PARTE XXII

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¡Al fin!

Los colores volvieron, los olores, el ruido, las sensaciones, el sabor... el sabor dulce de los labios de Roland en los suyos. Un profundo gemido fue arrancado de Archer cuando todo le golpeó cual bola de demolición. Permitió que Roland le besase a gusto, tomó su boca, recibió su lengua, se dejó ser mordido solo gimiendo. Su piel incomoda cobró vida bajo las manos de Roland que parecían estar en todas partes.

Se sentía como despertar de una larga hibernación.

Ese era su chico. Su Roro. El desinhibido en el cuarto que tanto había extrañado.

Roland se apoyó contra la puerta. Su espalda en esta, arrastrando a Archer por encima de él. No había ni un espacio entre sus cuerpos. Se estaban tocando tanto como era humanamente posible. Y los besos eran tan calientes, tan buenos, tanto y mejor de cómo los recordaba.

—Esto es tan jodido —Archer logró comentar cuando los labios de Roland le dieron una tregua para que tomara aire. Él siguió besando la línea de su mandíbula, chupando la piel. Archer recordó que Roland era más bajo que él y que estaba de puntillas de pies para poder besarle. Bajó su rostro para mirarle, y ojos vidriosos le devolvieron la mirada. Archer llevó sus manos hasta el cabello de Roland atado en una coleta y la soltó. Las hebras caobas cayendo hacia adelante. Él no lo había cortado en todos esos meses. Algunas le llegaban a la barbilla, otras mas abajo. Archer las tomó entre sus dedos, dejándolas correr, recordando las cosquillas de su tacto. —¿por qué lo atas? Es tan ridículo.

—Están demasiado largas —Roland se encogió de hombros. —Y es lo menor importante en este momento. ¿No has oído nada de lo que dije?

Archer negó.

—Nop —dijo haciendo sonar sus labios juntos de nuevo. —¿Podrías repetirlo?

Roland notó que los hombros de Archer bajaban, que sus ojos le miraban igual de ambarinos, igual de brillantes como alguna vez lo habían hecho tiempo atrás. Un tiempo que parecía tan lejano y tan diferente. Y supo que todo iba a estar bien. Archer había escuchado sus palabras fuerte y claro.

—Hace un año estaba muerto de miedo —Roland susurró sobre sus labios. Estos temblaban.

—¿Miedo de qué?

—De mí —respondió con una risita. Archer se le unió, tomándolo por la cintura y estrechándolo cerca. Giraron, Archer se apoyó contra la muralla, disfrutando de las sensaciones y abriendo su mundo a recordar todo. —Pero eso ya no más. Esta vez voy en serio.

Se miraron a los ojos con detenimiento. Las manos de Archer se aferraron al cabello de Roland empuñándolo. Las manos de manos de Roland cubrieron las mejillas desaliñadas de Archer sintiendo picar la sombra de barba.

—Te extrañé —Archer dijo y está vez él fue quien se hizo cargo del beso.

Roland sintió como si volviese a respirar después de un largo tiempo bajo el agua. Se sintió como la primera bocanada de aire puro y todo su cuerpo cobró vida. Un lloriqueo nada digno salió de su garganta. Pero es que él había estado tan asustado de que su plan de volver por Archer no funcionara. ¿Qué si le había superado? ¿Qué si le apartaba cuando le besara? ¿Qué si...?

—Te extrañé también —dijo en el oído de Archer, aprovechando de besarle el lóbulo. Atrapó la carne tierna y suave entre sus dientes. —Te extrañé tanto.

Roland quería treparse sobre Archer. Abrazarle. Tocarle. Lamerle por completo.

Había soñado un montón de veces cómo sería su encuentro una vez que las clases reanudarán y ni en millón de años se hubiese imaginado tal escenario.

Y entonces Archer se enamoró #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora