Capítulo 21

1.9K 218 28
                                    

Capítulo 21:

Y como lo predijo: esa noche el acto de dormir no lo haría bien, mas disfrutaba de tener a aquella diosa griega entre sus brazos. Era prácticamente un sueño cumplido, sueño que, por supuesto, disfrutaba enormemente.

La estrechó más contra él, no quería que por ningún motivo la maldita mañana llegara, quería que esa noche durara para toda la vida, que fuera una noche infinita, una noche en la que pasaría al lado de la persona que le hacía pensar cosas sucias y que le hacía revolotear el corazón cual mariposa.

Llevó su nariz hasta enterrarla en el sedoso cabello dorado de la chica. Dios, olía tan bien, es que, ¿qué de ella estaba mal? Al menos físicamente, en ella todo era perfecto. Era lamentable el hecho que dentro de ella hubiera un tornado de sentimientos que lo único que hacían aflorar eran lágrimas y todavía más sufrimiento.

Cada hebra de oro olía a algo que nunca había olido, algo dulce, algo que lo atrapaba, algo mucho más dulce que lo dulce mismo. O era eso, o simplemente todo en aquella chica lo atrapaba, todo en ella era dulce y deseable como todo lo prohibido. Pero ¿ella estaba prohibida? No lo sabía y, aunque sonara tonto, eso le atraía más.

—Me encanta tu misterio, cariño —le susurró al oído, obviando el hecho que ella estaba dormida.

Sus brazos le rodeaban el abdomen, sus brazos le rozaban esa piel que pedía a gritos un roce con los labios. Sus brazos estaban peligrosamente cerca de sus senos y eso, eso simplemente lo excitaba, lo empalmaba.

—Has jugado sucio conmigo esta noche, ¿te has dado cuenta? —le volvió a susurrar mientras lamía en lóbulo de su oreja.

Aspiró ese dulce aroma desprendido de cada poro, de cada hormona de la chica. Su nariz viajó desde su cabello hasta su cuello, y el placer y la excitación se tomaron de la mano y crecieron mágicamente.

—¿Cómo lo haces? —preguntó cansado —¿Qué me has hecho? Me enamoraste, ¿lo sabes? —besó ese cuello tan caliente y suave.

Lo sabía, entendía que si la chica lo descubría todo se iría a la mierda. Lo mandaría al diablo si se despertaba y lo encontrara haciendo y diciendo esa sarta de barbaridades. Pero ¿era posible resistirlo? No. La única respuesta era esa, un «no» muy rotundo.

—Perdóname... —sus susurros eran cansados, eran deseosos, eran de excitación —. Discúlpame, por querete, por amarte con tanto deseo, por desearte como un loco... —besó con delicadeza su cuello —. Quiero hacerte el amor, quiero que seas mía esta noche, quiero sentirte toda, completa —se acercó a sus labios. Oh, Dios, esos labios rosados le guiñaban —. No tienes idea de cuánto te deseo, mi rubia favorita —la beso, con sigilo, pero, sobre todo, con miedo.

—Simón... —le susurró ella.

Se impactó, se le detuvo el corazón, sus músculos temblaron y su cerebro dejó de procesar información. Simplemente, se sintió morir. Listo, a partir de esa noche sería hombre muerto. La había cagado, lo sabía, pero no se había resistido. Era culpable y, aunque doliera, cumpliría con la condena.

—Sí quiero... —volvió a susurrar. Cansada, justo como estaba él.

—¿Quieres...? —tragó saliva, estupefacto.

—Quiero ser tuya esta noche —lo volteó a ver. No era mentira, sus pupilas dilatadas demostraban el mismo deseo que él sentía.

—¿Estás...? —volvió a tragar saliva, eso no se lo creía —¿Quieres? —su lengua estaba trabada. No podía si quiera hablar.

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora