8 de Julio de 2012.

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8 de Julio de 2012.

Primera parte: Vysenya.

Tenía en mi poder un cuchillo.

Tampoco te pienses que era un cuchillo de alta gama, ni un machete ni ninguno de esos geniales que normalmente encuentras en la casa de tu padre cuando le revisas los cajones.

No, no.

El mío era un cuchillo de plástico viejo, de esos que te dan en los comedores escolares y que se parten al menor roce.

¿Cómo lo conseguí? Bueno, esta mañana cuando desperté, creo que los cocineros de Hydra se pusieron en plan buena gente, ya que decidieron darme un trozo de carne dura para desayunar. Es demasiado extraño que ese sea el menú del desayuno, pero viendo que desde hacía semanas me daban una pasta asquerosa las dos veces que venían a alimentarme en el día, el cambio era bienvenido, a pesar de que debía cortar la carne con los dientes y parecer un animal.

El cuchillo ni lo había usado, aunque lo había intentado al principio. Luego de desistir en mi intento de cortar, lo tiré a un lado y comencé a comer como una fiera, y la verdad aquella cosa con dureza de bloque estaba medianamente buena. Al menos estaba mejor que la pasta gris.

La idea de llevarlo conmigo no surgió de inmediato. Fue después de un tiempo de que mi mirada se posara en el pequeño objeto y volvieran a mi mente los días anteriores, en que Lydia se encargaba de venir a mi habitación a exigirme o casi querer arrebatare a golpes mi nombre. Siempre algún médico la detenía y la hacía irse hacia su habitación, pero había habido varias veces en que casi nos agarramos a golpes, y no sabía que tan bien parada podía quedar yo si un día los científicos de ahí no podían llegar a tiempo en los días que iban a venir.

Iba a tomarlo simplemente, pero luego recordé a mi amiga la cámara, que me miraba todos los días desde la pared y monitoreaba mis movimientos. La observé directamente, luego de que hubiera terminado mi comida, como desafiándola. ¿Vendrían a buscarme si veían claramente que me guardaba la gran arma blanca en las ropas? Seguro que sí, y además seguro tomaban una picana y me electrocutaban para que aprendiera. No, tenía que ser más disimulada.

Como sabía que se tardarían en llevarse mi desayuno si yo no terminaba de comérmelo, ya que lo había comprobado anteriormente, dejé la mitad en mi plato y me dispuse a practicar con mi bolsa. Había aparecido colgada en mi habitación luego de la paliza que me había dado P20, que había hecho que me desmayara un buen rato allí. Se ve que habían venido y habían querido darme aquella sorpresa para compensarme.

La verdad era que me gustaba el objeto, y no podía quejarme de tenerlo allí. Desde que había podido moverme de nuevo, lo había estado usando de todas las maneras posibles. Ya fuera dándole patadas, golpeándolo como me habían enseñado, o haciendo cosas más divertidas, como trepándome a él cuando estaba aburrida.

Me puse a pensar en qué hacer mientras volvía a treparme a mi amiga la bolsa. En cuanto me afirmé bien con las piernas alrededor del objeto y corroboré que no me iba al piso, me solté de las cadenas y comencé a hacer abdominales. El día anterior había descubierto que calentando un poco antes de entrenar, los músculos no estaban tan entumecidos y podía rendir más que cuando no calentaba nada. Por eso me dedicaba a hacer una serie de ejercicios leves antes de ir a las duchas y por fin a entrenar. Así que mientras colgaba y contaba hasta quince dos veces, con un descanso de cinco minutos en los que colgaba cabeza abajo, me puse a pensar en cómo hacer para llevarme aquel cuchillo que frente a una pelea con Lydia podía hacerme sentir victoriosa.

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