"CAPÍTULO 23"

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— Sí...soy yo. Tengo una pregunta para ti —hablé sin sentimiento.

— Pues dilo caramelito —río.

Como la detesto. Pensé inmediatamente.

— ¿Ted está por tu zona?

— ¿El encapuchado morado? ¿El bandido robador y estafador? ¿El dueño de mi corazón?

— ¡Sí! —Hablé con cierta desesperación y efusividad— Quiero decir...ése mismo.

— Pues a decir verdad...—se calló por unos segundos—. Vino, me saludó, me invitó un café y se fue.

— ¿Dónde estás? —fue lo único que atiné a preguntar después de su poca información.

Tenía una intención. Eso era obvio.

— Donde quieras dolce mia —río haciendo ruido de fondo.

— Habla o te mandaré a matar —reté con una mueca de odio en mi rostro, mientras detenía el ascensor— Tienes---

— Ay cariño, ay cariño —su voz sonaba bastante confiada desde tanta lejanía— sabes que tus sucios trucos no funcionan conmigo, pues si no cooperas —dejó escuchar una risilla— podría morder mi lengua y no hablar.

Chasqué la lengua.

No pude responderle. La odia tanto...pero ella sabía su límite y mi límite, ella siempre tenía un haz bajo la manga, por eso ningún agente pudo vencerla sin costo; excepto ese viejo, llamado Jefe.

— Lindura ¿te comió la lengua el gato o qué?

— Estoy llegando —añadí presionando el botón indicado— y más te vale decir algo porque si no lo haces...podría haber---

— ¿Otra matanza? ¿Con un dulce tal vez? —se burló quitándome las palabras.

— Señorita B.

— Te espero. Muy ansiosa —carcajeó—, y no lo olvides mi dulce Alia...puedes ser linda y mala, pero yo sé TODO —hizo mayor aclaración en la última palabra— de todos. Bang-Bang.

Y en cuestión de segundos, pude escuchar el vip de la finalización de la llamada.

Rodó los ojos, solo para darme cuenta que antes de llegar al piso deseado, alguien había detenido medio de movilización.

Pero que...

Maldije en las profundidades de mi mente.

— Buenas noches —habló la persona.

Yo le contesté de igual manera.

Rápidamente me quedé observando al visitante inesperado pues tenía la confianza de haberlo visto en alguna parte anteriormente.

— ¿Podría dejar de mirarme? —comentó con cierta timidez.

Inmediatamente aparté la mirada, y en un difuso caso de nervios, llevé mi mano al bolsillo fingiendo que buscaba el móvil.

Lo revisé rápidamente, pasaba de la medianoche.

— Sé que estás buscando a la señorita B...

Eso captó mi atención, por lo que volteé a ver al extraño, sin embargo, este tenía una pinta muy extraña; zapatos gigantescos, plumaje en su sombrero de vaquero y lentes cuadrados oscuros, acompañados y decorados por un bigote estrafalario.

— ¡No me veas! —exclamó el contrario.

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