delicadas y suaves. Para él iba bien el concepto de una mujer siendo femenina.

Del mismo modo, le gustaban los chicos masculinos.

Rudos, fuertes y un tanto brutos.

Archer era una combinación de ambos. Los rasgos de su rostro —rasgos que estaba moldeando con sus dedos, siguiendo uno a uno— eran duros. Una mandíbula esculpida en piedra, una nariz aguileña, una frente amplia y cuadrada, pero sus ojos. Esos benditos ojos lo eran todo. Tenía a un leopardo contenido en ellos. Vibraban si acaso era posible. Brillantes, transmitiendo todo lo que estaba sintiendo y había tal fuego en ellos, que Roland se quedó sin aliento.

—Archer. —dijo afectado. Le sujetó por los suaves cabellos y se volvieron a besar. Una y otra vez. Tomando pausas para respirar y luego de nuevo.

Las corrientes eléctricas no parecían cesar, solo iban en aumento.

Pronto, necesitaron de la fricción y dejando caer su peso sobre Roland, Archer lo guió para moler sus erecciones juntas. Eso solo empeoró todo, enviándolos en una espiral de deseo sin retorno.

Y entonces Archer se enamoró #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora