Mis músculos se tensaron, mi corazón empezó una maratón que nunca terminaría, mis ojos empezaron a examinar cada espacio de la habitación que sirviera como escondite para aquella bella ninfa. Una pequeña brisa me sacudió es tocado, estaba cerca. Me había visto, no sabía qué hacer, correr, gritar para que Freddy o Eider me oyera y viniera a salvarme, luchar… Mil preguntas me azotaban a latigazos la mente.
De pronto, sentí que algo faltaba, el tocado, no estaba; moví suavemente la mano rosando mi cabello, y nada. Mi respiración empezó a aumentar, me sentía atrapado buscando algo para poder defenderme, alguna salida que me dejara escapar de la lucha evidente que se me aventaba con rapidez. De pronto, los baldes entre los que me escondía se corrieron, y una espada me toco el mentón por delante de mis ojos. Era ella, la negra cabellera fue lo primero que sentí, ya que la ventana estaba abierta, y hacia que su cabello se mueva al son del viento.
-¿Tú no eres de por aquí, no?- Dijo extrañada la mujer.
-Sí, soy de por aquí, pero me vistieron de esta forma, si es eso a lo que te refieres - Dije tratando de evitar ver la espada tocando mi mentón.
-¿Tu madre?- Dijo ya pareciendo conocida la muchacha.
-Si…- Mis mejillas se tornaron coloradas, nunca me había pasado algo hace mucho tiempo, mejor dicho, nunca. Siempre me pasaban cosas de este tipo en frente a las mujeres, no me hacían sentir nada extraño, ella sí. Era una sensación de querer quedar como un príncipe azul en frente a sus ojos, cegando los míos, ya que estaba amenazado por su propia espada.
Ella quedo pensante, me miro con sus ojos, que se empezaban a parecer más verdes que rojos, solo en los lugares cerca de la pupila se veía lo rojo.
-Arriba- Subió la espada llevándome con ella para arriba- ¿Porque estás aquí?
- Mi Tío, Ramón-Dije señalando a Ramón en el fondo de la habitación.
-Ah, debe ser horrible ver al que asesino a un conocido, siento lo mismo casi todos los días, pero, con mucho respeto, era un bastardo, es el mayor traficante de esclavas de todo el norte, ¿Sabes lo que es esto para mí? Mi cabeza costara el triple desde ahora – Dijo quitando la espada y caminando en círculos pequeños revoleando la espada - ¿Comprendes que es difícil para todos que alguien muera?
Me quede mudo, ella rompió en risa, yo no era un contrincante para ella, no era más un balde para desahogarse, y lo extraño era que no le importaba que yo estuviera a su lado, armado, un total desconocido; mi mirada parecería extraña, indefensa, inocente.
-Ya se, ya se, tendría que matarte por lo que viste, y bla bla, pero tú, ya me habías visto, ¿O me equivoco?- Prosiguió con tranquilidad la muchacha, mientras que me apuntaba de nuevo con su espada.
-No me viste, es imposible, ya estabas muy lejos- Dije recordando aquel callejón.
- O eso pensaste...- Ella hizo una pequeña pausa- Nunca estoy lejos, Ethan.
Mi corazón se detuvo, mi nombre, porque lo sabría? No me pudo haber seguido, nunca la vi, para que le sirviera seguirme, estaba confundido, pero su sonrisa me calmaba, y su tenue manera de guardar la espada, encendió mi corazón de nuevo.
Se sentó en un sillón, tomo una botella de vino, tomo del pico de la botella, y me acerco la botella en forma de invitación, me rendí , iba a tomar vino con una asesina desconocida, armada y ágil, ese día no podía ser más extraño. Tome la botella, y me desplome en el sillón de al lado. Me miro y me acerco la mano para que le cediera la botella, tome un poco del pico, y se la di en la mano, ella limpio los bordes con su remera y tomo un poco más.
-Escuche gritar a tu tío tu nombre, por eso lo sabía- Me dijo pasándome la botella de Tarento de este año, de nuevo a mis manos.
Mis músculos se relajaron, al ver sus pierna cruzarse del apoya brazo del sillón y ponerse en una posición más cómoda, mi cabeza dejo de verla como una enemiga, pero seguía siendo mi contrincante, aunque sea hoy.