Capítulo 26

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Capítulo 26:

Hoy, como muchos otros días tenía mucho tiempo libre, claro, había días en los que a penas le daba tiempo de comer, días en que dormir era un sueño, porque tenía que pasar despierto así fuera la madrugada. Por una parte, amaba esos días, porque eso significaba dinero, por otra parte, los detestaba, las ojeras que se venían después de ello no eran nada lindas.

Esa tarde había decidido ir a casa de su amigo, era domingo y de seguro hoy el chico no tenía trabajo y estaría en su casa, de lo contrario, podía molestar a las sirvientas en la cocina. Ese era uno de los pasatiempos en esa enorme casa. Se divertía haciéndolo y, sobre todo, le divertía ver a esas mujeres sonrojándose con cada cosa que les decía o con un simple guiño de ojo.

Mientras tanto, en la mansión de Matteo Balsano, una chica delgada y vestida con un corto vestido negro acompañado con delantal blanco, subía las escaleras para llegar a la tercera planta de esta. Iba quejándose mentalmente porque, con tanto dinero que parecía tener el dueño, no podía poner siquiera un ascensor para llegar a la planta que quisiera, o ya por último un tubo de esos que ocupan los bomberos, aunque eso al menos le serviría para bajar.

—¡Qué estupideces se te ocurren a veces! —susurró para sí misma y siguió subiendo.

Como siempre, trataba de buscarle algo bueno a las cosas que se le presentaban, lo bueno en esto era que después de algunos días iba a tener unas piernas envidiables.

Caminaba por el pasillo de la última planta de la casa, en busca de alguna puerta que le indicara cuál era la habitación a la que la habían mandado. No le costó mucho encontrarla, supo que estaba frente a la indicada cuando se encontró con la única puerta de color blanco que poseía las iniciales MB grabadas con letras doradas y brillantes, justo como la manija de esta.

Se acomodó los lentes y se aclaró un poco la garganta. Estaba nerviosa, no era nada raro en ella. Tocó la puerta con tres golpes discretos, tocó como si lo que hubiera detrás de esta fuera un temible dragón, el cual, si despertaba quemaría todo a su alrededor, en cambio lo que no sabía era que lo que en realidad se encontraba en un pequeño gatito con el corazón roto en busca de la felicidad.

—Adelante —fue la única palabra que se pudo escuchar, fue en un tono tan bajo que apenas logró oírla.

Abrió la puerta muy despacio, tenía miedo de lo que encontraría, pero ese miedo se fue al ver una cabellera rubia que caía sobre una espalda cubierta por una blusa de color blanco. La persona que estaba sentada en la cama dándole la espalda, debió ser de quien le habló Stephanie, la chica que la contrató.

—Amm... —estaba nerviosa, ya se le había olvidado lo que traía ensayado para presentarse —Yo... —quería regresarse, pero ya era tarde, su trabajo era ese.

—¿Qué es lo que quieres? —dijo la chica aquella mientras se daba media vuelta.

En su criterio, era una mujer muy hermosa, tenía unos ojos muy profundos, una piel blanca que parecía ser más bien de porcelana. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia ella, notó que era un poco alta y con un cuerpo envidiable, simplemente era hermosa. Pero había algo extraño en ella. Sus azules ojos, a pesar de ser muy bonitos, se notaban tristes, vacíos. Ella se notaba dolida.

—Soy Nina, seré su nueva empleada personal... —su voz se le había quebrado. Ni idea de por qué.

—Parece que «mi lindo esposo», no quiere que salga de la habitación —sonrió amargamente y me tomó de ambas manos. Eso había sido algo muy raro.

—Eso parece —dijo la morena con una media sonrisa en sus labios.

—Yo soy Ámbar, Nina, y si escuchas hablar de la persona más infeliz del mundo, piensa en mí sin equivocarte —otra vez esa sonrisa triste, esta vez, acompañada de una lágrima que a simple vista parecía ser solo eso, pero para la rubia no era así. Cada lágrima parecía quemarla, parecía destrozarla.

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora