Capítulo 18

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Capítulo 18:

—Creo que... —le había dicho separándose de él —. Será mejor irnos a casa —se dio la vuelta y comenzó a caminar sin siquiera esperarlo.

No hizo ningún movimiento para detenerla. En cierto modo la comprendía, pues si él hubiese sido ella y alguien le diera un beso, así como así, lo primero que hubiera hecho sería darle unos cuantos guantazos sin esperar excusa que valiera o explicara el porqué del acto. Pero ese caso fue diferente, ella era diferente, ella lo confundió.

Pero de lo que ahora estaba seguro era de que, por alguna razón, el misterio que había detrás de aquella chica lo había hecho pensar en tenerla a su lado lo que le restaba de vida, y si era poco el tiempo, lo quería aprovechar lo más posible. Sin tenerlo previsto, la rubia que una vez por la noche había recogido después de un desmayo, lo había enamorado hasta los cojones.

Pero tenía un problema con todo aquello, un problema que tenía nombre y una espectacular personalidad, sin mencionar su cabellera roja y su piel clara tan hermosa, un problema que, para colmo, era su novia. Definitivamente un problema que debía solucionar cuanto antes, para no terminar metido en problemas de los que difícilmente se saldría, si es que lo hacía.

En el trayecto de el parque de diversiones al departamento del mexicano, todo fue un silencio muy incómodo que ninguno de los dos soportaba ver al contrario sin sentir un latigazo de electricidad recorrer todo su cuerpo y decidieron que lo que mejor que podían hacer era ver al frente y evitar por todos lo medios que sus ojos vieran a la persona que caminaba a su costado.

Abrió la puerta y entró él primero, luego entró ella y salió disparada a su habitación y cerró la puerta con el seguro para después recostarse sobre la misma y pensar libremente en lo que pocos minutos antes había sucedido.

—La cagué... —se golpeó la cabeza con un cojín —. Tonto, tonto, tonto, ¡IMBECIL! —se mordió los nudillos ahogando un grito que luchaba por salir.

Otra vez, como si ya fuera costumbre ese día, como en la mañana, el Simón de su subconsciente apareció y le vio con cara seria pero burlesca a la vez.

—¿No fui yo quien te dijo que esa chica era mala? —le habló sarcástico —. ¡Te tiene mal, estúpido! —le gritó recriminatorio.

—¡Cállate! —se tapó las orejas para evitar escucharle. Pero de nada servía, aquella voz tan cruel llegaba desde su cabeza —¡Vete, déjame en paz! —se golpeaba contra la almohada. Era frustrante aquella situación para él.

—¿Qué hay de Jazmín? ¿La vas a dejar? Le harás daño, ¿sabías? —aunque su voz fuera fuerte, estaba cargada de razón. Ese tipo era todo lo opuesto a él.

—¿Dejarla? —se preguntó —. No. Jazmín no se merece que yo termine con ella de un momento a otro... —se agarró por los cabellos —. Pero tampoco se merece que la esté engañando mientras estoy enamorado de Ámbar —rogaba a Dios que lo salvara, ¿de qué? No tenía ni idea.

Mientras tanto, en otra de las habitaciones de aquel departamento, una rubia se encontraba sentada en el suelo recostada a la puerta, se tocaba los labios y juraba sentir todavía los labios del mexicano estrechándose con los suyos.

Lo que pasó en el parque fue algo inesperado, algo que no lo vio venir por ningún lado, algo que la había impresionado, pero, algo que sin duda y por extraño que pareciera, le había gustado.

Los labios de Simón eran tan suaves, tan apetitosos que no se le antojaba soltarlos porque se merecían estar juntos con los suyos. En ningún momento se imaginó que él le besara, pensó que solo era un juego de su parte para hacerla reír, pensó seguirle el juego, pero llegó a un punto donde no le pareció un juego, un punto donde no deseó que lo fuera.

Tuvo que separarse porque cayó en realidad que estaban en medio de mucha gente, gente que podía reconocerla sin que ella se enterase y también recordó otra cosa, una chica que parecía estar muy enamorada de Simón, sí, la misma chica que tenía por novia.

Fue un crudo bocado de la realidad, pero era mejor así, al fin y al cabo, aquello no debió pasar, no tenía que. Pero no negaba que le había gustado, había sido algo completamente diferente a lo que alguna vez consideró como un beso. No creía en cosas sobrenaturales o cosas que podrían venir de la magia, pero aquel beso había sido algo especial, algo que se pudo considerar magia.

—Simón, ¿por qué lo hiciste? —preguntó al aire como si el chico estuviera allí.

Durante el tiempo que tardaron en llegar al departamento ella no quiso mencionar ni una sola palabra, estaba nerviosa, estaba incómoda, y era la presencia del chico lo que la ponía de aquella forma. Quería verle, quería tocarle, que abrazara su mano con la de ella, pero le daba vergüenza, ¿cómo se lo diría? ¿con qué cara mirarle después de lo sucedido? Verdad era que él había dado el primer paso, pero ella ni siquiera fue quién para detenerlo. De cierto modo, ella quiso que sucediera.

Comenzó a llorar de un momento a otro, ¿la razón? La única que tenía para hacerlo: un marido.

Ella tenía secretos para con Simón, y de seguro, esos secretos terminarían acabando con la bonita relación que habían creado entre ambos. Él, terminaría echándola de la casa por no contarle algo tan privado mucho antes de que el beso sucediera. Ella debía darle explicaciones para poder seguir quedándose en esa casa. Ella era una mierda, y lo sabía.

—Muy pronto nos dejaremos de ver, Simoncito —lloró con más intensidad.

¿Qué sentía por él? ¿Era amistad? No. Los amigos no se besan en la boca, y ellos lo habían hecho. ¿eran «novios»? era estúpido pensar eso, él tenía novia y lo que sentía por él no sabía que se pudiera considerar como un amor de romance.

Pero ¿de qué sí estaba segura? De que lo quería. Lo quería un montón. Aunque sabía que no se lo demostraba, lo quería y se le hacía un poco vergonzoso confesárselo. Sin embargo, él no era así con ella. Él estaba con ella para todo, y si eso no era demostrarle amor, entonces, ¿qué era?

Se animó por primera vez a decirle que le agradecía todo lo que había hecho por ella y quería ir a su habitación y demostrárselo. Lo haría, porque esperaba dejar de ser cobarde, al menos en eso.

Tocó la puerta tres veces, pero nadie abrió y nadie le contestó. ¿estaría molesto? O, quizás estaría avergonzado por lo que sucedió hace horas y no se decidía abrir por vergüenza a verla a la cara. Lo comprendía.

—Tenemos que hablar... —le dijo un poco seco a la chica frente a él.

—¿Qué pasa, mi amor? —le habló con ternura y preocupación en sus ojos.

Le dolería hacer eso, pero lo haría, por su bien y sobre todo por el de ella. Ella era muy buena y no se merecía que sufriera por estar a su lado, lo mejor sería terminar con todo desde ahora. Era algo que ya había decidido. Y lo haría.

Continuará...

Temor |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora