"CAPÍTULO 9"

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—Nadie, nadie está a salvo —habló fuerte mientras, corría una gota de sudor por su suave cabello rojizo—, a veces quisiera tener la vida normal de un estudiante...

—Pero eso sería muy complicado —respondí mirando hacia sus ojos—, nadie aceptaría a unos asesinos...

El chico de ojos azulejos, no dudó en pensarlo y sin respiros, hecho una pequeña risita en tanto yo no entendía su reacción.

— ¿Por qué te ríes? —pregunté enfadada y el ceño fruncido.

— Pues tu respuesta, era tan obvia que hasta se me perdió el hilo de la historia —habló el pelirrojo con aire gracioso.

— Pues no le veo la gracia —contesté con el mismo tono de voz, sin quitarle la vista.

—No te enfades Jefecita —río mi compañero.

Ambos reímos ante tal comentario, antes de que se apagase la última luz del día, para seguidamente entrar en el planetario oscuro.

Una vez terminamos de reír, mi celular sonó la melodía de texto, para lo cual me inquieté y no tenía deseos de verlo, o siquiera abrir la pantalla del artefacto en mi bolsillo.

—Vamos Alia, ábrelo —sugirió Gabriel con total confianza en sus palabras.

Por otro lado, yo me encontraba atrapada entre la espada y la pared, de seguro ya se había enterado del inconveniente y ahora deberíamos pagar las cuentas.

Lentamente, suspiré nerviosa en tanto llevaba mi mano hacia el teléfono y lo habría suavemente, para después leer el mensaje, que decía:

"De: Jefe

Para: Alia

Querida traviesa; ya me enteré de los PROBLEMAS que causaste, o debo decir CAUSARON, con la simple misión que ordené. Se verán afectados en algo que voy a comunicarles pronto. Sin embargo...también debo aclararles algo, por lo que al llegar a la planta, necesito que vayas a mi oficina y te presentes.

Tenemos temas urgentes que hablar.

Y si no vas...algo podría causarle a tu pequeño pupilo.

Con todo el cariño del mundo, your Boss."

Joder. Lo último que hacía falta, una reprimenda y un trabajo más importante que el primero; y sin contar, una amenaza nivel Jefe.

—Como sea —refuté molesta mirando la pantalla diminuta.

— ¿Qué sucedió Alia?

— Nada que los niños pequeños deban preguntar, ahora si me disculpas –hice una pequeña pausa para observarlo bien-, tengo que ir a la planta.

—Te acompaño –respondió el chico más alto.

—No –ordené con cierta furia-. Claramente el Jefe no tendrá compasión con ambos, déjame hablar con él, y luego ya te daré los detalles... ¿bien?

Los ojos azules del contrario, caminaron directo al piso decaídos y con cierta negatividad en sus pupilas.

—Ash, no seas un bebé y ve directo al hotel de la planta, después te llamo –hablé en un intento de tranquilizarlo.

—Está bien, pero si sucede algo...

—Entiendo, entiendo –respondí captando la indirecta-. Aunque sinceramente estoy más preocupada por ti.

Salimos por la puerta, y caminamos por diferentes rutas. Él la izquierda, y yo la derecha.

—————

HORAS MÁS TARDE...

Al llegar a las puertas de la planta, me encontré con una persona especialmente desagradable para mí, sentada leyendo un libro en la sala de estar.

— Buenas noches, Alia –saludó el hombre veinteañero con lentes de sol seriamente.

— ¿Dónde está el Jefe? –inquirí de manera sombría y fría igualmente.

— No lo sé –respondió levantando los hombros-. De seguro salió y volverá en unos instantes, ya que su auto no está estacionado afuera... ¿o sí?

— Eres irritante –mascullé mirando la puerta por donde había entrado.

— Tú tampoco eres un ángel bajado del cielo, querida –escupió, en tanto dejaba su libro sobre un sofá cercano-. Además si no recuerdo mal...aún no me has saludado.

Este ser inmundo del inframundo, era Ted, Ted Solovióv; era bastante conocido en "The Moon" por realizar muy bien sus trabajos asignados, ya que no necesitaba asistentes, o como él solía llamarlos: Cargas.

Fue encontrado por el Jefe, cuatro años después de que empezara a trabajar en mi primera misión, divagando por las callejuelas sin dinero, con ganas de morir y con mucho olor a alcohol. Al parecer, lo poco que me he atrevido a ver, es que desdichadamente, intentó suicidarse antes de ser contratado, siete veces, y cada una de ellas fue diferente a las demás.

Pero a pesar de ello, y por lo que se comenta; ninguno de sus planes de suicidio llegó a consumarse, puesto que siempre fracasaban. Lo cual, lo llevó a la ruina en un sentido total. Y así de la nada, se convirtió en uno de los trabajadores de la Mafia "The Moon". Gracias a un guardia que lo apoyó para salir adelante, esa persona era YO.

Obligado por la presión social, y dejado de lado poco después de haber ingresado en la oscuridad.

Sin contar, que en toda la planta, sus peculiares gustos de ropa y zapatos eran un inventario distinto a como se plantea normalmente. En un breve resumen, podrías especificar toda su vestimenta en tres cosas.

+Lentes de sol, circulares y oscuros en todo momento.

+Saco y sombrero a la par, de un color café oscuro o simplemente negro de vez en cuando.

+Botines de tacón fuerte, como los de una mujer, puesto que según su creencia, era una manera rápida de golpear al enemigo.

Y por supuesto, no hay que olvidar su característico color de cabello, el cual era de un color azabache brillante con las puntillas moradas.

Dudo mucho si tenía algún propósito en especial, pero no se me ocurrió una mejor manera de molestarlo que con sus extravagantes gustos de colores. Era una buena oportunidad que no desaprovecharía.

Increíblemente, Gabriel decía nunca haberse tropezado con él en ningún momento desde que entró en "The Moon". Lo cual no era muy confiable de su parte, pero debía mantener mi palabra, y creerle.

— ¿Quieres un saludo, rata asesina? –comenté de forma amenazante, sentándome en un sillón alejado del ya mencionado.

— Si no es mucha molestia, cruel serpiente venenosa –respondió con una sonrisa brillante y ojos victoriosos.

— Para nada –añadí sonriente-. Lamento no haberlo saludado; buenas noches Ted –finalicé con una sonrisa, mientras apretaba el sillón con una de mis manos.

El chico del frente se quedó observando mi expresión, mientras reía a carcajadas. A lo cual, decidí jugarle una bromilla.

Por lo general, no solemos jugar juntos, pero adoraba las bromas, y más cuando este tipo de sombrero gracioso, se emborrachaba en las fiestas de celebración o de ingresos.

Este no era el caso, pero él se había buscado pelea desde que entablamos miradas.

— Y dígame Sr. Ted —comencé de forma tranquila y formal, con una media sonrisa de lado— ¿Ya encontró novia? ¿Se ha casado? ¿Fue de luna de miel?

El hombrecillo empalideció ante mis preguntas, en tanto yo le lanzaba miradas de acusación. Y de obvia victoria asegurada.

— Pues ahora que lo dice...—murmuró despacio mirando el exterior por una ventanilla.

— Ni se te ocurra mentir Ted —agregué de forma confiada, mientras intentaba no reírme en lo absoluto.

MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora