"CAPÍTULO 5"

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— ¿Viste eso? —pregunté alarmante y preparada para salir en cuanto nadie se diese cuenta.

— Afirmativo... ¿qué hacemos? —inquirió al igual que yo.

— ¿No es lógico? —respondí sarcásticamente.

— No pensé que fueses capaz de asignarme una tarea de tal grado de importancia —expulsó tales palabras fuertemente.

— Si serás de...—me contuve y respiré profundamente-¡Vamos!

Di la orden de ir tras el objetico, inmediatamente el chico a mi lado y compañero, salió corriendo a toda la velocidad que pudo.

Fuimos tras el objetivo asignado, el cual no era ni más ni menos que un simple alumno que sufría de problemas escolares. O sea...bulling.

En el momento en que lo vimos, estaba entregando su dinero a unos chicos más grandes que él, y de seguro eran de nuestro salón pero no lo sabíamos exactamente.

— Ve —asigné la siguiente orden sin mirar al indicado.

— Bien —respondió inmediatamente.

Gabriel, con toda su inteligencia, se enfrentó en una pequeña guerrilla que no duró ni más de dos minutos, puesto que los demás chicos, tuvieron miedo de algo peor y escaparon.

Gallinas. Salió por mi mente en el momento de la huida ajena.

Al terminar de golpear, al último de los mayores, el oji-azul se dirigió hacia el chico más bajo y asustadizo, a lo cual, lo tranquilizó dándole un pequeño aventón en el hombro, a lo que el contrario solo agachó su cabeza y susurró un pequeño: gracias.

— Hey, no lo asustes más —dije saliendo de mi escondite—, aún es vital para la misión.

— Solo fueron buenas palabras —comentó de forma cómica y sonriente.

Ignoré por completo a ese cabeza de alcornoque. No necesitaba tanta información ida, para enterarme de lo que ocurría en mi entorno. Así que de alguna manera, pude hablar tranquilamente y dije:

— Disculpa a mi hermano, solo somos...los nuevos y quisimos darte una mano—finalicé con una sonrisa, para hacerlo más creíble.

—...fue...mi padre...¿o no? —soltó aquellas venenosas palabras en menos de un segundo.

Ninguno de nosotros se lo esperaba obviamente; a lo que el chico de grandes rulos en su cabello, miró de reojo a todos lados y luego añadió:

— Supongo que no necesitamos darte toda la información, pero me alegra que sepas eso.

— ¿Cómo lo sabes? —curioseé.

— Fue un impulso...—añadió casi nulamente el chico de baja estatura.

Gabriel fríamente cogió del hombro al menor de nosotros y haciendo que éste lo viese a los ojos, le anunció:

— Mira muchacho,...no eres una persona a cuesta mía, pues para tu mala suerte, nosotros somos mafiosos contratados por tu buen y bonachón padre, para asegurar tu bienestar por un corto periodo de tiempo, así que —pausó lentamente, alzando la mirada al cielo—, lo mejor que puedes hacer es que cooperes pues...—pausó nuevamente, pero esta vez, resbalaba una finísima Navaja de Presión por el rostro blanquecino del menor amenazadoramente—...no te convendría no obedecer.

— Así es —afirmé haciendo la continuación a la advertencia anterior—, nosotros somos los mejores de nuestra Organización, por lo tanto---

Su suave y débil voz, intentó halar y decir algo cortando el hilo de mi palabra.

— Pe-pero...son de mi e-e-edad...—tartamudeó de nervios—, ustedes...no po...drían...

Ah,...ya entiendo...tu manera de pensar es muy DIFERENTE. Eso cambia las cosas. Dije mentalmente calculando.

—...así que piensas eso...—susurré para mi sola.

Para seguidamente, darle una sonrisa inocente y ofrecerle un dulce, abriendo mi mano.

— Come —dije observándolo fijamente—, te aseguro que te gustará.

Advertí la mirada de mi adorable y tonto socio, pero este al parecer, se encontraba muy pensativo o concentrado en no desapuntar su navaja, pues no dijo absolutamente nada. Solo se limitó a observar.

Lenta y calmadamente.

Giré esta vez mi cabeza completa y le dediqué una sonrisa inocente, a lo cual el chico de mirada seria, me devolvió la sonrisa de lado.

Pero no era una sonrisa falsa.

Era verdadera.

Mientras giré mi cabeza, el pequeño muchacho de lentes grandes y cabello oscuro, se había metido el dulce a la boca y se encontraba degustando rápidamente.

— ¿Te gusta? —pregunté amablemente.

— ¡Pues claro! —respondió sin pensar.

— ¿Por qué comes tan deprisa amiguito? —añadí riendo por lo bajo.

— ¡Ah!, lo siento mucho —se disculpó juntando las manos—, es solo que...—dudó un segundo—...no he comido dulces por un año entero y...después de tanto...

Se detuvo la pequeña criatura, pero silenciosamente...entretanto prestaba atención a las palabras, dirigía mi mirada hacia las manecillas del reloj que se hallaba en mi muñeca alzada.

Solo quedaba un minuto. Así que pensaba aprovecharlo.

— Lástima que sea el último —comenté de forma aparentemente inocente.

Mientras no dejaba de sonreír.

Mientras...un sonido del viento, me golpeó la cara y tuve la oportunidad de respirar hondo en paz, podía sentir como la mano de mi hermano, se retraía junto a su arma y la volvía a guardar, para contemplar la escena.

La víctima se hallaba en el suelo de rodillas con lágrimas en los ojos y escupiendo palabras al azar y desorientas, como intentado decir algo pero inútilmente no podía llegar a nuestros oídos.

Finalmente se echó en el pedazo de concreto lizo, en tanto sus débiles ojos dejaban salir unas pequeñas lágrimas de dolor y agonía, sin quitar de vista a sus malvados homicidas.

Ya era la hora.

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