"CAPÍTULO 24"

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Yo le hice caso, volteé mi mirada hacia el piso.

— No debes verme pues las cámaras funcionan muy bien —continuó—, si quieres información, solo confía en que soy alguien que te conoce y no te piensa matar.

— Lástima que no confío en nadie —sonreí sin llegar a mostrárselo al invitado.

— Pero lástima que ahora tu vida no sea la de Gabriel ¿a qué si? Porque para que lo sepas, ese amiguito tuyo, sí fue con la Señorita B —dejó escapar un suspiro.

— ¿Y qué sucedió? —humedecí mis labios ansiosa.

— Eso te lo contará ella, yo ya hice mi parte. Por el momento es todo. Aquí bajo —finalizó en un tono alegre.

Escuché como se detenía el lugar y dejaba abierta la puerta. Podía ver unos pies gigantes caminando en dirección opuesta a mí.

— ¡¿Espera cómo sabes...?! —grité levantando la vista sin importarme nada.

Y desapareció, nadie se hallaba cerca de mí. Fue como si hiciese un hechizo de desaparición o utilizase bombas de humo como en las películas.

Para mi desdicha, ya no pude ver a nadie alrededor mío.

Caminé unos pasos fijando la vista desde varios ángulos, pero mi mala suerte se hallaba presente. Pensé en tal vez seguirle el poco rastro que me había proporcionado para seguirlo, mas un pequeño sonidillo me alarmó.

— ¿Quién es? —hablé sin ver de quién se trataba.

— ¿Alia? Qué bueno que te contacto, ya estaba muy preocupado, pensé que te había sucedido algo, pensé que...pensé que...

Mis ojos se habían abierto mucho desde la última vez que escuché esa vocecilla tan característica, tan despistada, tan frágil, tan chillona pero apacible.

Al escuchar su preocupación al otro lado del teléfono, me hizo darme cuenta que él se hallaba en serios problemas.

— Gabriel ¿estás en el edifico?

— Sí, aún estoy recolectando información de nuestro próximo encargo. Me mandaron un e-mail, diciendo eso, creía que ya lo sabías.

Era más que obvio que el Jefe, se había encargado de alejarlo de mí como castigo extra a sus palabras.

El ascensor se detuve sin previo aviso, e hizo que se me erizara un poco la piel. Había llegado a mi "supuesto" destino.

Pero debía preguntar algo muy importante.

Me deslicé sin apuro hasta una pequeña puertecita pintada de color caramelo, al cual giré la manivela y observé al detalle.

— Ali, no soy una buena y experta persona en encubrimiento pero sabes que puedes confiar en mí —su voz un poco menos masculina que la de Ted, se mantenía presente.

Una chica rubia, con cuerpo formado y lápiz labial color carmín, tomaba un café caliente mirando por la ventana, mientras la pantalla de la laptop cerca de ella, se mostraba con cuadros y números raros.

— Estoy preocupado, no sé nada de ti y eso no es tan---

Llegué. Afirmé con mirada penetrante a la figura presente.

— Buenas noches mi lindura de persona —mostró sus dientes resplandecientes en pose de felicidad, interrumpiendo mi llamada.

Solté un chasquido de enojo.

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