PARTE IX

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Encontraron asientos justo cuando la ceremonia daba inicio.

Roland giró su cabeza solo lo suficiente para poder espiar a Archer sin ser demasiado evidente. El chico llevaba un saco y una camisa con corbata al cuello. Se veía diferente. Serio y mucho más mayor a lo que realmente era. Daba la impresión de ser alguien frío e inaccesible, nada más alejado de la realidad. Al menos con él. Roland siguió con su ansiosa inspección. Archer olía diferente, el perfume que llevaba aquel día era producto del after shave. Mentolado y fresco. Roland se removió inquieto ante eso. A él le gustaba el olor particular de Archer, así como su imagen despreocupada, casi desprolija y sin necesidad de resaltar su belleza.

A Roland le gustaba todo de Archer.

¿A quién intentaba engañar? Él adoraba a Archer. Su aroma, su pelo, su cuerpo, su personalidad. No había palabras para nombrarlo todo.

Y por eso no podía dejar ir las palabras que este le había dicho en el carro. Había sido un golpe bajo, tanto por el acto mismo, como por la forma de decírselo. En el carro, rodeados de sus familiares, donde sabia que no había manera alguna que él protestara. Gracias a Dios que sus padres estaban sumidos en que Thomas saliese al escenario sin tropezarse, porque si no aun estarían dándole las miradas evaluadoras que se había ganado antes.

No había despistado a nadie alegando un tontea juguetón con su amigo.

Archer Collins le había contado que era muchas cosas; un puto, una cara dura, un juerguista. En el mismo campus universitario se rumoreaba otro tanto, pero de todo eso, Archer le había demostrado que la gente habla mucha mierda sin saber. Porque el tipo era -definitivamente- un ligón, al menos así lo dejaba en claro su pasado. Se enrolló con cuanta chica y chico se le cruzara en el camino. De muchos, ni siquiera recordaba el nombre. Y con todo, Archer no engañaba. No hacia tretas, no se liaba con dos personas a la misma vez. A menos claro, que estas estuviesen de acuerdo con el arreglo.

Archer no era infiel.

Roland restregó sus manos sudorosas contra las rodillas de sus jeans oscuros.

Él y Archer jamás habían trazado los términos de su relación. Comenzaron a estar juntos como quien no quiere la cosa. Primero robándose besos, luego compartiendo la cama una vez cada tanto, y ya sin excusas, sin timidez, ellos se la pasaban cada tarde de cada día en los brazos del otro.

No había necesidad de hablar de reglas.

Ni de ponerle un nombre a aquello que los consumía.

Roland estaba perdido en los ojos de Archer cada que le miraba y sabía que a Archer le sucedía lo mismo, pues le llamaba por un sinfín de nombres amorosos cuando le tenia dentro y más cuando nadie estaba cerca para escucharlo. Además, perdía el aliento cuando estaba embelesado mirándole y su risa salía sin control, atolondrada y tan diferente a la perfección en él que Roland solo podía reírse a cambio, disfrutando inmensamente de que Archer no fuese perfecto en todos los sentidos. De que fuese humano y él tuviese el privilegio de tenerlo para sí...

De la nada, dos pares de manos le tomaron por los brazos. Jazmín por la derecha, Archer por la izquierda.

—Thomas Booth...

—¿Qué les sucede a ustedes...? —No tuvo tiempo de terminar aquella frase. Jazmín emitió un chillido ensordecedor y Archer le apretó al punto de cortarle la circulación.

—... ¿quieres ser mi novio?

Roland se atragantó con la saliva.

Su hermano Thomas, el condenado chiquillo salió al escenario de entre un mar de rostros de púberos confundidos y excitados y como si fuese lo más natural del mundo, se dirigió derecho a los labios de su -hasta ese momento- mejor amigo Gabriel y le besó.

Aullidos, exclamaciones ahogadas, murmullos y todo tipo de manifestaciones se alzaron de golpe ante tal espectáculo.

Roland se puso de pie para poder ver lo que sucedía entre medio de todas las cabezas de las personas que se habían puesto de pie. Jazmín comenzó a saltar en su puesto. Sus padres tenían pequeñas sonrisillas estupefactas en sus rostros, mientras que los padres de Gabriel estaban mirándole con los ojos resplandecientes de orgullo paternal.

Entonces miró a Archer.

Él lucía anhelante.

Y todo cayó en su lugar.

A la mierda todo.

Roland se sintió abrazado por llamas y llamas de valentía. Tomó a Archer por la solapa de su planchado saco y lo volteó hacia él.

—No... —Este balbuceó leyéndolo claramente. —no lo hagas...

Roland se puso de puntillas para besarlo.

En una primera instancia, fue un beso casto. Labios contra labios. Ambos congelados. Se escuchó una ola de aplausos y un grito entusiasta que reconoció como proveniente de su hermana. Eso le dio ánimos. Roland se aferró a Archer aún más y le besó enserio. La clase de beso que solo le daría en el refugio de su cuarto, pero que ahora ya no importaba. Archer le cogió de las caderas y junto sus cuerpos.

El mundo secreto que se desarrollaba cuando ellos se besaban quedó al descubierto.

El aliento de Archer, el sabor de su boca, su lengua indagando, buscando por la suya. Sus movimientos y el dulce roce de sus labios suaves fueron bienvenidos. Roland le besó con ganas, con amor, con todo de sí.

Le besó como una comprobación para sus padres. Como una prueba de amor pues no le importaban ya las putas etiquetas. Le besó con la confianza plena de que la mentira que Archer había arrojado en el carro sobre Lannie era justamente eso, una mentira para defenderse. Le besó ansioso por tenerlo y amarlo cuanto más pudiese.

—No puedo creer esto... voy a shippearlos tanto.

Roland tuvo que reír ante tan claro comentario que se filtró por encima de todo lo demás.

Hasta que Archer se retiró con un gemido quebradizo.

—¿Qué...?

Él vio a Archer negar. Su rostro lucía descompuesto, sus ojos asustados, pero su voz sonó por completo segura al decir:

—No.



HOLA TODO EL MUNDO. LAMENTO ENORMEMENTE LA TARDANZA. PERO YA ESTOY AQUÍ Y LES TRAIGO ESTA PEQUEÑA PARTE. NO ME ODIEN. 


Y entonces Archer se enamoró #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora