Capítulo 39

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Capítulo 39:

Se separó de él un poco perdida por sus palabras. La verdad no entendía a qué se refería.

—¿No se puede? —repitió tratando de darle un significado a la frase.

—No, Ámbar —peinó su cabello con sus dedos —. Tú y yo... solo somos pasado...

Se rio desconcertada, le dolía lo que decía.

¿Pasado? ¿Qué pasado era ese? Ella por su parte no sentía que él formara parte de su pasado, tampoco estaba segura si formaba parte de su futuro, pero de lo que sí estaba segura era de que ese chico frente a ella formaba parte de todo su presente.

—¿Cómo puedes decir eso...? —quiso tocarlo, pero cuando vio que el mexicano se tensaba, apartó su mano poco a poco hasta llevarla a su posición inicial.

—Ámbar, tú estás casada y yo iba a hacerlo... —y como si solo para eso sirviera, esas palabras volvían a doler.

—Ibas a hacerlo —tragó saliva pensando dos veces lo que estaba por decir —. Jazmín... ella ya no está, eres libre Simón.

—¿Libre? —se rio con sarcasmo y dolor combinados —¿Acaso crees que ella me tenía amarrado? Yo era libre con ella, era libre de ti...

Bajó la cabeza, ahora más dolida de lo que estaba antes. Quizás él tenía razón, la única persona que lo amarraba era ella. Pero no tenía la culpa ¿o sí? Lo único que ella quería era ser feliz a su lado, pero ¿qué pasaba con Simón? ¿Sería él feliz estando con ella? Si ahora le decía que con esa chica era libre, seguramente la respuesta era negativa.

Estaba siendo egoísta. Ella quería ser feliz, pero pensaba solamente en ella, y no en Simón. Eso... ¿eso era amor? ¿pensar en uno mismo es amor mutuo? Aunque era nueva en eso de enamorarse, obviamente eso no se sentía como amor mutuo.

—Lo lamento, Simón... yo...

—Yo podré «ser libre», como dices, pero ¿y tú? Tú estás casada. Lo sabes ¿cierto? —la miró con los ojos tristes —. Yo no puedo cambiar eso.

—Yo... —entonces supo que esa plática desde un inicio no tenía sentido. O tal vez lo supo, pero no quiso hacerle caso a la razón —. Yo tampoco puedo hacer algo contra eso...

Le dio la espalda, no quería que lo viera sentirse peor, porque estaba peor que cuando ella llegó. No solo en el interior se notaba lo mal que estaba, y es que, aunque fuera duro para él de creerlo, ese dolor no solamente era por la muerte de la que iba a ser su esposa y madre de su hijo, sino que, en gran parte, la mayor tal vez, ese dolor se debía a esa rubia.

—Vete ¿sí? —aunque, antes, volverla a ver hubiese sido una bendición, ahora era la peor tortura. Porque sentía estar ensuciando la memoria de Jazmín, sinceramente la pelirroja no se merecía aquello.

—Simón... —susurró muy bajito, pero sabiendo que él la escucharía.

Quería disculparse por todo, hasta por respirar su mismo aire. Pero simplemente las palabras no salían de su boca y, si lo hacían, podían no hacerlo en un orden lógico.

—De verdad —se volvió a girar hacia ella —. Duele —tocó su pecho arrugando su camisa —. Duele verte aquí, frente a mí. Duele tener estos malditos pensamientos hacia ti, porque lo único que quiero es besar tus malditamente apetitosos labios rojos, quiero que esos ojos azules que tienes no dejen de mirarme, duele porque cuando te veo, eres lo único a mi alrededor, porque te vuelves mi universo, mi todo —sin darse cuenta, su voz empezó a partirse y sus ojos comenzaron con la molestia típica cuando estabas por llorar. Tampoco era el único, ella estaba de igual forma, ambos con el mismo nudo en sus gargantas —. Me duele porque cuando te veo... me olvido de ella...

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora