Capítulo 08:
Aunque había intentado apartar ese malo pensamiento de su mente, no había podido, ¿Quién en su lugar lo haría? Quizás ella por ser de mente tan débil no lo hacía, ¿Por qué? Por miedo. El temor que aquella persona le provocaba era horrible, en carne propia sentía como bajaba desde su cabeza hasta su espina dorsal, un frío incomprensible que la hacía temblar, al mismo momento que le erizaba la piel. Por más que se dijera, tratándose de convencer que era una pesadilla, y que había escapado de ella, seguía allí, acechándola, como la bestia que era, porque no existía otro mejor calificativo, o tal vez sí, pero ella no quería mencionárselos, ¿Por qué? Se lo recordaban más.
Pero Simón no tenía la culpa de nada, sin embargo, sí se había comportado como una estúpida con él.
—¿De dónde lo sacaste? —le había preguntado, sin dejar a un lado su tono divertido.
—De una de las gavetas de la cómoda que tienes en tu habitación —le respondió mirando a cualquier lugar que no fuera su rostro, o ninguna parte de él.
Se rio divertido mientras la observaba con el mentón apoyado en las palmas de sus manos, que eran detenidas por sus codos posados en la base de cristal que tenía la mesa.
—Es curioso... —mencionó en tono confundido, sus ojos sonreían, así como sus labios.
—¿Qué cosa? —le preguntó, esta vez sí mirándolo directamente a los ojos.
—Mi ropa te queda mejor a ti que a mí mismo —ella se sonrojó notablemente, mientras que él no dejaba de sonreírle.
—Siento ponerme tu ropa, cuando escapé de casa, si es que a eso alguna vez se le pudiera llamar casa, no traje nada conmigo —bajó la vista para posarla en sus largas uñas.
—¿Por qué lo hiciste? —se atrevió a preguntar, su sonrisa desapareció por un momento volviendo serio su semblante, pero con el paso de sus segundos volvió a su anterior expresión.
—¿Hacer qué? ¿No sacar nada de ropa? Eso lo hice por estúpida —hablaba en susurros, como si se odiara por ello, y lo hacía, por eso y muchas cosas más.
—No hables así de ti misma —le susurró en tono tierno y amable —. ¿Por qué huiste de tu casa? —volvió a cuestionar, la rubia solo se encogió de hombros.
—Un infierno se empezaba a formar ahí, si no escapaba, moriría antes de cumplir veintidós —sus ojos se aguaron sin que ella se diera cuenta, pero él sí lo vio, su corazón se encogió al instante, raras veces había visto llorar a una chica, y esas veces había sentido lo que estaba sintiendo en ese momento.
—¿Te parece si miramos algo en la televisión? —no quería seguir adentrándose en aquel tema, no quería ver llorar a aquella chica, se le partiría en dos el corazón, ya de por sí era sensible.
La chica asintió sin verlo a los ojos, él, como si de un impulso se tratara, le tomó la delicada mano por encima de la mesa que los separaba sobándola con su dedo pulgar. Ella, sin que el chico se diera cuenta, se estremeció debido al rose eléctrico de sus manos, pero no fue algo a lo que le dedicara importancia.
—Bueno, señorita, ¿me acompaña al salón principal de esta residencia? —se levantó sin soltar su mano, y mucho menos, sin olvidar su característica sonrisa.
—Sería todo un honor para mí, señor —sonrió ella también, siguiéndole el juego al muchacho.
Llegaron hasta la sala de estar, la de ojos azules se acomodó en el gran sillón que había en la estancia, era sumamente cómodo, o era el sillón el que era cómodo o la compañía del chico, quizás las dos, pero se sentía bien. Mientras el chico buscaba el control remoto en el mueble de color ocre que había pegado a la pared, ella cruzaba las piernas, posándolas una encima de la otra y se hacía en el pelo una cola.
Cuando por fin encontró el dichoso aparató, se dedicó a apuntar su luz láser hacia la gran pantalla plana de cincuenta y dos pulgadas que estaba colocado en la pared, sostenido de la parte trasera de este, dejando una muy buena vista al espectador desde el lugar donde estaba ubicado el gran sillón.
—¿Qué quisieras ver? —preguntó sin voltear mientras esperaba que se iniciara por completo el home del televisor.
—Lo que a ti te guste para mí está bien —le miró, aunque no a los ojos, pues el chico estaba de espalda y lo único que podía ver era solo eso; su espalda.
El televisor ya se había iniciado por completo, él se aproximó hasta el sofá y se sentó al lado de la chica, la cual, con lo que parecía ser incomodidad, trató de hacerse a un lado, pero ni ella misma se explicó por qué no lo había hecho.
—No creo que te guste lo que a mí me gusta —cambiaba de canales, en busca de algo que pudiera gustarle a una chica. Trataba de recordar lo que a su novia le gustaba, pero inmediatamente le venía a la mente que él casi se quedaba dormido con el canal de modas que frecuentaban lo ojos y los oídos de la pelirroja.
—No te fíes, me gusta casi... —su frase no llegó a ser completada, una figura que se veía claramente en la gran pantalla la hizo callar.
Sus ojos se abrieron tanto, que le chico temió que se le salieran de sus cuencas, se había quedado muda de un momento para otro, su pecho había dejado de subir y bajar, como si su respiración se hubiera detenido, o tal vez ella la había contenido, pero no entendía el porqué. Sus labios estaban separados, sin señal de volverse a unir, sus mejillas, que antes habían sido de un tenue color carmesí, ahora tenían el color de un papel blanco y sin vida, del mismo color que las paredes del apartamento, parecía que iba a desmayarse en cualquier momento, pero de algo estaba seguro, él estaría allí junto a ella para atraparla.
—Ámbar, ¿Te sientes bien? —trató de llevar su mano hasta el hombro de la chica, pero como si de un rayo se tratase, salió corriendo en dirección a su habitación, dejando a un Simón, más sorprendido de lo que ya estaba —Si ni siquiera te mostré lo que me gusta... —susurró para sí mismo.
Llevó su mirada hasta la pantalla, no había nada de terror, porque pensaba que la chica se había asustado quizás por algo de terror que le diera miedo, algo como quizás un payaso parecido al de la película It, con su tétrica y psicópata sonrisa, o tal vez podría ser una muñeca o muñeco que le provocara algún trauma de su infancia, pero es que ni eso había estado transmitido por aquella pantalla. No era más que las figuras de muchas personas corriendo tras lo que parecía ser una celebridad. Aunque al principio pensó que podría ser algún cantante famoso o un actor, luego de uno segundos y de fijamente observar aquella escena, descubrió que en realidad era un hombre alto de cabello castaño, el cual caminaba con la mirada seria y el ceño fruncido, con un pulcro traje gris que se le miraba como si hubiese hecho especialmente para él, seguido de los que parecían ser sus guardaespaldas, sin embargo, no supo reconocer quién era aquel tipo y mucho menos, qué había provocado en Ámbar para que saliera corriendo de esa forma. Le intrigaban muchas cosas, muchas preguntas y pocas respuestas, por no decir ninguna, tenía y debía darle respuestas a las interrogantes que lo abrumaban, pero para ello tenía que preguntarle a la rubia. Y lo haría.
—¿Ámbar...? —tocó la puerta tres veces, sin recibir respuestas de parte de la chica —. Abre, por favor —le pedía suplicante.
—Vete, Simón —le respondió tajante, ahora lo que menos quería era dar explicaciones.
—Pero... —seguía con su tono de preocupación — ¿Qué sucedió?
—¡Déjame sola! —gritó exasperada —. No quiero hablar contigo, ¿no entiendes? —sus lágrimas habían aparecido inconscientemente, así como también un nudo en su garganta, impidiéndole hablar claramente —¡Solo vete!
No se oyeron más palabras de parte del chico, ni insistencias, algo que agradeció, pero un agudo dolor apareció en su pecho, no supo explicarlo, pero supo que había hecho mal en gritarle al pobre Simón, él no tenía la culpa, tal vez solo la quería ayudar y ella se comportó como una perfecta imbécil descargando toda su ira contra él, quien no tenía vela en ese entierro.
—En verdad eres una estúpida, Ámbar...
Continuará...
Tengo una preguntita para ustedes: ¿Tienen WhatsApp? de seguro que sí, pero, ¿Quisieran estar en un grupo conmigo? Para conocernos mejor e interactuar a diario. Si están de acuerdo, me pueden dejar su nombre, su número telefónico por inbox. Hasta entonces. Los amo a todos.
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Temor |SIMBAR|
Fanfiction-Tengo miedo... -le dijo entre lágrimas. -Yo haré que olvides todo por lo que pasaste -la abrazó mientras sobaba su cabello. Ella no conoce el amor verdadero. Él le enseñará que la vida no es como ella la pinta. Ella no se quiere enamorar. Él s...