Capítulo 10:
Eran extremadamente raros los momentos de humanidad que llegaba a tener, pero en esos momentos, suponía que estaba teniendo uno, pues el recuerdo de la chica lograba suavizar un poco un poco su mente, sus pensamientos para con ella.
Quería salir a respirar un poco de aire fresco, aunque sería algo en extremo difícil ya que, las calles no poseían ese don. Todo en aquella ciudad se basaba, según él, en estúpida gente, estúpidos coches, estúpidos pensamientos de las mismas, sin ánimo de prosperar y salir de la miseria en que vivían, en cambio, culpaban a los demás de lo que no tenían y de sus propios errores. Claro, con el pueril pensamiento de que «errar es humano, pero culpar a otro es más humano todavía».
El disco del semáforo se colocó en rojo, se detuvo apenas a tiempo para no chocar con un taxi que estaba delante de su carro. Movía los dedos con desesperación y de vez en cuando, rodaba los ojos esperando impaciente a que aquel aparto cambiara de color dando la señal de que siguieran con su camino. Hasta que al fin pasó lo que esperaba, el taxi que estaba adelante no se movía y su desespero aumentaba de sobremanera.
—¡Imbécil muévete! —susurró con enojo. Claro, solo él pudo escucharlo. Con fuerza innecesaria hizo sonar la bocina del automóvil más de una vez, acto que repitieron los autos que estaban detrás del suyo, hasta que el conductor del taxi le cayera el veinte que eran para él los sonidos de las bocinas que retumbaban desde la larga hilera de coches relucientes y se dignó a arrancar.
Con la vista fija en el frente se puso en marcha él también. Sabiendo que no podría encontrar tranquilidad a esa hora en ningún lugar de la ciudad, decidió hacerle una pequeña visita a su buen amigo, esperando que se encontrar solo.
Aparcó el reluciente coche en uno de los lugares que estaban más despejados de los mismos y decidió bajar para dirigirse a las escaleras que daban camino a la primera planta del edificio.
Presionó como tres veces la botonera del ascensor, pero las puertas nunca se abrieron para darle paso a que entrara en su interior. Un señor que estaba limpiando el blanquecino piso del recinto se acercó a él con el ceño fruncido dejando a un lado el lampazo que utilizaba para dicha acción.
—Disculpe, señor —le habló en tono serio por lo cual el muchacho volteó a verle con el ceño de la misma manera—. El ascensor no está en servicio por ahora —apuntó a un letrero que, misteriosamente no se había fijado que estaba pegado a una de las puertas del ascensor, el cual decía con letras negras del mismo tamaño: «ASCENSOR SIN SERVICIO HASTA NUEVO AVISO».
No le dijo nada al respecto y poniendo en blanco los ojos se hizo a la idea que tendría que subir las escaleras para llegar al tercer piso, que era donde estaba el piso de su amigo.
Caminó en la dirección que ya conocía, dejando atrás al hombre aquel, el cual murmuraba obscenidades sobre las personas que no daban las gracias y cosas como «Que le den por el culo, por mal agradecido». No quiso decir nada, mejor siguió su camino haciendo como si no se hubiese encontrado nunca a aquel hombre.
Presionó el timbre que había a un lado de la puerta y esperó unos cuantos minutos para que esta se abriera dejando ver a un chico alto, de tez bronceada y cabellos castaños. En cuanto este lo vio, embozó una sonrisa y pasó la mano por sus cabellos peinándolos con sus largos dedos.
—Vaya... —mencionó el castaño con una expresión de asombro —. Esto sí que es inusual —añadió. Abrió la puerta aún más dándole paso para que entrara.
—¿Estás de salida? —le preguntó sentándose en un mullido sillón de cuero color negro que acaparaba gran parte de la sala.
—No, pensaba llamarte para pasar una buena tarde —bromeó sentándose frente a él en uno de los sillones de una sola pieza que había en la habitación —¿Qué te trae por aquí? —interrogó mientras se recostaba en su asiento.
—¿No puedo hacerle una visita a mi mejor amigo? —se levantó y se aproximó a él peligrosamente. Sus rostros casi se rozaban.
—¡Por favor, Matteo...! —se rio —Soy tu único amigo —cortó la distancia que había entre ambos y le dio un rápido beso en los labios —. Además, nunca me visitas —se quejó con gesto dolido —. No desde que te casaste...
—Tuve algunos problemas después de ese suceso —volvió a su posición inicial —. La estúpida escapó de casa —bebió de una copa con Vodka que había sobre una mesita de color gris en el medio de ambos, supuso que minutos antes había estado bebiendo de ella su amigo.
—Yo también lo hubiera hecho —se rio y se cayó al ver la cara de enojo del chico.
—No juegues, Gastón —volvió a tomar de la copa —. Tengo que encontrarla, Sharon ya está sospechando que no está de viaje en Ibiza —se sobó la sien para luego hacer lo mismo con el tabique de su nariz.
—¿Pensaste que se creería esa chorrada? —se asombró ante tal estupidez —¡Por Dios! Ni esa vieja ni nadie se lo creería —exclamó ajetreado —¿Haz intentado buscarla? —su curiosidad aumentó, aunque sabía perfectamente la respuesta, decidió hacer la pregunta.
—Ni siquiera he pensado hacerlo —le respondió con sinceridad —. No quiero hacerlo.
—Aun no superas a... —la voz de Matteo lo detuvo.
—¡No! —alzó la mano haciendo que Gastón se callara —. No me hables de ella —le rogó.
—Matteo, te tienes que olvidar de ella —sentenció con un tono acogedor.
—No puedo —bajó la mirada y la posó en el líquido que había dentro de la acristalada copa —. No quiero hacerlo...
—Matteo... —quiso acercarse, pero de inmediato el chico se levantó, no sin antes poner la copa otra vez en la pequeña mesa donde anteriormente había estado.
—Ya me tengo que ir —se aproximó a la puerta —. Un gusto visitarte —se volvió hacia él encontrándose con que estaban a unos pasos de diferencia.
—Espero que cuando vulvas a venir, salgamos a algún lado, dejando de lado nuestros problemas personales —le sonrió con simpleza y le palmeó unas cuantas veces el hombro.
Un abrazo y un corto beso fue lo último que hicieron antes de despedirse. Era raro, para cualquier otra persona, pero no para ellos, desde que él había terminado con el primer amor de su vida Gastón siempre había estado ahí para servirle como hombro. La primera vez que se besaron fue después de la horrible ruptura que tuvo con la chiquilla. Buscaba una forma de borrar sus lágrimas, y ahí estaba el chico, tratando de devolverle a su rostro una hermosa sonrisa que el suceso había arrastrado como si de un río se tratase. Lloró ese día, lloró tanto que después de besarse con el castaño se quedó dormido en su regazo. No fue algo que le pareciera desagradable, fue una costumbre que con el paso del tiempo se hizo común entre los dos.
—Luna... —mencionó con los ojos aguados —¿Aún me extrañas? —quería que no sucediera, pero los hermosos recuerdos de la chica y el nudo en su garganta provocaron que más de una lágrima se deslizara de sus ojos hasta morir cerca del rabillo de sus labios —Seguro me odias...
Continuará...
ESTÁS LEYENDO
Temor |SIMBAR|
Fanfiction-Tengo miedo... -le dijo entre lágrimas. -Yo haré que olvides todo por lo que pasaste -la abrazó mientras sobaba su cabello. Ella no conoce el amor verdadero. Él le enseñará que la vida no es como ella la pinta. Ella no se quiere enamorar. Él s...