"CAPÍTULO 22"

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Su mirada dejaba todo muy claro. Quería que pagase mi crimen y fallo, con una solución asertiva y eficiente con algún sucio trabajo.

Posiblemente algún lavado de dinero o extorción en masa.

No es tan difícil para mí.

— Te daré las instrucciones por fax, pero mientras...—sonrió macabramente—...ve pensando que el color claro como el blanco no te da bien en los vestidos, y menos si son de gala.

Y desgraciadamente su risa continuó al acabar de hablar, dando como punto base que su sugerencia era válida y debía tomarla.

No entiendo nada, cabeza de pelota de bolos.

— Como diga Jefe —reafirmé su palabra.

Y salí. Salí de aquel cuarto tan escabroso como desilusionante de emociones.

Suspiré tan fuerte que temí que me oyesen hasta en la otra planta.

Pero un vez afuera, no le temía tanto al grandísimo idiota con ceso de zombie a medio comer.

Mejor me encargo de él, antes que ese asqueroso ruso le pongas las manos encima...o peor aún...que la maniática de las llamadas.

Suspiré pesadamente.

Llevé mi mano hasta el bolsillo donde se encontraba mi teléfono y marqué el número de Gabriel; este no me contestó, por lo que me sentí increíblemente confundida y con un extraño temor.

Juro que si ese encapuchado morado le ha hecho alguna de sus desgracias...me las va a pagar.

Maldecía mientras caminaba por el pasillo hasta el ascensor.

Una vez adentro del gran elevador, apreté el botón para el primer piso en tanto volvía a revisar mi móvil en caso de que haya alguna llamada o mensaje; pero no había nada.

Eso me desgarró completamente y me llenó e corazón de odio profundo.

Aplasté las teclas sobre el aparato diminuto con furia en cada toque para marcar a la única persona que detestaba oírle hablar.

— ¿Hola? Aquí para servirte primor, te habla la Señorita B —su voz a través del dispositivo era igual de exasperante—. ¿En qué te puedo servir?

— Señorita B, soy yo Al---

— ¡Alia! ¡Encanto mío! —me interrumpió descortésmente.

Aparté el celular de mi rostro para maldecir por el lado contrario.   

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