Capítulo 40

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Capítulo 40:

—Un momento —alzó ambas manos en señal de que parara —. ¿Tú quién diablos eres?

El chico sonrió y bajó la cabeza, dando una sonrisa cansada y la volvió a mirar.

—Un amigo de ella —le aclaró estirando su mano para estrecharla. Lo único que recibió de la chica fue una mirada de completa extrañez para con él.

—Eres extraño, ¿seguro que eres su amigo?

Por alguna razón que no supo, pero que le dio respuesta después, se dio vuelta, mirando y quedando más confundida aún al ver a Nina detrás de ella, con sus ojos, como si fuera posible, más lagrimosos y con las manos empuñadas. Parecía querer gritar, pero se contenía a hacerlo.

—¿Nina...? —mencionó tratando de entender lo que sucedía.

—¿Qué haces aquí? —preguntó al chico, obviando por completo la cara de confusión de su amiga.

—Nina, tenemos que hablar... —contestó el castaño queriendo avanzar, pero deteniéndose debido a que Luna se puso en el medio.

—Bien, no sé si se han dado cuenta, pero yo no estoy pintada —miró al chico a su lado de arriba abajo y luego llevó su mirada a la morena de los lentes —. Nina, responde, ¿Quién es él y de qué tienen que hablar?

—Luna... —susurró con la voz un poco quebrada y dolida.

—No. No me ocultes nada, Nina. Soy tu amiga... ¿en serio confías en mí? —era consciente de su drama, pero lo veía necesario.

—Oye, oye —interrumpió el castaño —. Deja el drama. Solo necesito aclarar algunas cosas con ella, por favor.

—Bueno —lo miró seria —. Acláralas.

—A solas —sonrió nervioso —. Si es posible.

—¿Sí ves a lo que me refiero? —le preguntó a Nina haciendo cara de enfado sarcástico.

—Luna, ¿por favor...?

—Los dejo solos —se rindió. Miró al único chico y lo señaló con su índice —. Si le haces algo, descubrirás que mi altura no me impedirá romper tu bella cara.

—Vale, no te preocupes y ¿gracias?

La castaña no dijo nada más y salió del lugar pensando en un lugar a dónde ir porque no se le ocurría ninguno.

—¿De qué quieres hablar? —le dio la espalda y empezó a caminar hasta el sillón donde anteriormente se hallaba sentada.

—Nina... —se sonrojó —. Lo que viste...

—¿Y qué fue lo que vi? —quería mantenerse seria, pero era casi una tortura.

—A Matteo y a mí... —quiso omitir la última palabra, pero ver las cejas alzadas de la chica supuso que era necesario pronunciarla —¿besándonos?

A Nina se le arrugó su corazón al escucharla, pero a sabidas de que fue ella quien lo alentó a hacerlo.

—¿Y? —se encogió de hombros haciendo como que no le importaba lo que había visto —¿Qué pasa si se estaban besando? No es algo que me deba interesar ¿o sí?

—No entiendes. No fue así...

—¿Qué? ¿Me estás diciendo loca? ¿Qué veo cosas que no son? —frunció el ceño, claramente sacada de onda —. Gastón, sinceramente no me interesa si eres gay. Por mí está bien.

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora