13 de Abril de 2012.

47 4 0
                                    



13 de Abril de 2012

Eira

Después de haber terminado de cenar, ayudé a mi mamá a levantar la mesa y me dirigí a mi habitación para poder tener un rato conmigo misma, poder ver si me venían más ideas para terminar mi historia y así poder presentarla. La verdad es que en el momento en que puse mi nombre en la lista de participantes no estaba cien por ciento segura de sí era lo correcto. Tenía miedo de ser otra vez el centro de atención de Neryn, y su séquito. Y la verdad es que jamás las enfrentaba porque no quería tener problemas con los directivos, sabía perfectamente que ellas eran capaces de echarme la culpa si se agrandaba la situación. Neryn y sus amigas no eran malas alumnas, eran malas personas, y a pesar de que yo tengo un buen comportamiento, ellas contaban con la influencia de sus padres, mientras que de los míos, nadie sabía nada, incluyéndonos a mí y a mis hermanos, hasta que hace unos pocos días, nos confesaron ellos que en realidad trabajan en los laboratorios de S.H.I.E.L.D.

Me había tirado en mi cama, ya con cuaderno y lápiz en mano, y me dispuse a terminar con mi historia. Tenía ya la idea del final en mente, el tema era ponerlo por escrito, saber redactarlo correctamente, no tener faltas ortográficas, los signos de puntuación y otras cosas importantes. Después de media hora de escribir como loca, descansé felizmente después de haber terminado por fin mi historia. El día de las presentaciones de las historias era mañana, y me puse muy feliz por ya tenerla terminada; lo único que me quedaba por hacer únicamente era pasarla a una nueva hoja de manera prolija. Justo en el momento en que deposité el cuaderno sobre mi cama, la puerta de mi habitación se abrió y tras ella apareció Vysenya con dos copas de helado. La de ella, por supuesto, tenía chocolate y fresa, y la mía chocolate y menta granizada.

―¿Cómo es posible que te pueda gustar la menta?― me espetó Vysenya confundida―. Huele espantoso, no sabe bien, sabe como a... pasta dental.

―Bueno Vysi, gustos son gustos. A mí no me gusta la fresa, es más, la odio, y a ti te encanta.

Hizo una pausa y con la mirada seria se llevó una mano al pecho, simulando estar indignada.

―¿Cómo osas decirme eso?

―Tú me dijiste que la menta sabe a pasta dental. ―Me reí.

―Bueno... por suerte ambas amamos el chocolate ―sonrió Vysenya complacida

―En eso estamos de acuerdo.

Nos mantuvimos ocupadas hablando sin parar durante un largo rato. Disfrutábamos del postre, mientras yo trataba de persuadir a Vysi de que probara la menta con la condición de que yo le daría una oportunidad a la fresa. Hablamos sobre lo increíble que era saber que papá y mamá trabajan como científicos en S.H.I.E.L.D. Por algo ellos salían muy temprano y volvían tarde a casa. Me hacía sentir feliz que nuestros papas confiaran en sus hijos para guardar el secreto que solo les pertenecía a los Blevins. Toda familia tiene sus secretos y era bueno saber los nuestros.

Después de media hora de pura charla, Vysenya se dio cuenta de que tenía un cuaderno junto a mí. Ella me sonrió con sorna. ¿Y cómo no iba hacerlo? Si sabía perfectamente de qué cuaderno se trataba. Desde que me inscribí en la competencia, lo usaba para poder escribir mi historia. Trataba de esconderlo de sus garras porque sabía que ella tarde o temprano querría saber de qué se iba a tratar. Obviamente fallé en ese sentido porque un día lo encontró, pero en ese momento solo tenía una introducción, ahora ya la tenía completa. Y como lo tortuga que fui, Vysenya lo tomó y mientras pasaba las páginas del cuaderno me dijo con una sonrisa.

―¿Ya has terminado? ―preguntó.

―No quiero que la leas, devuélvemelo por favor.

―Eira, ―hizo una pausa―, eres una gran escritora, quizás no sepas defenderte contra quienes te atacan en la escuela, y sabes bien de quién te estoy hablando, pero la escritura es la manera en que mejor te expresas.

BLEVINSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora