Capítulo 06

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Capítulo 06:

No sabía de dónde le había salido la idea de decirle que su nombre era bonito, no es que no lo fuera, en verdad le gustaba, y a ella le quedaba a la perfección, pero ni siquiera a Jazmín le había dicho alguna vez que le gustaba su nombre. Era raro.

—Muchas gracias —contestó simulando lo que parecía ser una sonrisa.

—¿Te puedo preguntar algo? —medio tímido se atrevió a preguntar, ella agachó la cabeza, en señal de que sabía lo que le iba a preguntar.

—Por supuesto —respondió sin levantar la mirada, ni su cabeza.

—¿Qué te sucedió? —lo había dicho en un tono calmado, sabía que la chica de buenas a primeras no respondería, pero tenía y debía intentarlo.

La rubia comenzó a jugar con sus dedos mientras miraba sus largas uñas, las cuales estaban pintadas con un esmalte color carne, tardó unos cuantos segundos en responder, lo que hizo que el castaño se aproximara a ella con una preocupación que intentaba ocultar.

—Tranquila, tranquila... —le susurró sentándose a su par, notó que ella comenzaba a temblar. Comprendió que había metido la pata en preguntar tan pronto —. No tienes que responder si no quieres... —intentó sujetarle la mano, pero ella la apartó al instante.

—No —mencionó apenas con un hilo de voz. Aclaró su garganta, tenía un nudo atravesado en esta —. Estás en todo tu derecho, Simón —aunque estuviese llorando y con la voz cortada, su nombre seguía escuchándose precioso si salía de su boca.

—No lo hagas si no quieres... —repitió con un poco de pena —. No me hagas caso, olvídalo, Ámbar —la animó, así como notó que el nombre de ella también sonaba bien, al menos, para él.

—Te lo agradezco —susurró mientras levantaba la cabeza, haciendo de esta manera, que sus miradas chocaran —, no te imaginas cuánto...

Se le quedó viendo por unos segundos, el azul de sus ojos era como un azul que no había visto nunca, le gustaba, lo hacía enamorarse aún más de ese color. Trató de llevar su mano a la de ella, otra vez, pero se detuvo antes que eso sucediera, reaccionando y volviendo a la realidad. Se levantó y se peinó el cabello con sus dedos, estaba nervioso, esperaba que ella no lo notara, pero ni él mismo sabía por qué lo estaba. Tonto.

—Puedes ocupar esta habitación en el tiempo que estés aquí, tiene su propio baño —apuntó a una puerta blanca que estaba cerca de un armario color café claro —, no tienes que preocuparte por ir al que está en el pasillo... —girando con sus talones se aproximó a la puerta por la que había entrado, pero ella lo detuvo antes que tocara la perilla.

—¡Espera! —levantó su mano dando la señal de que se detuviera —Yo... —él volteó para poderla ver —, tenía pensado irme hoy... —y de nuevo volvió a bajar su cabeza.

El chico hizo un gesto de confusión, no se lo esperaba, o quizás no quería que se fuera, no lo sabía —¿Tienes a dónde ir? —imbécil. Si quería irse es porque sí tenía a dónde ir.

—Sí... —respondió a secas, sin embargo, él notaba cierta incomodidad consigo mismo, pensó que tal vez podría ser una mentira.

—¿Estás segura? —arqueó una ceja mientras la miraba con dudas.

No recibió respuestas, ni negativas, mucho menos positivas. Sonrió, sin saber por qué, tal vez porque se dio cuenta que después de todo no era tan imbécil.

—¿No tienes verdad? —se volvió a acercar a ella, esta vez, sin sentarse en la cama, solo se agachó a la par de esta y la miró con una pequeña sonrisita.

Esa sonrisa la confortaba.

Negó haciendo movimientos con su cabeza, se cubrió el rostro con ambas manos, estaba avergonzada, y no entendía por qué él se reía, ¿era de ella o con ella? La confundía.

—Esta será tu habitación —sentenció sin dejar de lado su pequeña sonrisa.

—¿Dónde dormirás tú? —lo miró seria, pero no enojada.

—¿Quieres que duerma contigo? —su sonrisa se volvió coqueta, provocando un sonrojo en la rubia, quien volteó a ver a otro lado para que el chico no se diera cuenta. Ya era demasiado tarde —Hay dos habitaciones más en este departamento, no te preocupes —le aclaró mientras caminaba hacia la puerta, la cual cerró tras de sí después de salir.

—Tonta... —se dijo a sí misma mientras se tocaba sus mejillas, el color carmesí no desaparecía de estas.

—«¿Quieres que duerma contigo?» ¿Es en serio, Simón? —se golpeaba la cabeza contra la almohada sin terminar de comprender de dónde le habían salido aquellas palabras y por qué —Tonto, tonto, tonto, mil veces tonto —parecía niño de cinco años metido entres las sábanas y con una almohada tapando su rostro, estaba avergonzado de sí mismo.

XXX

La tarde había llegado, desde la mañana ambos chicos no se habían visto las caras, una de las razones, era que la rubia no había salido de la habitación y la otra, era que Simón salía del cuarto como si se tratase de una misión imposible, se escondía detrás las paredes para que, si la chica estuviese en cualquier lugar, verla él primero y no al revés.

Eran casi las cinco de la tarde, el castaño ya se encontraba bañado, sentado en la sala de estar mientras buscaba algo interesante de ver en la televisión, aunque no encontraba nada, seguía cambiado de canales sin detenerse a ver siquiera lo que estaba en cada uno de ellos. Llevaba puestas unas bermudas azules bastantes socadas, las cuales llegaban hasta su rodilla, dejando sus piernas al descubierto, acompañadas con una camiseta igualmente socada, sin embargo, esta era de color negro y zapatos blancos con rallas negras. Estaba cómodo, pero estaba aburrido.

El sonido del timbre retumbó en sus oídos y rápidamente corrió hacia la puerta, contó mentalmente hasta el número tres antes de abrir la puerta, era una costumbre que tenía desde pequeño. Raro.

Abrió la puerta, dejando ver a una chica alta, vestida con un vestido negro con flores de colores, ajustado de la cintura para arriba y con pequeños vuelos de la misma hacia cinco dedos arriba de la rodilla, también llevaba un bolso de mano del mismo color que su vestido, acompañando todo con una sonrisa roja intensa y su rojo cabello suelto al natural.

—¡Hola, amorcito! —se abalanzó contra su cuerpo dándole un pequeño beso en los labios y un fuerte abrazo, haciéndolo casi caer, de no ser porque se sujetó de la pared.

—Jaz, hola —contestó al saludo, aún con los labios de la chica pegados a los suyos.

—Simón, necesito otra toalla... —la voz de una rubia de ojos azules se hizo presente en el lugar, se detuvo en seco al ver a Simón besándose con la que supuso, era su novia.

La pelirroja se le quedó viendo raro sin dejar de lado que la rubia llevaba puesta encima solamente una toalla blanca, la que cubría desde sus pechos hasta cierta parte de sus muslos, también llevaba el cabello mojado, dándole a entender que se acababa de bañar. Se apartó rápidamente del chico.

—¿Quién es ella, mi amor? —preguntó tratando de seguir calmada.

Simón no hallaba qué hacer, sus manos comenzaban a sudar mientras maquinaba en buscar una excusa para explicarle a su novia el por qué había una chica media desnuda en su departamento.

Continuará...    

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora