1 de Julio de 2012.

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1 de Julio de 2012.

Eira.

Despierta, despierta, despierta.

Fueron las palabras que me hicieron abrir los ojos la última vez que me desmayé. Me dormí escuchándola (porque sí, esa voz era de chica) decir que no era un monstruo. Pero no sabía si creerle o no. Mi poder era enteramente destructivo, incontrolable y despiadado. Quizá mi nuevo poder no era lo más peligroso que pudiera llegar a jugarme en contra, sino mi cabeza, mi mente y mi conciencia.

El poder que tenía la mente de uno mismo era capaz de hacer que todo lo que uno creyera sano, honesto y correcto fuera todo lo contario. Yo creí que mis padres me querían, que querían a Vysenya, se comportaron durante muchísimo tiempo como padres de familia, padres incondicionales que amaban a sus hijos sin pedir nada a cambio. Pero todo lo que ellos defendieron durante años se había ido por la borda al entregarnos a Hydra. ¿Todas las personas serian así de falsas? La vida iba a ser dura de aquí en adelante. ¿Cómo saber si puedes confiar en alguien? Las personas que habían sido un modelo para mí, ahora eran solamente extraños, dos desconocidos que creí amar alguna vez.

Pasaron exactamente tres días desde lo sucedido, desde que hice estallar la habitación, desde que terminé con la vida de muchos especialistas.

La primera mañana en que desperté en mi nueva habitación estaba completamente sola. Me desperté tranquila y relajada, solo físicamente, de cabeza el remordimiento me pesaba como una tonelada de ladrillos cayéndome encima. Cargar con las muertes de muchas personas no era algo que pudieras superar de la noche a la mañana, no era un simple trámite, era algo mucho más complejo que hacía preguntarse a uno mismo si vale la pena salir adelante.

―No fue tu culpa.

―¿Cómo lo sabes?

Simplemente lo creo

Cuando me incorporé de la cama, toda la habitación mantenía tonalidades en distintos grises, claros, medios y oscuros.

Me froté los ojos para quitarme el cansancio. Me sentía tranquila, me sentía normal. Pero a pesar de sentirme así, sabía que no lo era. Nunca volvería a serlo.

Me levanté de la cama para observar mejor todo a mí alrededor. Noté que había dejado de tener un camisón blanco, ahora me encontraba usando un pantalón largo y una camisa manga larga, ambas de color gris. Caminé hacia delante y percibí varios objetos. Un mueble viejo y gastado en la punta, un largo ventanal todo asegurado en la otra, y por detrás de mí la cama en la que hace poco me hallaba dormida.

Recorrí lentamente toda la habitación, no era la gran cosa porque seguía siendo chica, pero para no aburrirme tanto decidí caminar un poco, después de tanto tiempo acostada el poder mover las piernas era un lujo que esperaba poder mantener. Sabía que me estaban monitoreando, así que no hizo falta golpear la puerta para hacerles saber que estaba despierta. Me senté sobre la cama a esperar tranquila a que alguien apareciera. Después de unos minutos a solas, el señor Strucker ingreso a la habitación junto con mi padre y Danýl.

―Me pone de buen humor que hayas despertado al fin. ―Si su buen humor dependía de la desgracia y miseria de otros, del dolor y la infelicidad, ¿qué era lo que lo ponía de mal humor entonces? La cierto es que averiguarlo no estaba en mis planes. Solo me limité a mirarlo mientras él le pegaba una ojeada la habitación como si fuera la primera vez que la estuviera viendo―. Tengo que admitir que ubicarte en tu área fue bastante difícil, el poder que tienes es algo inusual, interesante y a la vez gratificante.

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