PARTE IV

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Archer Collins había descubierto en los últimos pasados seis meses que era paciente. Pero el ver a su chico arreglarse el cabello frente al espejo por casi una hora era demasiado.

Alcanzó lo primero que tenía a mano y se lo lanzó. Un golpe directo a la cabeza.

—Ouch —Roland se quejó sobándose el lugar del impacto. —¿Por qué me has tirado un zapato? ¡Duele!

—Mi trasero duele. Llevas enroscando el mismo mechón por los últimos diez minutos. ¿Cuándo condenados saldremos por algo de comida?

—No ha sido tanto.

Roland volvió a aplastar su cabello.

Archer se puso de pie, envolviéndolo por detrás con sus brazos.

—Te ves muy bien, tanto que estoy considerando que nos quedemos aquí y te coma ti en lugar de una hamburguesa. —Le plantó un sonoro beso en la mejilla. —Los dos sabemos que ciertamente tienes la suficiente carne con la que alimentarme.

—¡Contrólate a ti mismo!

Archer se apartó riendo. Hacer enojar a Roland era tan fácil y ponía aquel dulce sonrojo en sus mejillas que valía la pena los regaños.

La presión surtió efecto y ambos chicos salieron de la habitación, bajaron las escaleras y a la calle. Nada más abrir la puerta de entrada, ellos chocaron de bruces con el rostro de Gabriel.

—Gabe, qué bueno verte —Roland saludó al mejor amigo de su hermano —alias enamoramiento, su otra mitad— apenas conteniendo la sonrisa en sus labios. —Thomas espera por ti. Sean buenos.

El rostro de Gabriel quedó perplejo. Aun peor cuando Archer no se contuvo de agregar:

—No hagan nada que nosotros no haríamos, chicos.

Tanto Roland como Archer tuvieron que contenerse de lanzar sonoras carcajadas que no llegaran a los oídos de Gabriel.

—No debiste decir eso. Gabe no sabe que sabemos su rollo con Tommy. —dijo Roland caminando ya lejos.

—Oh, por favor, no son para nada sutiles. —Archer debatió. —Te apuesto lo que quieras a que lo hacen hoy mismo. Si es que ya no lo han hecho. Con alguien como Gabriel, hay que darle créditos a tu hermano por contenerse de lanzársele encima.

Hubo un cambio sutil en Roland, una ligera tensión en su caminar que no pasó desapercibida para Archer.

—Es tan bien parecido. Alto, fornido. Sin duda se le nota lo deportista, tiene esos brazos que...

—Bueno, ya basta —Le cortó Roland deteniéndose en la acera. Él no hizo contacto visual con Archer y por tal gesto, Archer supo que quería esconder sus emociones que siempre le saltaban por todo el rostro cuando estaba atosigado. —El chico está interesado en mi hermano y pensé que tu... que tú...

—¿Qué yo?

Roland apretó los puños.

—No importa. Vas a tener que buscarte a alguien más a quien mirar.

Emprendió la marcha de nuevo. Archer le alcanzó sonriendo como un bobo y le tomó la mano, entrelazando sus dedos.

—Mis atenciones están en ti, tonto. No seas celoso. No te queda lindo. —Acercó su rostro hasta el del chico y frotó sus narices juntas. —Estás haciendo un puchero sugestivo.

Roland se echó atrás y al ver que le sostenía la mano, se la soltó como si de pronto Archer hubiese desarrollado lepra y su piel se estuviese cayendo a pedazos.

Y entonces Archer se enamoró #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora