Capítulo 12

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Capítulo 12:

Escapar. Eso era todo lo que podía hacer, el tipo malo estaba tras de ella, le pisaba los talones y no se creía capaz de soportar más tiempo corriendo. Justo como las típicas películas de terror, donde el fenómeno persigue al protagonista y este de los nervios cae al suelo como lo más torta posible. Justo lo mismo le pasó a ella. Curiosamente, no le había dolido.

Temor. Eso era lo que la embargaba, ¿a dónde iría? Ya la tenía atrapada, prácticamente. Solo faltaban unos cuantos pasos para que ese monstruo posara sus asquerosas manos sobre ella, ¿qué podía hacer? ¿se quedaría allí a esperar como el derrumbe se le venía encima? O, ¿lucharía con todo lo que tenía para salir del medio del caos? El problema era que, no tenía nada. Absolutamente nada.

Simón. Fue uno de sus primeros pensamientos. Quería que estuviera allí con ella, no sufriendo como lo estaba, sino, luchando contra todo junto a ella, haciendo lo posible para sobresalir con esa sonrisa que le caracterizaba, pero pensar en él no lo era todo, no estaba a su lado, es más, no estaba enterado de que dentro de sí había una tormenta eléctrica de la que le era imposible escapar, al menos no con vida. Según ella.

Sus pasos eran tan lentos y tan temibles a la vez, comenzó viéndole sus relucientes zapatos, sin duda, un espejo del aseo de todo su ser. Su corazón tembló y se llenó más de miedo cuando vio que no venía solo, había alguien tras de él, alguien que, se le hacía extrañamente conocido, pero ¿quién era? Solo esperaba que, si había llegado, no fuera para causarle más daño del que, estaba más que segura, le causaría ese maldito pedazo de persona.

Ambos se acercaron aún más, hasta dejar ver el rostro del tipo del traje. Como siempre, su rostro lucía frío y calculador, lo típico en él. Mientras que quien venía a unos pasos de distancia de este, traía la cabeza gacha, como si lo último que quisiera fuera verle a la cara. Sus hombros estaban encogidos y su vista posada en el suelo, sin embargo, eso no duró mucho. Levantó la mirada y la llevó hasta donde se pudiera encontrar con la de la rubia, se miraba dolido, la miraba con pena. Eso le dolió más que mil azotes por parte de su esposo. Simón la miraba con cara de decepción, y lo habría aceptado si no fuera ella la culpable de esa decepción, lo malo era que, efectivamente era únicamente ella quien le provocaba aquel sentimiento al chico mexicano.

—Ámbar... —le dijo con la voz rota. Un reproche. Sí, eso era.

—No, Simón, puedo explicarlo —se apresuró a decir, tratando de acercarse, pero por más que quería, no podía, sus pies estaban pegados al suelo, al menos eso era que lo que sentía.

—¿Qué explicarás, cariño? —sonreía sínico. Se relamió los labios y la observó esperando su respuesta como si fuera para él a quien iría dirigida.

—Ámbar... —volvió a hablar el mexicano, esta vez, su voz sonaba con desespero.

—Simón... —su voz le respondía rota y casi inaudible.

—¡Ámbar! —mencionó Simón ya preocupado por lo que estaba sucediendo. La rubia estaba teniendo una pesadilla y por más que insistía en despertarla, no lo conseguía.

La rubia despertó de golpe, con el corazón acelerado a mil por hora y con la frente brillante debido al aperlado sudor que se deslizaba por la misma. Lo primero que vio fue a un Simón con cara de preocupación y con ella en brazos en busca de una explicación. Agradeció a no supo quién porque todo fue un simple sueño, una maldita pesadilla que le pareció tan real.

—Ámbar, ¿estás bien? —preguntó con preocupación mientras apartaba las hebras de cabello que estaban pegadas en su frente por culpa del sudor —. Dime que lo estas, por favor —le rogó con los ojos cristalinos.

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora