Epílogo

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Epílogo:

—Y... —mencionó, todavía sin salir de su trance existencial —¿Cómo es que tú...? —miró a su amiga que lo miraba con una sonrisa de gracia —¿Estoy teniendo un espejismo o algo así?

—¡Llegaron al fin! —mencionó un chico detrás de la rubia, la cual, abrió la puerta aún más para que pudieran verse —. Ya te extrañaba, Luna.

—Tú... —habló Simón haciendo un gesto de disgusto al recordar al tipo que estaba demasiado cerca de Ámbar.

—No, Simón, no es un espejismo, es más real que cualquier cosa —Luna le tocó el hombro sin dejar pasar la cara de molestia que su amigo tenía.

—Él es... —la chica más alta señaló con ambas manos a Matteo, pero el mexicano la interrumpió.

—El imbécil que no tiene ni puta idea de cuánto lo detesto por haberse atrevido a tocarte un pelo con sus tan asquerosas manos que se las voy a arrancar con los dientes... —se aproximaba al chico mientras este retrocedía con miedo ante la cara de sadismo que cada vez se hacía más clara —¿Cómo mierda pudiste hacerlo, tarado? —lo agarró por el cuello de la camiseta mientras lo fulminaba con la mirada.

—Cálmate, chico, en serio no tengo ningún problema contigo —alzó las manos en signo de paz, pero claro, Simón tenía su mexicano interior en la cima de su odio.

—Pues yo sí lo tengo contigo, y eso es malo —alzó su puño completamente dispuesto a darle en mitad del rostro al castaño.

—Simón, contrólate. Por favor suéltalo —la rubia de acercó a él y con suavidad haló de su camisa haciendo que este bajara su puño, no así, apartar la mirada de muerte que tenía para con Matteo.

—¿Fue de él de quien me hablaste, Ámbar? No se parece a como lo describiste —se asió la camiseta y caminó hasta posarse detrás de Luna.

—No te preocupes, Matteo. Estoy segura no volverá a pasar —dijo la castaña mientras tomaba su mano y miraba a Simón rodar los ojos —. Al cabo, después de vivir aquí los cuatro, seguramente comenzarán a llevarse bien.

—¿Vivir los cuatro? O sea que, ¿Tengo que vivir con Miguel? —apuntó con desagrado al otro chico.

—Matteo —corrigió con notable molestia —. Mi nombre es Matteo.

—Cómo sea, Marcos —miró ahora a Ámbar, quien lo miraba negando con la cabeza y riendo a la vez —¿Me muestras mi habitación?

—Nuestra habitación, cariño —aclaró mientras lo tomaba por el brazo y lo empujaba para subir las escaleras.

—No os preocupéis, el ruido que se produce dentro de las habitaciones se queda en las habitaciones —habló Matteo haciendo cara de inocencia cuando Ámbar miraba completamente sonrojada a otro lugar que no fuera la cara de Simón.

Luna miró al hombre que estaba a su lado, le tomó la mano entrelazando sus dedos, haciendo que este mismo dejara la atención de los dos que subían las escaleras para posarla únicamente en su chica —¿Es cierto eso? —preguntó con curiosidad, esperando que de hecho fuera verdad.

—Por supuesto —le sonrió coqueto y burlón a la vez. Acarició su mentón y lo sostuvo para obligarla a no bajar la mirada, acercó su frente a la de ella, rozando levemente sus narices y sintiendo la respiración calmada de la castaña —. Podremos divertirnos sin que ellos se den cuenta.

—¡Qué pervertido eres, Matteo Balsano! —susurró cansada, tratando de disimular la excitación que le había causado el cómo había pronunciado aquellas palabras y lo que estas significaban.

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora