Capítulo 23

1.6K 154 12
                                    

Capítulo 23:

No sabía cómo tomar las palabras de la que, ahora, era su ex novia, porque era un hecho que ya no había un lazo que los uniera, ¿amistad? Tal vez sí. Tal vez no. Ni siquiera sabía si algún día volvería a ver a la chica o simplemente ella se alejaría de él intencionalmente para no verle la cara nunca más.

En todo lo que le había dicho cabía razón. Nunca se olvidó de su aniversario, nunca la trató mal, nunca le hizo pasar un mal momento, al menos que ella se lo dijera, siempre hubo un regalo para su cumpleaños, nunca escuchó una queja de su parte, no, hasta ahora.

Había sido tan tonto por tratar de convencerse de que amaba a esa pelirroja, de que había un lazo entre ambos aún más fuerte que un simple te quiero. Y lo peor de todo, lo peor fue que quiso la convencer a ella que la amaba, pero no, no era así. De algún modo, quizás ella también se quiso convencer de que lo que él sentía por ella era amor verdadero, amor de un hombre enamorado. Pero todo lo confundieron con una gran amistad. Al menos él. Porque ella sí se lo tomó en serio. No es que él hubiese jugado con ella, no, solo estaba confundido, sin embargo, no estaba arrepentido de cada minuto a su lado. Eso, jamás.

De camino a su departamento, convencido de que allí lo esperaría la mujer que, estaba seguro, estaba completa e irrevocablemente enamorado, sentía una punzada en su corazón, quizás era algo debido a lo que hace unos momentos había vivido con Jazmín. Se sentía nervioso, impaciente, impaciente por llegar, por saber que la encontraría, tal vez enfadada como la había dejado, un enfado que no sabía de donde provenía. Pero lo que sabía, sentía y quería, era verla frente a él, con un puchero en su hermoso rostro, puchero que se le quitaría con un amoroso beso en los labios.

—Oh, Dios... —susurró asiéndose las palmas de las manos —¿Qué me has hecho, rubia? —miró hacia el cielo, como esperando que la respuesta le cayera desde allí. Sin embargo, lo único que le cayó, fueron montones de gotas de agua, debido a la lluvia que gritaba por hacerse más recia.

Hoy se comportaba extraño, no sabía a qué se debía, pero él sentía que sí lo estaba. Hoy no quería entrar al edificio. Estaba frente a la puerta de vidrio, mientras el señor portero lo miraba con confusión, pero no se atrevía a dar un paso adelante.

—Menudo tonto —le regañó su Simón interior.

—¿Te sientes bien, Simón? —le dijo el señor acercándose. Lo tuteaba porque ya lo conocía de años y había un poco de confianza entre ambos.

—Taylor... —le miro confuso —¿Me creerías si te dijera que ni yo mismo lo sé? —rio mirando al suelo.

—Muchacho, será mejor entres si no quieres coger un resfriado —le respondió riendo mientras le mostraba a través de su sonrisa, una blanquecina dentadura brillante.

—Bien, hasta mañana, Taylor —quiso pasar a su lado, pero el hombre lo detuvo con su voz.

—¿Simón? —le tocó el hombro.

—Dime —respondió frunciendo el ceño en busca de las palabras del de cabello blanco.

—La chica que vivía contigo, ¿quién era? —cuestionó con notable duda.

—Oh... —se sonrojó. No lo pudo evitar —Es Ámbar, mi prima —quiso presentársela no como su prima, pero hasta ahora no sabía qué eran.

—La vi salir antes, iba con un tipo que se miraba muy bien vestido, a decir verdad, me parece que lo he visto en algún otro lado, pero no sé dónde... —relataba mirándolo en busca de una explicación.

—¿Un tipo? ¿Qué tipo? —ni para qué preguntar, si su interlocutor estaba igual o peor que él.

—Pensé que tú sabías... —alzó los hombros como liberándose de culpa.

—Nos vemos luego —y corrió hacia el ascensor como alma que llevaba el diablo.

¿Un tipo? ¿Quién sería ese tipo que dice Taylor vio salir con Ámbar? No quería ser pesimista, pero ¿Qué se podía imaginar? Nada bueno, eso estaba claro.

—Ámbar. Sal de ahí —llamó desde la sala de estar. Aún guardaba la esperanza de que la chica pudiera estar en el departamento y que Taylor se hubiese confundido de rubia hermosa y ojos azules.

Entró a la habitación que solía ocupar Ámbar. Quiso detenerse a no tirar a puerta de una patada. Pero ni eso pudo hacer. Los nervios se lo estaban comiendo.

—¿Dónde te has metido...? —preguntaba al aire, al borde de las lágrimas.

Salió corriendo de su departamento, no quiso ni siquiera tomar el ascensor. Bajó las escaleras corriendo hasta donde sus piernas se lo permitieron, ni siquiera se fue dando una explicación del porqué de su desespero a Taylor. El pobre anciano se quedó viendo cómo la figura del mexicano se perdía entre la sombra de la noche y las gotas de agua.

—Muchacho... —susurró el viejo mientras volvía a su lugar.

La buscó por los posibles lugares donde podría estar. La buscó incluso en el mismo lugar donde la había encontrado, donde se había desmayado y él la había tomado en brazos. Era curioso, pero había desaparecido de la misma forma en que había aparecido.

Ella no había traído nada, pero se llevó su corazón.

—¿Por qué lo hiciste? —dijo derrotado, mientras se dejaba caer de rodillas en el mismo lugar donde la había cargado cuando estaba desmayada —Yo te quería... —se tocaba el rostro con las manos —. Pensé que tú también.

Ya no le era posible, las lágrimas y el dolor que llevaba dentro de sí se apoderaron de él, y sacó el sufrimiento que llevaba con ello, lágrimas de sangre con cada recuerdo de la rubia.

A pesar de que la lluvia le mojaba cada parte del cuerpo, no hizo si quiera un intento por levantarse y buscar el camino a casa. No hasta que sintió que ya no le quedaban más lágrimas que llorar, porque recuerdos sí que le quedaron. Pero lo mejor sería olvidarlos, lo mejor sería tratar de borrar de su mente el recuerdo o el hecho de que alguna vez conoció a una persona que lo enamoró como loco. Lo mejor para él sería olvidarse de Ámbar.

—¿Estás segura de que todo estará bien? —le decía una chica de lentes a otra junto a ella.

—Segura, segura, lo que se dice segura, no estoy. Pero haré todo lo posible por estarlo —le sonrió alegre. O, al menos, eso aparentaba.

Continuará...

Este mes ha sido muy irregular para mí. Lamento decirles que lo del maratón ya no se podrá, o, al menos, no lo sé con claridad. En enero entro a clases y espero actualizar más o menos a diario, pero por las tardes. Los quiero de verdad. Espero me disculpen. 

12-16 3-16-14-21-19-1-19-9-16

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora